Supongo que, como muchos compatriotas, descreídos de los sondeos de opinión electoral, hemos esperado el domingo 11/08 -a las 21 hs.- los resultados del escrutinio de las PASO, con ansiedad, a la vez que recelo. No albergaba ningún pálpito firme, ni siquiera sobre el eventual triunfo respectivo de FDT o JPC, ni aunque fuese por mínima diferencia. El comportamiento impredecible de los votantes argentinos en los comicios de 2015 y 2017 (quizás más en el de este último, luego de dos años de desmadre) me habían “curado de espanto”.

Tampoco me sosegaron los datos enviados por fiscales, amigos y compañeros, que anunciaban -cerca de las 15 hs.- una diferencia considerable a favor de Alberto y Cristina, pensando que tenía que ver más con la expresión militante de deseos, que con datos certeros. Mi aspiración profunda consistía en alcanzar una distancia de aproximadamente diez puntos porcentuales, la cual (casi) comenzara a sepultar la experiencia cleptomacrista. Un trecho inferior al mismo, por ejemplo, de entre el 4 y el 6%, hubiese parecido un augurio sombrío de un vuelco relevante de sufragios por parte de quienes habían optado por Lavagna, y por las agrupaciones fundamentalistas conservadoras.

Mientras que -a priori- intuía que las primarias devendrían una encuesta formal, sobre tendencias políticas generales relativamente consolidadas, reversibles fácilmente -dados los sucesivos y cambiantes veredictos de las urnas en 2015-, la publicación oficial del escrutinio (recién) provocó mi reacción “lúcida”. Entonces tomé conciencia que se trataba, en realidad, de un vuelco cuanti-cualitativo esencial, que contrariaba rotundamente las pretensiones continuistas de las fakenews, el lawfare, y del “periodismo de guerra”, manejados y utilizados insidiosamente por la mercadotecnia de los poderes fácticos.

Disrupción plebiscitada

Ahora, a través de los “giros” graduales de los medios de comunicación masiva, junto a los ensayados tibiamente por algunos integrantes del partido judicial cambiemos, sumados a los indignos, autohumillantes, e innobles esfuerzos de Macri en aras de aferrarse a la figura de Alberto Fernández, a fin de que el establishment permita alcanzar la meta de un traspaso normal del gobierno, “pasaron cosas”…

Puede vislumbrarse incluso, hipotéticamente, y en modo optimista, un ensanchamiento de la brecha en la misma dirección, salvo algún imponderable, a partir de la disgregación, un tanto solapada, de la alianza corporativa que gestionó los negociados propios, de allegados y asociados bajo el latrocinio de esta gestión lentamente en futura eyección de la vida pública. La “frutilla del postre”, de logro dificultoso, sería un pasaje a segunda vuelta del FDT en la CABA, y una victoria en balotaje de esa representación política.

La presente transición, agonística e incierta, hasta el 10-12 (de no ocurrir algún imprevisto o contratiempo), seguramente ahondará la inmensa crisis generada -en cualquier aspecto que se tome en cuenta- por una administración clasista e inconmensurablemente corrupta y, además, inepta e improvisada. La mochila enorme de plomo legada a la reconstrucción integral de la sociedad requerirá una conducción de fino equilibrio entre el mantenimiento de la gobernabilidad, y el resarcimiento del incontable número de derechos, conculcados a la ciudadanía, en especial -y en principio- de los sectores de la población increíblemente degradados o deshumanizados, en todo sentido.  

*Posdoctorado Humanidades [FFyLL-UBA], Dr. Ciencia Política [UGR-España], Lic. Sociología [FFyLL-UBA]