Periódicamente vuelve, con mayor o menor vehemencia, el anhelo de ciertos sectores de establecer a la moneda estadounidense como moneda de curso legal en nuestra economía. Posicionan sus intenciones desde un supuesto análisis teórico el cual, sin embargo, carece de rigurosidad científica, académica y, sobre todo, empírica; pero, por otro lado, está sobrecargado de ideología y posicionamientos políticos (los cuales niegan poseer).

En el pasado, ha existido una actividad, que se extendió al menos hasta el siglo XVIII (sobre todo en Europa), la cual consistía en intentar transformar ciertos metales en oro. Este tipo de alquimia ha sido propuesta por ciertos charlatanes a reyes y nobles, a fin de conseguir financiamiento para sus supuestas investigaciones, con la promesa de generar riquezas. Sin embargo, no eran más que estafas (y por lo general, terminaron siendo descubiertos).

En nuestros tiempos la alquimia toma otra forma, la de aquellos que proponen el establecimiento de una moneda extranjera en nuestro país en reemplazo de la moneda nacional, a fin de lograr una supuesta estabilidad en los precios y crecimiento económico. Esta propuesta de dolarización ataca a las distintas formas de intervención estatal en la economía y en la sociedad, con el fin de fortalecer a aquellos sectores concentrados del mercado. Pero la exposición de estas propuestas se realiza de manera segmentada, sin una visión integral de la economía. Es decir, por ejemplo, el problema de la inflación se podría resolver de manera específica sin considerar otros fenómenos que se desarrollan de manera simultánea y que, además, pueden ser alterados por las medidas supuestamente direccionadas a un solo problema (cómo, por ejemplo, alterar el ingreso real de los residentes ante una política monetaria restrictiva).  A continuación, se expone y refuta algunas de las explicaciones de quienes quieren dolarizar la economía.

En primer lugar, hay que identificar la corriente de pensamiento económico de quienes proponen esta dolarización. La honestidad intelectual nos obliga a admitir que no todos los ortodoxos proponen este sendero económico. Sin embargo, quienes abogan por la dolarización de la economía son un sector de la corriente de pensamiento económico ortodoxo y proponen políticas que abundan en la historia económica argentina.

Entraremos a esta visión desde el problema de la inflación. Es el tema favorito por estos sectores “dolarizantes” para que, a partir del sensacionalismo, puedan generar empatía en el debate público (acotación al margen, claramente la inflación es un problema que de ninguna manera es desmerecido por este artículo). Entonces, dado que, para esta visión, la inflación sería un fenómeno monetario, por lo tanto, la solución hay que buscarla en la política monetaria ¿Y cuál sería esa solución? Por un lado, la restricción monetaria (reducir la emisión e incremento de la tasa de interés). En otras palabras, que no haya política monetaria. En ciertos momentos, a estos sectores les alcanza afirmar que para que no haya más inflación, no debería haber emisión monetaria. Sin embargo, dada la experiencia del gobierno de Macri, en el cual la emisión fue cercana a cero y que la inflación fue la más alta de los últimos 27 años (la inflación del 2019 fue de 53,55%), entonces ahora vuelven a explicarnos que hay que renunciar a la soberanía monetaria porque aquello fue la expresión de que la ciudadanía rechaza al peso.

Sin embargo, al observar cuales fueron las variables que tienen correlación con el aumento de precios, no se encuentra ni la emisión monetaria (que en aquel gobierno estaban orgullosos por no emitir) ni los incrementos de la masa salarial de la clase trabajadora; pero lo que demuestra más relación estadística son las crónicas devaluaciones llevadas a cabo. Además, hay que considerar que durante el macrismo se han dolarizado los sectores energéticos y de los combustibles, por lo tanto, las mencionadas devaluaciones han impactado de manera más directa en los precios finales de la economía. Si a todo esto se le agregan las altas tasas de interés, sólo nos queda reafirmar el desconocimiento por parte de estos operadores sobre el impacto de esta variable en los precios.

Los defensores de la dolarización entienden que el superávit comercial sería el motor de crecimiento de la economía; ya que desde su lógica se beneficiaría el comercio exterior si se garantiza la apertura irrestricta de la economía, pero si justamente son los sectores exportadores lo más beneficiados por la devaluación de la moneda local ¿Cómo la utilización de una moneda extranjera (la cual no se emite ni se decide la cotización) beneficiaría a estos sectores? Por otro lado, es conocida la explicación de quienes estamos en las antípodas de una apertura total del comercio exterior porque implicaría el desmantelamiento de la estructura productiva local, lo que daría como resultado incrementos en los niveles de desempleo, por lo tanto, caída en el consumo, lo que traería aún menor nivel de producción.

En sintonía con esto, si nos referimos a los datos, la experiencia más cercana de la economía argentina a una dolarización con apertura comercial fue la convertibilidad, lo que genero un déficit comercial crónico durante todos los años que duró el régimen. Es decir, que en los años en los que hubo saldo positivo en la balanza de pagos nunca fue vía cuenta corriente (es decir, comercio exterior), sino por la cuenta capital y financiera (entre otros factores, los más relevantes son los relacionados con las privatizaciones y toma de deuda externa).

El tema de la dolarización también atiende al tema de la política fiscal por separado, ya que para que se incrementen las inversiones (tanto desde los residentes locales, como desde el exterior) hay que quitar la mayor cantidad de impuestos posibles. Es decir, anular a la política fiscal. Más allá del mundo hipotético que describen, hay una realidad empírica que se mide a partir de distintas herramientas estadísticas. En este sentido, Argentina no se encuentra ni entre los 70 países del mundo con mayor presión fiscal sobre el PIB. Es más, si observamos cuales son los países que poseen mayor presión fiscal se encuentran todos aquellos que son considerados desarrollados (o “países serios” que tanto les gusta mirar a los dolarizantes). Es más, Argentina posee menor presión fiscal sobre el PIB que Brasil.

Volviendo a la narrativa dolarizante, los problemas de comercio exterior y estructura productiva serían resueltos con “una lluvia de inversiones”, para esto se debería (además) garantizar la libre movilidad de capitales (es decir, la anulación de políticas activas para estos temas). Sin embargo, la abolición de resortes y normativas sobre estas cuestiones sólo garantiza el carry trade con su consecuente fuga de capitales. Existen múltiples casos empíricos para considerar en nuestra historia (el régimen establecido durante la última dictadura militar, el plan austral, la convertibilidad, el gobierno de Macri, etc.) que dan cuenta que las políticas propuestas por estos sectores distan de ser novedosas y modernas. Es más, durante el gobierno de Menem se envió una misión al Tesoro de Estados Unidos para que se analice la propuesta de dolarizar a la economía.

Retomando la fragilidad teórica de quienes proponen la dolarización de la economía argentina, se utilizan de casos testigo a países sin ningún tipo de criterio. Por lo general, se menciona lo ocurrido en Ecuador (quizás por la relativa cercanía geografía; pero son dos economías muy distintas como para comparar); sin embargo, desde el año 2000 ha solicitado 7 rescates al FMI, mientras que Argentina sólo una sola (por lo tanto, la dolarización no estaría resolviendo el tema de la deuda externa tampoco). Además, dicho rescate fue durante el gobierno de la alianza Cambiemos en 2018, fuerza política al cual pertenece el diputado por la provincia de San Luis, Alejandro Cacace, quien es impulsor de este proyecto de dolarización. Quizás el objetivo de este proyecto de ley es crear una narrativa para generar un cambio en el régimen monetario al estilo convertibilidad y/o plan austral, más allá del anhelo de ciertos sectores de generar el cambio de moneda.

Es cierto que todos los alquimistas son mentirosos, pero aquellos que son estafadores y logran hacerlo de manera masiva pueden llegar a generar daños de envergadura en la sociedad. La convertibilidad no fue otra cosa que una forma de alquimia, es decir, el pensar que en donde había un peso había un dólar y/o que en New York se iba a poder cambiar un peso por un dólar.  Pero peor es la dolarización que se propone, es decir, la renuncia a la soberanía monetaria, la cual permite a cualquier Estado lograr legitimidad en sus residentes, además redistribuir y fortalecer, impulsar, proteger a los distintos sectores de la economía. En otras palabras, la dolarización es una de las cepas de aquellos sectores que optan por presionar para reducir al Estado, entregar nuestras riquezas a otras naciones y corporaciones, para tener una economía más pequeña y concentrada en pocas manos.