El batacazo de todos
Inesperado y aplastante triunfo opositor en las primarias
Nadie lo previó. No de la manera en que se dio. Hasta los dirigentes y operadores más curtidos en la arena electoral se sorprendían con los datos que llegaban a sus manos en la tarde del domingo.
“¿Esto es posta?” fue la pregunta más tipeada en WhatsApp por periodistas, militantes y candidatos el día que el macrismo cayó por knock out en un asalto que no imaginó. Casi en espejo, la respuesta más extendida, entre los que se resistían a desprenderse de la distancia crítica de toda la información que circula en usinas políticas, era la frase: “eso es falopa”.
Cerca del candidato presidencial por el Frente de Todos, Alberto Fernández, crecía el entusiasmo al filo de la veda electoral pero el ex jefe de Gabinete pedía calma a sus colaboradores y más responsabilidad que nunca. Como un manotazo de ahogado, la Casa Rosada ventilaba por aquellas horas sondeos propios que vaticinaban una exigua ventaja del peronismo: “en el peor escenario, perderíamos las PASO por 4 puntos”, le decían a Diagonales el jueves por la noche, y agregaban desde el primer piso de Balcarce 50: “estamos a un punto o dos de diferencia y alrededor de los 35”.
El consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba soltó también a mitad de semana un sondeo que daba al ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner y Cristina Fernández prácticamente en un empate técnico y al candidato a gobernador Axel Kicillof como triunfador con 6 puntos de ventaja sobre la mandataria María Eugenia Vidal. “Están limando a Vidal”, conjeturaron varios analistas.
Sin embargo, el día de los comicios alumbró números de boca de urna asombrosos. Con más de 10 puntos de diferencia a nivel nacional, pocos se atrevían a darle crédito. Por un lado, porque el que se quema con leche ve la vaca y llora pero, por otra parte, porque el oficialismo conservaba hasta el crepúsculo de los comicios un respaldo sin fisuras de los holding mediáticos que auguraban un escrutinio parejo.
La titular de la encuestadora Trez Punto Cero, Shila Vilker, lo explicaría entrada la madrugada del lunes por el canal televisivo América 24. “Se hablaba de un voto vergonzante pero no llegamos a ver que había un voto vergonzante para la fórmula Fernández-Fernández”, sostuvo para dar cuenta del batacazo de los Fernández, Axel Kicillof y Verónica Magario en las urnas.
Al cierre de este artículo, el binomio presidencial peronista trepaba a 47,4 por ciento de los sufragios, mientras que la fórmula compuesta por Mauricio Macri y Miguel Pichetto cosechaba solo 32,2 por ciento. En tanto, la Provincia de Buenos Aires se convertía en escenario de otra paliza insospechada días atrás: Kicillof se alzaba con el 49,2 por ciento de los votos y relegaba a Vidal a un escuálido 32,6 por ciento. La catástrofe electoral cambiemita desató rumores de renuncia en el gabinete y versiones sobre una reunión urgente para atajar el desacalabro financiero que podría desatarse mañana, por la desconfianza política de los centros económicos.
Gobernabilidad o tierra arrasada
El agotamiento ante el ajuste permanente del gobierno de Mauricio Macri y la aparente quietud de la sociedad tornó inaudible el pulso de un electorado tan errático como castigador. Quizá una de las enseñanzas para la posteridad de este turno electoral haya sido que, evidentemente, el pueblo no vota engañado, ni ahora ni nunca: elige lo que elige y acepta lo que acepta con plena conciencia de sí y sus circunstancias. Lejos de asistir a una estafa, en 2015 votó contra la experiencia kirchnerista y, ahora -tragando bronca contra todos-, volvió a escoger a sus mayores exponentes para enviarle un mensaje claro a quienes honró con el sufragio cuatro años pero no había entregado un cheque en blanco.
Aun así, ni Macri ni la diputada Elisa Carrió asimilaron el cachetazo de la mejor forma. Luego de que el Jefe de Estado “mandara a dormir” a sus simpatizantes, los televidentes que seguían los detalles del recuento de votos por la pantalla chica y los periodistas que cubrían la ceremonia en el bunker de Costa Salguero, Carrió tomó la posta desde el escenario y lanzó: “no es mala la adversidad, porque nos quita la soberbia”. “El camino a la libertad nunca es fácil, vamos a ir a la Argentina republicana”, arengó ante una muchedumbre que oscilaba entre el desconsuelo y el desconcierto. Sobre todo, porque horas antes había dicho que las primarias no importan y que la votación que vale es la de octubre.
El Presidente, por su lado, trazó una línea argumental peligrosa para el país. En primer término, confesó que “duele” que no lo hubieran acompañado y, en segundo orden, responsabilizó a los votantes que optaron por el frente opositor ante lo que pueda ocurrir con el panorama financiero a partir de mañana. Tan ofuscado como temerario, Macri delineó un discurso a través del cual dejó entrever que en este tramo de la campaña piensa plebiscitar el rumbo que eligió para su gobierno, a caballo de un dogmatismo que lo enceguece, y está dispuesto a reventarlo todo en esa empresa antes que asumirse derrotado.
No es casual que, desde los emporios periodísticos que lo auparon siempre, le pidan cambios en el gabinete. Del debate sobre la corrupción a la querella sobre la gobernabilidad, para los house organ del empresariado vernáculo, hay un tranco de pollo.
Las causas de esta caída del macrismo que parece difícil de remontar desatarán, de seguro, sesudos análisis en los próximos días pero no sería descabellado postular, en caliente, que los estrategas se ensoberbecieron con sus pertrechos comunicativos y el marketing. Este portal le preguntó a uno de los voceros del Gobierno tras la aparición vespertina del jefe de Gabinete, Marcos Peña, si los iba ganando la preocupación porque la cosecha electoral no era la esperada. “Fue una respuesta puntual ante una pregunta específica”, contestó el interlocutor contra la consulta sobre la caracterización que hiciera el premier nacional a propósito de las PASO como una elección preliminar.
Con el correr de las horas y la acritud de los saldos que arrojaban los conteos en los distintos distritos, los funcionarios comenzaban a blanquear su propia angustia. Minutos antes de que hablara Macri, una espada del Pro desde sus albores porteños se quebró ante Diagonales: “no lo puedo creer, no sabemos qué pasó”. Sin avisarles en los focus group, los damnificados habían hecho tronar el escarmiento.