La nuestra es una sociedad global, de sistemas funcionalmente diferenciados, cuyo modo de producción dominante es el capitalismo y si bien con altos y bajos en los números de muertes y de contagios, producto de la pandemia del coronavirus, estamos en una sociedad viral, que pasó a un segundo plano comunicativo, ante la guerra rusoucraniana, de consecuencias globales e imprevisibles. Al tratarse entonces de una sociedad capitalista, global y de sistemas funcionalmente diferenciados, cada uno de estos; como ser, el económico, el político o el científico a modo de ejemplos, hacen sus propias operaciones y diferenciaciones con su entorno, sin afectar necesariamente sobre el funcionamiento de los otros. O, dicho de otro modo, en síntesis: no hay una relación cibernética entre los sistemas. Así entonces, la pandemia, no produjo una catástrofe que amenazara esa forma de sociedad y por su parte, el capitalismo, que se adecua perfectamente a la sociedad de sistemas funcionalmente diferenciados, salió, como advertía Byung- Chul Han, fortalecido. A diferencia de la utopía del futuro comunismo oscuro que señalara oportunamente Zizek. Por otra parte, cabe agregar que las consecuencias de los ajustes neoliberales sobre el sistema de salud, se hicieron evidentes ante la crisis sanitaria y se demostró, una vez más, que el Estado es imprescindible en situaciones de esta naturaleza.

Por otra parte, pero en relación con lo anterior, digo que si bien estamos dentro del modo de producción mencionado, agrego que, fortalecido precisamente por la pandemia, se comienza a tratar el capitalismo; de un capitalismo de plataformas en el que, como señala Byung – Chul Han, dentro de esta sociedad del rendimiento, nos auto explotamos pero sentimos que nos estamos realizando y formamos parte de  una suerte de proletariado universal, plataformas mediante que, en una situación de libertad paradójica,  trabaja gratis brindando y obteniendo información. Tal como el autor citado, desarrollara en No Cosas, el mundo va hacia un proceso creciente de desmaterialización que, en síntesis, se trataría de una forma de vida en la cual solo servirían  los objetos, en tanto y en cuanto, porten información, mientras que el resto se extinguirían como en la novela distópica de Yokö Ogawa, La policía de la memoria.

Este capitalismo de plataformas, de control, de rendimiento y de información, tiene grandes ganadores en la puja distributiva. Así en el marco de aquello que mencionara Marx en las páginas del Manifiesto Comunista, respondiendo de manera anticipada a las “teorías del derrame”, cuando la riqueza acumulada sea tal que obligue a una distribución mayor, cuando lo que se observa es, tal como advertía el filósofo alemán, en el texto mencionado: a mayor riqueza, mayor miseria, o, dicho de otro modo, la distancia socio económica entre los que más tienen es cada vez mayor en comparación con los que menos poseen. En este sentido, la compra de Twitter por Elon Musk por cuarenta y cuatro mil millones de dólares es paradigmática, de la puesta en forma de la “libertad de expresión” y anticipa el deterioro creciente del sistema político democrático representativo ya que, desplegando la información que brindamos de manera permanente sobre lo más profundo de nuestros deseos en las redes de un panóptico digital, según la caracterización de la forma de control contemporánea, según Byung – Chul Han, no harían falta mediaciones políticas,  incómodas para el capital.

Desde luego que esta libertad paradójica en la que vivimos fue interpretada con eficacia por las derechas en crecimiento en distintas partes del mundo; desde Le Pen hasta Milei. Exacerbando la dimensión del individualismo posesivo del liberalismo. O si se quiere, la libertad de unos pocos cuando esta no va acompañada de la igualdad. Se puede afirmar entonces que, el poder ha mutado, de la opresión a la seducción de la especie que, encantada, se somete al stress y se vive en una sociedad sostenida en la ideología de la supervivencia. Un capitalismo de extinción que necesita aniquilar a una parte de la población cuando no hay lugar para todos en el baile de las sillas de la nave tierra. Al fin: El paraíso de la falsa conciencia.