Cada cual tiene un trip en el bocho,
difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo.

Promesas sobre el bidet
Charly García


A pesar de su parquedad, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, no pudo ocultar su fastidio luego de que se filtrara la intención del Gobierno para que se concertara un acuerdo de diez puntos con sectores de la oposición afines al oficialismo. Nadie dirá ‘esta boca es mía’ pero la pregunta sobre quién regó el rumor y con qué objetivos era una de las más susurradas el viernes por la mañana en el primer piso de la Casa Rosada.

Ya era tarde para entonces. El ex ministro de Economía de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner y posible candidato a presidente, Roberto Lavagna, se despachaba por radio manifestando su rechazo a la iniciativa y la impugnaba, punto por punto, en Twitter. En tanto, el líder del Frente Renovador y también aspirante al sillón de Rivadavia, Sergio Massa, se apuraba con el llamado a su segunda conferencia de prensa en menos de una semana: luego de haberse plantado ante los periodistas el lunes para comunicarles tanto a Cambiemos como a la oposición que se le había ocurrido la idea de una convocatoria plural y amplia, apelaba a las cámaras de televisión para patearles la mesa a los estrategas de la Jefatura de Gabinete.

Los contactos oficiales por WhatsApp para compartirle el decálogo macrista a cada opositor anhelado se transformaron en el meme de la jornada. Y sin desmarcarse ni expresar entusiasmo, el senador peronista Miguel Ángel Pichetto pasaba de estadista a verdugo en un par de horas, a criterio de los funcionarios más encumbrados.

Diagonales consultó a uno de los diputados más activos de Alternativa Federal, donde tributan Pichetto y Massa pero también el gobernador cordobés, Juan Carlos Schiaretti, y su par salteño, Juan Manuel Urtubey. “¿Porqué parece que Massa y Pichetto apuntan en direcciones distintas?”, fue la pregunta que transfirió este portal, y la respuesta fue inquietante: “es una apariencia”.

Los peores fantasmas del presidente Mauricio Macri estarían cobrando mayor densidad por estas horas, aun cuando la iniciativa gubernamental haya servido para recuperar cierto apoyo en el empresariado vernáculo. “Ventajita”, como lo llamaba al tigrense en una intimidad de puertas abiertas, y el senador que le salvó las papas en el Congreso más de una vez a lo largo del mandato podrían haberle tendido una trampa desde el principio. Mientras uno se cortaba con una convocatoria por afuera, el otro convidaba a los escuderos del Gobierno con su apoyo a una propuesta auténtica y propia con opositores yendo al pie. El puñetazo sobre el tablero que ensayó Lavagna, acreedor de un diálogo fluido con Pichetto, terminó en un desparramo con enchastre sobre los pies de Macri.

Filosofía barata

El intelectual francés Jaques Rancière publicó en 1996 El Desacuerdo,un libro en el que se preguntaba por la filosofía política o por su existencia en un momento en el que los intelectuales europeos debatían sobre la posibilidad de la deliberación pública cuando las decisiones parecían imponerse por sí mismas atendiendo a los mandatos del mercado antes que al interés común. En ese texto, Rancière apela a Aristóteles para la definición de “política”y menciona las situaciones en las que los políticos, en la actualidad, invitan a filósofos para que expliquen o den su punto de vista sobre los grandes temas en danza. 

Aunque harían bien en leerlo, los filósofos que asesoran a Macri fueron consultados por Diagonales pero dijeron que ignoraban el título mencionado. Sobre todo, porque el autor galo no cree que la filosofía acuda en socorro de nadie, pero pone sobre el tapete que es menester que emerja el desacuerdo para que tenga sentido su cruce con la política. Y por desacuerdo deberá entenderse, según Rancière, un tipo determinado de situación de habla: un encuentro en el que uno de los interlocutores entiende y a la vez no entiende lo que dice el otro, sin reducirlo a una disquisición sobre significados más o menos equívocos.

El conflicto, en consecuencia, no es entre quien dice blanco y quien dice negro sino entre quien dice blanco y quien dice blanco pero no entiende lo mismo o no entiende que el otro dice lo mismo pero con el nombre de la blancura. No se trata del desconocimiento de uno de los interlocutores ni tampoco de un supuesto malentendido debido a imprecisiones lingüísticas, dirá el afamado profesor, porque concierne menos a la argumentación que a lo argumentable: tributa, en realidad, a la situación de los que están en desacuerdo. He ahí el quid de la cuestión: ni Lavagna ni Massa rechazan el acuerdo perse sino que, antes bien, huelen la debilidad gubernamental e imponen condiciones o redefinen el campo de juego en el que pretenden la disputa.

Por eso, arriesga Rancière, “lo que hace de la política un objeto escandaloso es que se trata de la actividad que tiene como racionalidad propia la racionalidad del desacuerdo”. Que no haya acuerdo es, quizá –y para frustración del macrismo-, el punto nodal del desarrollo político. 

Zapatos de goma

Con el acuerdo casi enterrado, nada vuelve a fojas cero pero habrá que ver si prosperan los reclamos del radicalismo para la apertura y el robustecimiento de la alianza gobernante. El círculo rojo prestará atención a los textuales que obsequiará durante la noche del domingo, por el canal de TV del diario Perfil, el diputado Martín Lousteau, el activo delfín de la UCR local con más ingresos registrados a la Casa Rosada en el último mes. 

Sin que haya prosperado el cebo que le puso a Lavagna, sigue siendo el portador de un nombre competitivo para representar al partido de Leandro Alem en el marco de Cambiemos, partiéndose un poco pero sin doblarse más de lo habitual. Y al mismo tiempo, es un challenger atractivo para que se arrimen socialistas o satélites semi progresistas desorbitados por la fragmentación. 

Una suerte de dispersión y pavor similares conmueven al armado opositor:cuánto de lo que hace Massa constituye la persistencia por abrirse espacio a codazos limpios en la vituperada avenida del medio y cuánto podría canjearse por un espacio tentador en la boleta electoral de octubre, colgado de lo que sea que encabece la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner -o lo que sea que ella propicie sin postularse-. Por lo pronto, crecen paulatinamente los que ponderan la representación que el ex diputado sembró. Empezando por el ex jefe de Gabinete y principal armador de CFK, Alberto Fernández, quien reconoció incluso la generosidad de quien compartiera el mismo destino en el gabinete de la ex mandataria, no son pocos quienes defienden las chances de Massa. No obstante, en el núcleo duro del kirchnerismo le siguen bajando el precio sin cerrarle la puerta a nadie.

Tan abierto se presenta el escenario que cada vez reaparecen más actores con hambre de encaramarse en alguna de las nóminas bien rankeadas. Sin ir más lejos, un kirchnerista porteño de la primera hora comentaba con picardía a este medio que el economista Claudio Lozano “está como loco” buscando una reunión con la líder de Unidad Ciudadana. De objetor del Indec y crítico acérrimo de la resolución 125 a la fila de los que imaginan redenciones sobre la hora para ensanchar la base electoral, su largo itinerario ideológico.

En definitiva, un ex funcionario del gabinete cristinista que paga con silencio haberse bajado del bondi trabaja activamente para un armado opositor que abarque mucho aunque apriete poco. “Tanto el macrismo como el kirchnerismo tienen un rechazo del 70 por ciento pero el tema es encontrar al candidato que exprese eso”, confiesa a los más cercanos sin la certeza de que aparezca el apellido que lo solucione.

Mientras tanto, Macri sigue a upa del salvoconducto económico del Fondo Monetario Internacional (FMI), estriado por las exigencias políticas que dicta el presidente norteamericano Donald Trump y de las cuales se enteran el resto de los socios del organismo por los diarios. En una especie de reactualización doctrinaria en torno de la afirmación del predominio de la economía sobre la política, da la sensación que el imperio impera porque los bancos bancan cuando, en realidad,tal vez suceda que los bancos imperan hasta donde el imperio banque.