La llegada del FMI a la Argentina es expresión de la ruta trazada por el  Mini Davos y la visita de Obama en marzo de este año. Mucha agua pasó bajo el puente tras lo que fue, desde 2005, una década de rescate de la deuda defolteada, el empapelamiento del ANSES con bonos de la deuda pública canjeados a la banca internacional, operación completada luego con el canje II, la de deuda con el Club de París, el comienzo de pagos de las demandas de las privatizadas en los tribunales del CIADI y la onerosa indemnización a Repsol; todo realizado en la última fase del gobierno kirchnerista.

Finalmente, el gobierno de Macri coronó ese proceso con el acuerdo con los fondos buitres para financiar la bancarrota con créditos externos en el mercado internacional de deuda, lo que ha sido la piedra basal de su gobierno. En los meses que han pasado, el gobierno de Macri y los gobernadores han tomado un curso demencial de endeudamiento internacional u$s 38.159 millones hasta agosto, y se espera alcance los 40 mil millones a fin de año. El destino de estos fondos no ha sido la inversión productiva, como es evidente, sino la refinanciación de pasivos. En estas horas, las provincias negocian la posibilidad de acceder a un mayor endeudamiento para aprobar el presupuesto 2017. Argentina fue este año primera en el ranking mundial de países emergentes en la adopción de deuda y superó a Arabia Saudita -y su respaldo petrolero- en la asunción de deuda en una sola suscripción, en oportunidad del pago a los buitres. Para el año que viene sobrevienen fuertes vencimientos del Club de París y otros, y los bonos en manos del ANSES se prevé serán integralmente refinanciados capitalizando intereses.

El presupuesto enviado por Prat Gay al Congreso contempla la suscripción de deuda de unos u$s 55 mil millones, de los cuales 26 mil son deuda nueva y el resto refinanciación, por la cual intereses que no se pueden afrontar pasan a formar parte del capital. Más de la mitad del déficit fiscal primario previsto corresponde a servicios financieros de la deuda pública (lo que desmiente que se trate de un déficit originado en la atenuación del tarifazo o en la suba del mínimo no imponible de ganancias). Esta progresión sideral del endeudamiento, en un cuadro de recesión y restricción de los mercados mundiales, llevará al país, tarde o temprano, a una nueva cesación de pagos.

La visita del FMI a la Argentina tiene la función de monitorear el margen de negocios del capital financiero, ante el curso de esta crisis.

La dolarización de las tarifas del gas en boca de pozo y el acuerdo entreguista entre Malcorra y el canciller británico en favor de la British Petroleum y los pulpos para la exploración y extracción de petróleo en las Islas Malvinas, forman parte de esta política en favor del capital financiero internacional, que pagaremos los trabajadores argentinos. En conclusión, lo que nos deja el  Mini Davos no son nuevas inversiones, sino la promesa de un mayor ajuste fiscal reforma laboral, baja de costos laborales y aumento de la productividad, reforma jubilatoria y una nueva reforma a la ley de ARTs en beneficio de las patronales. Objetivos que ya habían aparecido en la primera reunión que la misión del FMI tuvo en la Argentina con la Unión Industrial.

El Frente de Izquierda-Partido Obrero planteamos fuera el FMI, investigación y no pago de la usuraria e ilegítima deuda externa, apertura de cuentas de las empresas privatizadas y nacionalización integral del sistema energético bajo gestión de los trabajadores.