Este año, el peronismo lo recordará siempre. Nacido en el año 1946, conoció su primera derrota legal en el año 1983. Necesitó tiempo de psicólogos para poder afrontar que la mitad más uno había dejado de ser de Boca y peronista. Lo de Boca es discutible, y lo segundo ya no quedaba duda, corrían nuevos vientos políticos.

El radicalismo le volvió a ganar en 1985 en todo el país excepto La Rioja y Formosa. En aquella oportunidad, a pesar de la división del peronismo, falta de liderazgo, del mejor momento de Alfonsín y el éxito inicial del Plan Austral, clavó el 36% de los votos. No se estaban peleando, se estaban reproduciendo. En 1987 retomó el triunfo y todo volvió a su cauce natural. El peronismo nuevamente fue fuerza predominante. Incluso perdiendo, su piso no bajaba del 38%.

La primera dosis aplicada el 12 de septiembre los dejó días de cama, pero esta segunda dosis, puede preanunciar un nuevo escenario de la vida política del país. La competencia REAL quizás ya no dependa del criterio de unidad del peronismo. A nivel nacional el justicialismo obtuvo 32%, el peor resultado de toda su historia, comparable con la elección del 2009.

El segundo dato es con respecto al Senado, el peronismo lo ha ejercido SIEMPRE. Los 10 primeros años del peronismo (1946-1955), el 100% de los senadores eran peronistas, en 1973 – 1976 tuvo absoluta mayoría. Desde 1983 el peronismo tuvo mayoría en el Senado… Hasta hoy. De las 8 provincias, el oficialismo perdió en 6.

Mientras que, en la Cámara de Diputados, el oficialismo logró mayoría para que Sergio Massa siga siendo el presidente del cuerpo. En el 2019 obtuvieron 13 millones de votos, este domingo 7 millones. En dos años, perdieron 6 millones de electores.

Dicho esto, en la Madres de Todas las Batallas se redujo la diferencia de las PASO, el peronismo ratificó que es un partido del conurbano bonaerense, hizo una elección digna en la Capital Federal, eso es un mérito. Pero el peronismo no festeja derrotas. Ahora si el diagnóstico es COVID, pero luego te dicen que tenés cálculos renales; te pones contento, pero seguro te tienen que operar y tenés que cuidarte en las comidas. Las derrotas no se festejan, las derrotas dignas se llevan con la frente ancha.

Entre Ríos perdió por 23%, en Santa Cruz y Córdoba bajó a un tercer lugar, Córdoba obtuvo un 10%. Perdieron en 15 provincias, incluso en San  Luis que desde el año 1946 no perdía. En la provincia de Buenos Aires ganaron en 25 de los 135 municipios, aunque “los Barones del conurbano respondieron”.

Dicho todo esto, luego de las PASO, no hubo mejor publicista de Juntos que el propio frente oficialista: “Ocupa de la presidencia”, carta abierta de la vicepresidencia, la reaparición de Aníbal Fernández, la frase hacia Córdoba del presidente como “fuera del país”, reparto de objetos, etc. No obstante, el peronismo responde electoralmente de manera exitosa.

Otro elemento central a reflexionar, alguna parte de la oposición insiste con mostrar al gobierno como autoritario, que ejerce fraude electoral o hegemónico. El gobierno perdió las elecciones, y no hubo desconocimiento del resultado electoral. Más bien, al revés, legitimó las elecciones

La política argentina tiene sin dudas dos frentes estables solidificados: un frente peronista y otro no peronista, ambos con peso específico propio. Con chances reales de ganar elecciones, la suerte queda echada para cualquier lado en la larga/angosta avenida del medio. Si analizamos más fino, estamos ante un prolegómeno de un balotaje en el 2023 con gran competencia electoral.

Es necesario que la política argentina, más allá de una bicoalición consolidada, ambos no acrecienten la “grieta”. La democracia requiere consensos, y estamos por cumplir 40 años de vida institucional. ¿Estarán los dirigentes oficialismo y oposición a la altura de la circunstancias para encarar un proceso democrático que requiere el Siglo XXI? ¿El Justicialismo se convirtió en un partido del Conurbano con satélites? ¿Perdió el PREDOMINIO absoluto el Justicialismo de la política nacional?

Esta elección de medio término es como la pretemporada, está probándose la ropa de titular. Esto está en juego, a quién le queda mejor esa ropa presidencial, está para cualquiera. Esto es sano para la política nacional. El presidente no será reelecto y el final está abierto. Faltan proyectos políticos que nucleen mayorías. Los argentinos hace rato no tenemos horizontes comunes.

*Licenciado en Ciencia Política. Docente e Investigador de la UBA/USAL/UAI. Autor de varios libros sobres Sistemas Electorales. Autor de “Buenos Aires es cosa de Barones”