El nuevo libro del ex presidente Mauricio Macri, lanzado oficialmente esta semana, se convirtió en un hecho político por sus definiciones en torno al ajuste, las privatizaciones y las reformas laboral y jubilatoria que imagina a futuro. Pero también por lo que repasa —y por lo que omite— en retrospectiva: Para qué contiene una relectura plagada de perlas e indirectas sobre cómo construyó su liderazgo político, especialmente durante la primera etapa exitosa del Pro como partido, desde aquellas elecciones porteñas de 2007, hace más de 15 años.

Macri aprovechó la tragedia de Cromañón, que le allanó el camino a la jefatura de Gobierno, el desalojo violento del Parque Indoamericano, la elección de su primer gabinete porteño, las obras del Metrobús y otros hitos de esa época para dejar en claro sus posiciones respecto del presente: desde el apadrinamiento de los distintos liderazgos alternativos al suyo que surgieron post derrota de 2019, como el propio Horacio Rodríguez Larreta, a su enfrentamiento con sindicatos, el progresismo y otros enemigos, a los que llamó “la máquina de impedir”.

Diagonales realizó un repaso de los puntos más salientes de los primeros cuatro capítulos de la primera parte del libro, titulada “la Ciudad y la Nación”:

HORACIO Y MARÍA EUGENIA NO SERÍAN NADA SIN MÍ

“Qué lindo es verlos juntos”. María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich seguían desde la primera fila del salón de exposiciones de La Rural la charla de presentación de Para qué cuando Macri lanzó esa suerte de arenga, a través de la cual buscó posicionarse como líder del espacio (y de los tres). Ese espíritu está contenido en el libro, donde el ex presidente les dedica párrafos tanto a Vidal como a Larreta en los que cuenta cómo los catapultó a la función pública.

“A diferencia de mi caso, Horacio provenía de una familia vinculada a la política durante varias generaciones”, arranca el párrafo dedicado a Larreta, a quien le recuerda que “había sido funcionario en los años de Domingo Cavallo al frente del Ministerio de Economía y en el área de Desarrollo Social junto a Palito Ortega”, dos cargos que el ahora jefe de gobierno le gustaría borrar de su CV.

Más tarde, le recuerda también que “había adquirido cierta notoriedad como interventor del PAMI durante la presidencia de Fernando De La Rúa. Sería difícil imaginar que ni el autor ni sus ghost writers, como Pablo Avelluto, no le hayan recordado la carta de suicidio de René Favoloro, ¿o sí?

Entre los pocos elogios que le dedicó, aparecen su “capacidad de trabajo” como jefe de gabinete durante sus dos gobiernos en la Ciudad y el supuesto “fuerte control de su ego que hace un culto importante de la eficiencia”. Un simple burócrata: nada de carisma ni de otros atributos que hacen un candidato, mucho menos a un presidenciable.

El mini perfil de Larreta deriva más tarde en una suerte de filosofía respecto de los atributos necesarios para liderar, en especial de la figura de un jefe de gabinete, pero recuerda que a nivel nacional optó para ese rol a Marcos Peña, a quien le reconoce el rol “estratégico” en la llegada de Cambiemos al poder.

Cuando conoció a Vidal, escribe Macri, la ex gobernadora bonaerense tenía apenas 30 años y “era aún muy tímida”. Recuerda que de ella lo deslumbró… un programa de deportes y apoyo escolar para pibes en situación de vulnerabilidad para implementarse desde Boca Juniors, en 2005, que se llamó “Boca Social”, nombre que luego tomó la actual dirección de contacto con la comunidad y filantropismo del club de la Rivera.

“Desde el primer día intuí que tenía un futuro enorme en la política si decidía dar el salto. Y finalmente lo hizo”, cuenta Macri y recuerda que cuando le ofreció Desarrollo Social, Vidal estaba cursando un embarazo. “Decidí esperarla”, dice, en tono paternalista.

El apartado vidalista tiene una desagradable referencia a la protesta de Madres de Plaza de Mayo por la clausura de las obras que comandaba en su momento Sergio Schoklender, que utiliza para marcar una supuesta actitud generalizada del kirchnerismo hacia su gestión porteña. Y concluye con una sentencia respecto de los planes sociales: si no generan “una reinserción en el mercado laboral privado, no sirven”. No fue lo que hizo como presidente: duplicó los planes sociales ante la amenaza de las organizaciones sociales de pasar navidad en el Puente Pueyrredón en 2016, uno de los tantos hechos que el libro omite.

METROBÚS

“No habíamos inventado nada”, reconoce Mauricio respecto de una de las obras insignia de su paso por la jefatura de Gobierno porteña, el Metrobús. En ese tramo, dedicado a la  “innovación” y plagado de autoelogios, habla del “temor” y de las “críticas internas” por llevar esa iniciativa a la 9 de julio, que era desaconsejada por su ex ministro de Obras Públicas, Daniel Chaín, pero defendida a fondo por quien fuera su ministro de Transporte en la Rosada, Guillermo Dietrich. “Guillo”, así lo llama, fue premiado por su fidelidad a una idea presentada como arriesgada.

Lo que omite ese tramo del libro es que la osadía había sido la propuesta de campaña de 2007: hacer diez kilómetros de subte por año. La ecuación resultó inversa: en diez años, entre 2007 y 2017, el macrismo extendió la red en 8,09 kilómetros. Buena parte fue la de la línea B, por la que el propio Chaín fue denunciado por sobornos. Roosevelt Desarrollos Inmobiliarios S.A., una empresa ligada al ex ministro, se hizo con terrenos caros a la obra, por donde iban a pasar las nuevas estaciones.

Sumado al tema de las ciclovías, Macri habló de “cambio cultural” que introdujo en la Ciudad, lo que le dio pié para mencionar a la “máquina de impedir”, una frase hecha en la que engloba a todos sus enemigos: sindicatos, organizaciones sociales, “progresistas”, kirchneristas y demás yerbas como el Fuero Contencioso Administrativo porteño y sus “medidas cautelares en función de simpatías políticas”. El dato de color que bien hubiera merecido unos párrafos podría haber sido el maltrato que sufireron Elena Liberatori, Andrés Gallardo y otros jueces que le vetaron desde despidos masivos hasta aumentos  en el subte.    

CROMAÑÓN

El apartado dedicado a la tragedia que cambió para mal a toda una generación de jóvenes fue aprovechado para fustigar al presidente en funciones. Allí se mencionan los esfuerzos que Alberto Fernández, entonces jefe de gabinete de Néstor Kirchner, realizó para evitar que la Legislatura le realizara el juicio político a Aníbal Ibarra, lo que allanó el camino de Macri hacia el Ejecutivo porteño.

Macri recuerda el pase emblemático de Eduardo Lorenzo Borocotó, hombre que pasó a la historia por haber asumido su banca en 2005 por el Pro para aliarse con el kirchnerismo a poco de asumir. Macri recuerda que el pase se dio luego de una reunión con Fernández, a quien también acusa de querer torcer voluntades como la del “Chango” Farías Gómez, electo como legislador en 2003 y que votó finamente la destitución de Ibarra.

Macri dice que el hoy presidente actuó con “torpeza y cinismo”. Los propios son lindos y buenos, los ajenos son feos, sucios y malos.

Para el autor del libro, Cromañón “expuso la negligencia” de la “casta política, como años más tarde la llamó Javier Miliei”, en un guiño a los libertarios. Pero nada dice, por ejemplo, de la tragedia de Time Warp, que se cobró la vida de tres jóvenes en el espacio de Costa Salguero administrado en parte por una diputada del Pro, Carmen Polledo. Tampoco hace mención alguna del sospechoso incendio en los depósitos de Iron Mountain, en el que murieron seis bomberos federales, tres bomberos voluntarios y un miembro de Defensa Civil.

INDOAMERICANO

“A fines de 2020 tuve el enfrentamiento más dramático con la máquina de impedir”, dice Macri respecto de la represión en Villa Soldati que terminó con la muerte de Rossemary Chura Puña, Canaviri Álvarez y Bernardo Salgueiro (cuyos nombres ni menciona) y que hirió con con balas de plomo a otras cinco personas que habían tomado el predio del Parque Indoamericano porque no tenían dónde vivir.

La responsabilidad de las muertes fue compartida entre la Policía Federal Argentina (PFA) y la por entonces flamante Policía Metropolitana (PM), que luego se fusionarían. Lejos de hacer una autocrítica, Macri le echa la culpa a Cristina Kirchner y a Oscar Parrilli, a quien, dice, intentó “convencer de pacificar” la situación. El ex presidente incluso dice que su Para qué cobró ese día “la mayoría de edad”.