Tras poco más de dos años de gestión del Frente de Todos, teñidos por la pandemia que obligó a reestructurar expectativas y redefinir prioridades, llegó finalmente el tiempo decisivo del tema más estructural y parte  aguas para el sistema político argentino en esta etapa del país. La escala que significaron las elecciones 2021, con sus fuertes debates y reordenamientos al interior de las principales coaliciones, fue solo una para previa a la estación terminal, a la que comenzó a arribarse desde la presentación del acuerdo con el FMI y su tratamiento el jueves en Diputados. Los movimientos de cada sector antes, durante y después de la sesión en la que prácticamente se selló la aprobación del nuevo programa con el Fondo para la cancelación del que suscribiera la administración Macri en 2018, permiten algunas aproximaciones (parciales, esto es Argentina) a la dinámica que pueda adquirir la política para lo que viene.

Un primer saldo: el Gobierno sale más debilitado de lo que debería de un acuerdo que todo el arco político reconoce como inevitable, y la oposición termina más fortalecida de lo que podía imaginarse en un principio en relación a este tema. Los primeros pagaron un costo altísimo a partir de cómo se tramitaron las diferencias internas, que los dejaron a merced de la oposición. Los segundos no solamente salen prácticamente ilesos del arreglo de un problema del que son totalmente responsables, sin pagar los costos políticos que les cabían, sino que se llevan otras dos yapas: aumentaron y expusieron públicamente su capacidad de daño al Gobierno, algo que se demostró altamente redituable en términos electorales el año pasado, y quedaron como los garantes de una estabilidad y una gobernabilidad que el propio oficialismo no pudo garantizar por sus propios medios, trasladando toda esa tensión a la interna del otro lado de la grieta.

El mapa de Fondo

Más allá de las valoraciones que puedan hacerse sobre las jugadas de cada actor, a ese escenario se llegó a partir de decisiones políticas. Marcar un punto de inicio es jugar al huevo o la gallina, y aunque desde el kirchnerismo se argumenta una negociación “blanda” con el Fondo por parte del equipo económico, que además no fue debidamente comunicada y debatida al interior del frente, lo concreto es que el primer movimiento que pateó el tablero fue el rechazo de Máximo Kirchner al acuerdo al que se arribó y su renuncia a la presidencia del bloque en Diputados. Esa decisión llegó hace casi un mes y medio, y aunque muchos análisis la observaron como una posible maniobra de contención para la base propia del kirchnerismo, tanto a nivel político como electoral, su contracara fue la inmediata disparada del precio de los votos de la oposición en el recinto.

LA OPOSICIÓN

Con su capacidad de daño maximizada a sabiendas que el acuerdo no salía sin sus votos, Juntos por el Cambio tuvo el tiempo necesario para ordenar sus diferencias internas y llegar con una posición sólida y unificada al debate parlamentario. Lejos quedó el “no vamos a apoyar nada hasta que Cristina no se exprese” del ala dura del PRO, que hábilmente acomodaron Gerardo Morales y Elisa Carrió sumándose porotos en la discusión por la conducción del espacio. Sin ese proceso de zanjado interno quizás las posiciones públicas de JxC hubieran resultado mucho más endebles de lo que terminaron siendo entre el jueves y la madrugada del viernes.

El mapa de Fondo

Pero hubo otra decisión que, con el diario del lunes, llevó a ese fortalecimiento de la oposición. Martín Guzmán insistió, puertas adentro y con fuerte presencia en el debate público, en la necesidad de incluir en el articulado del proyecto de ley el programa económico con el que el Gobierno sustentaría el acuerdo con el Fondo. La jugada tenía su lógica, repartir responsabilidades con la oposición sobre las medidas económicas para alcanzar las metas estipuladas en el acuerdo y mostrar capacidad de conducción política frente al Fondo. Pero se lanzó desde una posición de debilidad por la dependencia de los votos opositores que no tuvo en cuenta el posible retruco. Quién sí advirtió esta cuestión desde un inicio fue Sergio Massa, el encargado de conseguir esos votos, y de allí las tensiones que surgieron en el Presidente de la Cámara baja y el Ministro.

Apurada por el primer borrador del proyecto y su famoso artículo 2 donde se incluía el programa económico de Guzmán, la oposición reaccionó en bloque como no lo había hecho ante la renuncia de Máximo, pasó a la ofensiva y puso en jaque al Gobierno. El resultado fue una doble ganancia para JxC: no solo consiguieron que el oficialismo tuviera que bajarse de su proyecto inicial, aunque cada lado de la grieta tenga su relato sobre el articulado que se terminó acordando, sino que unificaron su discurso en una línea que los permitió mostrarse al mismo tiempo duros con el Gobierno pero responsables con el país. Basta repasar sus discursos del jueves para rastrear dos ideas que se repitieron en casi todos: “somos los garantes de evitar una catástrofe para el país que el Gobierno no puede evitar solo”, pero “no somos responsables de su política económica ni del ajuste, no convalidamos subas de impuestos”, etc. Una línea coherente para su propio electorado, que podría haberse visto en crisis si el apoyo al proyecto no hubiera tenido esa dosis de combatividad.

El mapa de Fondo

CRISTINA

La ofensiva de JxC tuvo otro blanco directo e inmediato. El comunicado que la coalición sacó el miércoles por la noche, apenas conocido el acuerdo que llevó al dictamen de mayoría en comisión y permitió que el proyecto pasara al recinto el jueves, es una síntesis perfecta de la posición en la que quedaron. Después de vanagloriarse tanto en su sentido de la responsabilidad como en su rechazo al programa económico del Gobierno, sus últimos dos puntos dispararon contra el kirchnerismo: “Consideramos una gran irresponsabilidad institucional del oficialismo no haber logrado reunir la totalidad de sus diputados”, y “por último, esperamos que en el Senado la vicepresidenta está a la altura de su cargo”. Antes del tratamiento en Diputados y con palo a Máximo, la pelota ya volaba a la cancha de Cristina.

Pero el cuestionamiento al silencio de CFK durante todo este proceso desconoce las palabras que la propia vicepresidenta expresara más de una vez en sus cartas, su vía de comunicación predilecta en los últimos tiempos. “La lapicera no la tiene Cristina. Siempre la tuvo, la tiene y la tendrá el Presidente de la Nación” escribió CFK el 27 de noviembre del año pasado, y sus dichos respondían a un titular de Clarín que versaba “El FMI, la lapicera de Cristina Kirchner y la disputa que recrudece de Alberto Fernández con la vicepresidenta”. Innecesario traducir el explícito deslinde de responsabilidades de CFK sobre el acuerdo al que pudiera arribar el Ejecutivo.

El mapa de Fondo

En una carta anterior publicada tras la derrota en las PASO, quizás la más explosiva de las que jugó en estos dos años, Cristina expresó sin lugar a ambigüedades: “he sufrido un vicepresidente declaradamente opositor a nuestro gobierno. Duerman tranquilos los argentinos y las argentinas… eso nunca va a suceder conmigo”. De esos posicionamientos puede inferirse que la presidenta del Senado no obstaculizará la salida del acuerdo, y ya trascendió que habría habilitado la libertad de acción para los legisladores que le responden.

De todas formas el acuerdo político con la oposición parece alejar este fantasma y le quita cierto peso a la responsabilidad de CFK por conseguir votos.  De lo que no podrá eludirse la vicepresidenta es de que su cara termine siendo la foto final de la aprobación del acuerdo
El mapa de Fondo

MASSA

Ese acuerdo con la oposición, que aliviana a Cristina Fernández y que dispensó a Máximo Kirchner de una mayor responsabilidad que el costo político que pueda pagar por su rechazo al proyecto, lo tejió Sergio Massa. El titular de la Cámara baja surgió en la última semana como el gran articulador del acuerdo y lo capitalizó políticamente. Tapó el hueco de votos que dejó la renuncia de Máximo y La Cámpora, subsanó la falta de tacto de Guzmán al intentar que la oposición le avalara su plan económico desde una posición de debilidad, desfiló por los medios mostrándose como el gran mediador y hombre de Estado, y quedó posicionado al interior del Gobierno como un eslabón imprescindible para todo lo que va a haber que acordar de acá en adelante con la oposición si la fractura política con el kirchnerismo se mantiene. Saldo más que positivo para un actor con aspiraciones de poder, de conocido diálogo con los EEUU (y por ende con el FMI), en una coalición gobernante donde nadie sintetiza al conjunto y no hay candidatos claros ni poco devaluados para el 2023.

El mapa de Fondo

MÁXIMO Y LA CÁMPORA

Massa y Máximo se reunieron inmediatamente después de la votación en Diputados para evaluar cómo había quedado el mapa de votos. El líder de La Cámpora terminó menos debilitado de lo que se suponía en un principio. Logró llevar el número de 17 Diputados referenciados con su organización al doble. Más allá de los votos negativos y las abstenciones, el documento que circuló apenas terminada la sesión y en la que se explican los argumentos del rechazo al proyecto contó con 34 firmas. Puede suponerse allí una especie de sub bloque oficialista que intervendrá con cintura propia en los debates por venir referidos al programa con el Fondo, y por qué no en otros temas que desde el kirchnerismo se vienen cuestionando hace rato, como las tarifas o la política económica del Ejecutivo que en 2021 tildaron de “ajuste” e identificaron como el motivo de la derrota electoral.

Lo cierto es que si esas discusiones logran darse con la armonía necesaria para que el Frente de Todos permanezca unido, Máximo Kirchner, La Cámpora y los sectores del frente que lo acompañen cumplirán un rol clave en lo que viene. Ya comenzaron a hacerlo con el documento en cuestión, donde se refuerza la idea de que el Fondo ya no estaba en la Argentina, que el que lo trajo fue Macri y no el actual Gobierno del Frente de Todos. Con el macrismo lanzado a reescribir lo que Kicillof llamó “la fábula macrista sobre la deuda y el fondo”, el relato que se instale sobre estos temas reportará en un capital político invaluable para el sector que gane ese debate cultural. La investigación judicial sobre la irregularidad del crédito asumido por Macri y su malversación sigue en curso y la disputa por las responsabilidades está abierta. Que la suscripción de un nuevo programa con el Fondo no sumerja esta cuestión en el olvido social resulta tan necesario como imprescindible, y el kirchnerismo es, por historia y por definiciones políticas e ideológicas, el actor que puede ser abanderado de esa pelea.

El mapa de Fondo

EL ALBERTISMO

Por otro lado, si el FdT llega unido a 2023 la contención electoral del núcleo duro kirchnerista será una condición sine qua non para la posibilidad de una reelección. Los halcones albertistas, que se apuran a sugerirle al Presidente un mayor alejamiento con CFK y MK, caen en el mismo callejón sin salida que quienes en el núcleo duro K sólo ven tibieza y acuerdos con el status quo por parte de quienes hoy detentan efectivamente el Gobierno. La dinámica política de coaliciones requiere una superación de esas simplificaciones que, en última instancia, deberán dirimirse en una interna electoral a la que deberán llegar lo suficientemente cohesionados para no entregar el partido antes de jugarlo.

Con un Gobierno pagando costos más altos de lo que podría y semi partido, con un reacomodo interno de sus partes para ocupar distintas posiciones en lo que viene y el desafío de encontrar una nueva visión de conjunto, con una oposición que sale más airosa de lo que podía suponerse de este debate y una redefinición del mapa político con equilibrios cada vez más frágiles. Así avanza una de las discusiones más importantes de las últimas décadas del país y, sobre todo, para las décadas que vienen. Así arrancará desde el lunes una nueva semana caliente.