El peor momento de Milei y el desafío para el peronismo
El presidente perdió la agenda desde la condena a CFK y tuvo que recurrir a (algún) Conan para llamar la atención. El dólar se dispara, el mercado llama a irse del país y LLA pierde elecciones. Segundo semestre complicado para sostener el tipo de cambio. Desafío para el peronismo: salir de la estudiantina y ganar en las urnas
El presidente Javier Milei se muestra errático en las últimas semanas y su principal activo sigue siendo el desorden opositor. Esa sentencia podría explicar el momento actual de la política argentina, con desprendimientos en varios hechos de los últimos días que prefiguran lo que puede venir hacia adelante. Con un frente económico que empieza a complicarse, el oficialismo atraviesa tal vez su peor momento desde el 10 de diciembre del 2023, producto del desgaste de una gestión con pocos resultados para mostrar y a la que cada vez le quedan menos cartas en la baraja. Frente a eso, un peronismo fracturado y desorientado que no termina de acomodarse a la detención y proscripción de CFK y se arriesga a una derrota catastrófica contra un rival debilitado.
¿Por qué es el peor momento de Milei desde su asunción como presidente? La respuesta a esa pregunta es múltiple pero arranca por el desgaste lógico de una gestión tan audaz y disruptiva como carente de sustancia. El éxito económico y político de Milei fue bajar la inflación a partir de una mega devaluación inicial y sostener lo más planchado posible el dólar de ahí en adelante. Para ello, el oficialismo fue sacando conejos de la galera: pisar las importaciones y congelar la economía en su primer semestre de gestión, para aprovechar el superávit comercial impulsado por la energía y el agro; el fenomenal blanqueo del segundo semestre del 2024; un nuevo mega endeudamiento con el FMI y acreedores externos en el primer semestre del año en curso.
Todo eso le permitió llegar al momento actual con una economía atada con alambres, que no repunta y se sostiene con dólares prestados. Pero transcurrido el trimestre de oro, con una liquidación récord del agro, el Gobierno sigue sin acumular reservas, incumpliendo la principal meta del acuerdo con el FMI, y los ruidos electorales y sociales ya se traducen a los mercados.
Ayer, el tipo de cambio oficial tocó un récord de $1255. Comparado con los $1100 a los que llegó tras el acuerdo con el Fondo y la flexibilización del cepo, la suba es de un 14%. Los movimientos se dan en un contexto donde dos grandes jugadores del mercado financiero internacional, el JPMorgan y Morgan Stanley, recomendaron a sus clientes desarmar inversiones en el país y retirarse del carry trade con el que Caputo sostiene artificialmente una economía que no crece y en la que se pierden cada vez más puestos de trabajo.
El panorama se oscurece para el oficialismo si se considera todo lo que aún falta para las elecciones de octubre. El déficit comercial del primer trimestre informado por el Indec fue de unos U$S 5.500 millones, resultado del dólar barato y artificial que rememora el 1 a 1 menemista. La sangría por el turismo y la importaciones parece no tocar techo, y sin dólares frescos del agro para lo que queda del año, quemadas las cartas del blanqueo y del endeudamiento, y con vencimientos de deuda como los U$S 4.500 que debe pagar la semana que viene, la pregunta ineludible es: ¿de dónde sacará los dólares el Gobierno para evitar el nuevo ajuste en el tipo de cambio que el mercado le reclama?
Con el dólar en tensión, la desaceleración inflacionaria que tocó un piso en el 1,5% de mayo podría traerle otra mala noticia a Milei. El relevamiento de expectativas del BCRA indicó que la inflación de junio estará en el orden del 1,9%. Por su parte, la consultora LCG expuso que el promedio mensual se ubicaría por encima del 2%, con alimentos y bebidas empujando al alza. Dólar planchado e inflación a la baja, los únicos dos activos económicos del programa de Milei, en jaque de cara al semestre más complejo en materia de divisas y con las elecciones por delante.
Los impactos políticos, por supuesto, no se hicieron esperar. Todos los gobernadores del país consensuaron un proyecto que ya fue presentado en el Senado para el reparto automático de los ATN y el impuesto al combustible. La medida reuniría dos tercios en ambas cámaras y complicaría las cuentas fiscales del oficialismo, desnudando la falacia del superávit fiscal que Milei y Caputo sólo logran reteniendo recursos que pertenecen a las provincias.
A esto se suma la sesión en Diputados del miércoles, en la que la oposición logró hacer avanzar dos proyectos que preocupan al Gobierno: el del financiamiento universitario y de los fondos para el Garrahan. La derrota oficialista se sumó a la impericia por la cual las negociaciones con los gobernadores no consiguieron frenar el proyecto de los ATN y el impuesto al combustible, anticipando una posible noticia que significaría una catástrofe para Milei: la pérdida del poder de veto.
Sin un control aunque sea mínimo del Congreso, el frente político y el económico se le pueden complicar aún más a un presidente que, en ese contexto, intenta infructuosamente volver al centro de la agenda por todas las vías posibles. Alguna versión de Conan se hizo presente en un streaming este domingo, una carta que Milei se tuvo guardada desde que es presidente y que logró que apenas unas 14.000 personas miraran el programa en vivo. Hasta “el jefe” se apersonó en el canal amigo del oficialismo para intentar un impacto que no se verificó en la discusión pública. ¿Manotazo de ahogado desperdiciado?
Los ataques a la oposición y al periodismo recrudecieron también en los últimos días como una muestra más de la desesperación oficialista. Kicillof fue el blanco elegido por Milei, que se equivocó al subirlo al ring de una discusión nacional como YPF, en la que el gobernador le dió cátedra y el Estado argentino terminó haciendo con la apelación del fallo de la jueza Preska lo que el bonaerense estableció como respuesta necesaria a la avanzada de los buitres. Por mucho insulto que reparta a los cuatro vientos, Milei queda expuesto por fuera de núcleo de fanáticos como un presidente sin sustancia, sin argumentos y sin programa político ni económico. La caída de 4,6% del índice de confianza en el Gobierno que elabora la Universidad Torcuato Di Tella es una expresión de esta dinámica.
Peor aún, el oficialismo fogonea una intolerable persecución política contra el peronismo que viola todo tipo de convivencia democrática. En los últimos días fueron encarcelados y acusados de asociación ilícita con fines políticos seis militantes peronistas, entre los cuales se encuentra la jefa del bloque del Concejo Deliberante de Quilmes, Eva Mieri. Los detenidos quedaron incomunicados y hasta algunos fueron trasladados a cárcel común, como si se tratara de criminales. El hecho por el que se los acusa es haber colgado un pasacalles en la puerta de la casa de José Luis Espert, y haber tirado estiércol en la puerta del diputado que pide cárcel o bala y que se cuelgue en la plaza a opositores políticos. Para la justicia argentina, el escrache de los militantes representa una agresión mayor a la convivencia que los dichos del diputado.
¿Cuánto efecto positivo le reportará al oficialismo esta serie de manotazos de ahogado, frente a un clima económico que se complica y a un mapa político que se le revela más adverso que nunca? La respuesta dependerá, en buena medida, de lo que consiga construir como alternativa el peronismo.
Luego de arrasar el domingo en Formosa y ganar seis importantes ciudades en Santa Fe, entre ellas Rosario, el universo del peronismo y sus aliados se enfrenta al enorme desafío de no dejar pasar el mal momento oficialista, calibrar la mira y apuntar con efectividad a los temas de discusión que tienen potencialidad de impactar en las agendas del electorado. El modo estudiantina de las acciones directas sin otro resultado que el encarcelamiento de sus militantes no mueven el amperímetro en este sentido. Tampoco los shows como el que se dio en la sesión de Diputados, con varias legisladoras del peronismo increpando a Espert, que decantó en que se levantara una sesión donde la oposición podía seguir avanzando en temas clave como la estafa Libra, y que además le dejó la victimización servida al Gobierno.
La sangre caliente por el injusto encarcelamiento y la proscripción de CFK mal puede ser la consejera que guíe las acciones del peronismo. La movilización popular que amagó en la semana de su condena y coronó con una Plaza de Mayo explotada se diluyó, lógicamente, con el paso de los días. La sociedad argentina, y también la militancia peronista, sufre ya una década de caída en sus niveles de vida y una frustración profunda por las soluciones que ninguna dirigencia política pudo ofrecer en la cuantía necesaria. Convocar a esa sociedad y esa militancia a una resistencia callejera que siembre un clima de conflicto pensando en alterar de esa forma en contexto político sería una estrategia destinada al fracaso.
La única salida del atolladero está en las urnas y para encontrarla el peronismo debe ser extremadamente inteligente y preciso en un momento bisagra. Primero, debe llegar no solamente unido a las elecciones, sino con todos los sectores representados en la unidad que se consiga y dispuestos a poner toda la maquinaria en juego para obtener el mejor resultado posible, tanto en septiembre como en octubre. Si priman las especulaciones, los cálculos sectoriales y las rencillas personales, todos saldrán extremadamente perjudicados: el cristinismo perdería fuerzas para afrontar futuros avances judiciales contra CFK, que el establishment ya reclama; Kicillof vería complicado el segundo tramo de su mandato y consecuentemente su aspiración a ser una alternativa para el 2027; el resto de los actores se diluirían en una desintegración de alcances incalculables y consecuencias preocupantes.
El momento político exige una responsabilidad extrema por parte de todos los sectores opositores a un oficialismo que no sólo avanza en la destrucción del aparato productivo y la economía nacional sino que, y mucho peor aún, amenaza como nunca desde el 2001 para acá la convivencia democrática y los acuerdos sociales más elementales. El pueblo y la historia argentina merecen una dirigencia que esté a la altura.