En pleno clima de tensión por el agotamiento social frente a la cuarentena y de necesidad del oficialismo de renovar su estrategia de aquí a las próximas semanas, Santiago Cafiero comienza a asumir el papel de soldado de confianza de Alberto Fernández, para sostener la firmeza del Gobierno a capa y espada. En su tarea, busca marcar la cancha a la oposición y, al mismo tiempo, sellar la confianza del ala kirchnerista del oficialismo que, al día de hoy, sigue mirándolo con sinsabor.

Con una presencia en aumento en los medios de comunicación, el jefe de Gabinete adoptó una postura de beligerancia contra las diferentes manifestaciones de crítica hacia la gestión de Alberto Fernández. En ese sentido, en vista de un panorama cada vez más desafiante para el Gobierno, Cafiero busca inyectar intensidad al rol que le toca y no limitarse a un mero repetidor de las decisiones de la cúpula de Casa Rosada.

A diferencia de antecesores que también supieron jugar el papel de espadachines de la Presidencia, tales como Aníbal Fernández o Marcos Peña, que se centraron en poner un escudo y proteger la imagen de sus respectivos gobiernos, Cafiero busca congeniar la defensa permanente del proyecto oficialista para avanzar de frente contra la “pesada herencia” del macrismo.

“Hay una oposición constructiva, pragmática, que trabaja cooperativamente. Y después hay una oposición que se apoya en la angustia de la gente para generar algún rédito político”, fueron las recientes declaraciones del jefe de Gabinete respecto al “banderazo” del último fin de semana en nombre de Vicentin, donde no escatimó en apuntar los cañones hacia la gestión de Cambiemos.  “A Vicentin la funde el macrismo. Había dejado ‘colgado’ a 2.600 proveedores y productores. Lo que hay que ver es también esto: la política de rescate de la empresa es también una amplitud del presidente, porque lo que se busca acá es rescatar a los que producen y trabajan”, definió Cafiero.

Esta retórica ya puede evidenciarse en declaraciones proferidas a principios de junio, cuando sostuvo que “con Macri gobernando, esta pandemia hubiera sido una catástrofe”. Allí mismo, apuntó también a la herencia cambiemita al señalar que Alberto Fernández fortaleció el sistema de salud en un tiempo récord con una Argentina quebrada que dejó Macri”.

Esto también se pudo ver la semana pasada en su intervención en el Congreso junto a CFK, donde el Gobierno hizo su primera presentación fuerte de balance en el ámbito legislativo frente a la oposición. Allí, el jefe de Gabinete también aprovechó para despacharse contra la gestión de Cambiemos. “Nuestro país ya estaba en pandemia cuando asumimos en diciembre del año pasado”, reflexionó Cafiero en el marco de las casi 700 preguntas que respondió en un informe escrito, y añadió que durante el período 2018-2019 “Pymes y comerciantes estaban desahuciados por una política de especulación financiera y unas tarifas que los dejó a todos al borde de la quiebra”.

Este tipo de posicionamientos, al mismo tiempo que buscan resguardar la imagen de Fernández, buscan también trazar un vínculo con los sectores de la opinión pública más radicalizados con el ala kirchnerista. Es que, durante la primera mitad del 2020, el oficialismo mantuvo sus propias diferencias entre quienes destacaban el perfil bajo y vocación dialoguista del nuevo Gobierno, y quienes miraban con sospecha de “tibieza” la falta de épica militante en la performance política.

En ese escenario, Cafiero quedó parado como el hombre íntimo de Fernández y cara visible de un “albertismo” todavía sin demasiada forma definida, a mitad de camino entre un neo-alfonsinismo y el recuerdo lejano del “kirchnerismo de Néstor”. Los sectores políticos y civiles aun leales a la “década ganada” nunca terminaron de abrazar del todo la figura moderada del “chico bien” encarnada del jefe de Gabinete. Este nuevo movimiento hacia un lenguaje subido de tono y batalla directa contra el macrismo buscará despejar dudas sobre cuál es la chapa de Cafiero, de cara a un segundo semestre de inminentes complicaciones para la Casa Rosada.