Alicia fue por primera vez a una ronda de las madres en el verano del 82. Aquella tarde en la Plaza de Mayo “hizo tanto calor como hoy”, que hacen más de 35 grados, dice. Llevaba apenas unos días en Buenos Aires, de regreso de su exilio español. No está segura de haber visto a Hebe ese día, pero sí recuerda el desamparo y la soledad de esas “pocas mujeres con pañuelos blancos, todas muy juntas, caminando en silencio”. Dice también que cuando las vió, apretó fuerte la manos a sus dos hijas, se dio media vuelta y se fue. “Es la primera postal que tuve de mi vuelta a un país desolado, al que me costó mucho acostumbrarme”, sigue, mientras se abanica.

La columna con la que llegó —de la “Mesa por la Memoria” de Lanús— para darle el último adiós a la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, avanza hacia el escenario, montado sobre uno de los laterales de la Plaza. Todos buscan un lugar a la sombra: de las baldosas y de los cuerpos amontonados emana una sofocación imposible. “Es natural que Hebe y las madres se nos vayan llendo, pero igualmente siempre van a estar”, piensa Alicia. “Lo importante es que prevalezca su legado”, agrega.

“Y el legado de Hebe es distinto a todos. Porque ella tuvo lo que hay que tener para conducir. Y no sólo condujo, sino que lo hizo en nombre de sus hijos y de todos los desaparecidos, ella decía que su lucha la había parido a ella como luchadora. Eso me sigue conmoviendo y creo yo que la distingue de todos nosotros”, concluye Alicia. Tiene 74 años y una militancia de tantos otros. “A mí ni me vengan con eso de que gritaba, puteaba. Yo soy de las que empatizaba con su manera de ser y decir. Decía que lo que muchos callaban”, explica y cuenta que se enteró de la muerte mirando la televisión. Desde ese momento esperó a que llegase el jueves, para la ronda.

Como ella, hay cientos, miles de mujeres y varones de más de 60 cuya trayectoria política está atravesada por imágenes relacionadas con el movimiento de Derechos Humanos. “Las madres siempre están”, dice Jorge, protegido del sol por un sombrero de paja y unos lentes. Lleva una guayabera blanca, abierta en el pecho. “En los 90s, durante la resistencia. En el 2001, contra la represión y la miseria. Y después en el proceso de memoria”, dice. Por eso, agrega, está triste, “pero contento también, porque Hebe ya es eterna, en todos nosotros”.

Jorge, que tiene 68, recuerda haberse cruzado con Hebe en más de un plenario en los que se preparaban el 24 de marzo o acciones concretas de derechos humanos. Él también milita: era muy chico cuando un grupo de milicos ingresó a la fundición donde trabajaba. Recuerda la imagen de los delegados de la comisión interna apoyados con la cara en el piso y una bota en cada uno de sus cuerpos. Volvió a activar en democracia, después de un largo silencio. “Hebe era brava eh, no sólo parecía. Eso era incómodo para muchos: por ejemplo, ella no estaba de acuerdo con que algunos familiares cobraran en su momento la indemnización del Estado. Nadie puede reprocharle que era fiel a sus ideas”, concluye.

El último adiós a Hebe: “Vamos a seguir tu lucha”

LA CEREMONIA

Pasadas las tres de la tarde, y bajo un sol tremendo, la tradicional camioneta blanca que habitualmente trasladaba a Hebe y al resto de las madres ingresó a la Plaza y atravesó un bar de banderas y militantes de La Cámpora, el Movimiento Evita y el resto de las organizaciones sociales y de base del kirchnerismo. Entre los que buscaban evadir el agobio a la sombra de un árbol sin perderse algún detalle de la ceremonia estaban el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, y el dirigente de La Cámpora y ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia, Andrés "Cuervo" Larroque. También se los vió a la exministra de Cultura Teresa Parodi, al exministro de Economía, Amado Boudou y al referente de ATE Capital, Daniel Catalano, todos muy cercanos a Hebe.

El encargado de bendecir los restos de la presidenta de las Madres fue el Padre Paco Olveira, del Grupo de Curas en Opción por los Pobres, quien llamó a “continuar con su lucha” para luego dar inicio a la ronda número 2328, cuya columna principal portaba una bandera azul con la leyenda “Amor con amor se paga” impresa en letras blancas.

El cesto con las cenizas de Hebe fue enterrado por un grupo de madres en el pequeño jardín que rodea a la Pirámide de la plaza, donde también están los restos de Azucena Villaflor.

El último adiós a Hebe: “Vamos a seguir tu lucha”

“Nos cuesta convivir con la idea de que su presencia física va a estar. Pero siempre va a estar en nuestros corazones, más allá de su lucha por los derechos humanos, que parió una consciencia infinita, que fue mucho más allá, no dejó tema por tocar sobre el conjunto de derechos de nuestro pueblo”, aseguró Larroque.

“Si algo caracterizó a Hebe es que hizo propia la lucha de sus hijos. Era una figura disruptiva porque en plena dictadura y después en la democracia hacía lo que muchos no se atrevían”, apuntó por su parte el referente de HIJOS, Carlos Pisoni.

"Tuve suerte de conocerla en un momento tan terrible como en 1978 y de estar muy cerca de tantas enseñanzas", sostuvo por su parte el ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer. "Hebe iba unos pasos más adelante e iluminaba el camino. Va a ser un ejemplo que quedará en la memoria para siempre", agregó.

Ya desde el escenario, hablaron las madres. “Ella era un orgullo para mí, aunque me hizo una jugadita bastante fea, porque era yo la que me tenía que ir”, dijo Visitación Folgueiras de Loyola. “Vamos a seguir su ejemplo, sus consejos y su bondad tan hermosa, con ella y con Cristina”, dijo y cerró con un “los quiero a todos”.

“Nos amábamos”, siguió Josefa de Fiore. “Hebe ahora nos va a iluminar para ver cómo tenemos que seguir. Nos va a dar más fuerza. Hebe, te re quiero, no te vas a ir nunca”.

“Hebe decidió ser Hebe para ser la voz de los sin voz, de nuestras hijas, de nuestros hijos, pero de quienes viven en los bordes de esta sociedad injusta, de los excluidos”, dijo por su parte Sara Mrad.

“Ojalá te pueda honrar. Fuiste única. Me gustaría prometerte y poder cumplir la promesa de seguir tu lucha”, cerró Carmen Arias.