La semana inicial de rodaje de la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández confirmó las mejores presunciones que habrá tenido la ex presidenta cuando se la propuso a quien fue el primer jefe de gabinete de su gobierno. Haber pasado de tres PBI a medio millón de pesos de deuda en expensas como denuncia en la Argentina del Lawfare es la mejor prueba de que la dinámica del juego ya es otra. Bastó con que la oriunda de Tolosa se corriera apenas un poco del centro de la escena para que perdiese efecto la lógica que regía hasta el sábado pasado las movidas oficialistas desde antes de serlo: ataque al adversario mediante el Código Penal. No debería sorprender, dicha estrategia suponía el protagonismo de ella. También es verdad que su caudal de votos no puede desperdiciarse, su foto en la boleta pero en otro rol resolvió la complejidad.

Lo mismo expresan las puestas de esquemas en revisión tanto en el gobierno nacional como en lo que hasta esta hora todavía se llaman Alternativa Federal y Consenso 19. Como explicó en su blog (Deshonestidad Intelectual) Manolo Barge, la desesperación de Olivos se expone en la gran cantidad de hipótesis de reconfiguración que arriesgan cuando todavía el peronismo no ha definido postulante en la provincia de Buenos Aires, donde hasta nuevo aviso sigue compitiendo la gran esperanza blanca (María Eugenia Vidal, de quien hasta hace nada se decía que arrasaba en las encuestas). ¿Tanto revuelo frente a lo que en definitiva de momento es nada?

Peor es el estado de situación en la cada vez más estrecha avenida del medio que (encima) se disputan Alternativa Federal y Consenso 19, porque si en armados tan escasamente poblados hay disputa, ¿cómo se supone que lograrán los grandes acuerdos que, todos dicen, harán falta para afrontar la pesada herencia que deja Mauricio Macri, algo sobre lo que también CFK viene alertando, y en lo que hizo especial énfasis en el video en que comunicó la novedad en comentario? Bien señaló Horacio Verbitsky que todas las especulaciones maliciosas sobre el objetivo de la designación de Alberto sirven para ocultar ese diagnóstico tan certero sobre la crisis.

El fino equilibrio conseguido por la combinación presumiblemente más taquillera del justicialismo, en cambio, marida con la convocatoria amplia que vendrá como paso cero de gobierno, si vencen. De nuevo: la calidad bien entendida empieza por casa. El Fernández varón no será ningún títere porque de él dependen los pactos necesarios, habida cuenta que muchas contrapartes no se sumarían si a la cabeza estuviera Cristina, así sea por incapacidad de superar viejos rencores. Pero ella también es vital en tanto conducción de la fuerza legislativa más grande en un gobierno que, como se dijo en esta columna el domingo pasado, deberá charlar mucho en el Congreso. Quienes se pasaron de largo en la grieta no aceptan que se haya llegado a tal grado de síntesis.

Vale la pena insistir en un concepto: no se trata de subestimar las urnas, pero ya que al macrismo no lo acompañaba la economía, le era imprescindible no perder su vitamina política, que el Fernandazo le trituró. Si el combo peronista (que incluye ya 18 partidos a la espera del Frente Renovador de Sergio Massa y la oferta de Daniel Scioli para pelearle algún voto al no-kirchnerismo que juega por afuera) cruza la barrera de los 40 puntos en las PASO de agosto, el caldo se espesará. De ahí a octubre habrá once semanas, alrededor de cincuenta ruedas cambiarias en temporada baja de dólares, en un país acostumbrado a la fuga en épocas electorales, sin más desembolsos del FMI a la vista y con todas las demás variables estropeadas a niveles de 2001/2.

Si Donald Trump de veras quiere conservar a Macri en Balcarce 50, va a tener que ponerse.