FEDERALISMO: LO NUEVO Y LO VIEJO

Entre las dimensiones que configuran al Federalismo (concebido aquí como el conjunto de arreglos institucionales que conectan unidades constitutivas horizontal y verticalmente con una instancia federal / nacional, a través de mecanismos que posibilitan tanto el auto-gobierno de las primeras, como el gobierno compartido; Elazar, 1987 en BENZ y BROSCHEK, 2013:2), a las/os politólogas/os les interesan dos: la dimensión política, y la dimensión fiscal (así como los no siempre obvios nexos entre ambas).

En relación a la primera, especialmente, ¿Cómo se distribuye el poder político entre niveles, y entre unidades del mismo nivel? En relación con la segunda, tres cuestiones particularmente: ¿Qué recursos se recaudan y en qué nivel? ¿Cuánto percibe cada nivel, y luego cada unidad del mismo nivel? Finalmente, si ¿Eso que debe percibir cada unidad constitutiva llega automáticamente, o hay márgenes de discrecionalidad en el timming?

Una mirada tradicional sobre los arreglos federales, que abreva en distintas disciplinas, puede describirse así: el Federalismo es bueno (incluyendo “las abstractas ventajas de un gobierno descentralizado respecto de uno centralizado”; RODDEN, 2005:1), y los políticos son malos. Corolario de esa mirada: un conjunto de recomendaciones, para construir federaciones óptimas, pero que fracasan en capturar (describir, comprender y explicar) las federaciones realmente existentes (RODDEN, 2005:2).

La Ciencia Política, en la actualidad, es menos propensa a juzgar; no era el caso a inicios del SXX, por caso (SHEPSLE y BONCHEK, 1997). Hoy se concentra en intentar explicar ¿Por qué el Federalismo es el que es, y no es de otra manera? Por caso, ¿Puede confiarse siempre en que el nivel subnacional podrá hacerlo mejor que el nivel federal? De acuerdo a cómo funcionan las federaciones realmente existentes, esto no es siempre así (FEREJOHN y WEINGAST, 1997:8-9). En definitiva, lo que encontramos es un atractivo debate signado por lo antiguo Vs lo nuevo, en clave de un abordaje normativo vs uno positivo (RODDEN, 2006; ARDANAZ, LEIRAS y TOMASSI, 2012).

¿Y POR CASA CÓMO ANDAMOS?

Las dinámicas federales se han transformado en los últimos 25 años en un renovado foco de interés de politólogas y politólogos, aunque por razones diversas. En América Latina (pero no sólo en ella), el particular interés que ha capturado el estudio del Federalismo ha coincidido además con el reconocimiento de la paulatina desnacionalizaciónde los sistemas de partidos y la consecuente territorialización de la política nacional (LEVITSKY, 2003; JONES y MAINWARING, 2003: CALVO y ESCOLAR, 2005; GIBSON y SUÁREZ CAO, 2010).

Sin embargo, en el intento de explicar qué es el Federalismo, o al momento de intervenir en la discusión sobre el federalismo que podría ser, una avenida separa a las y los colegas. No es una avenida tan ancha, y tiene algún que otro puente peatonal para pasar de un lado al otro. En palabras de Acuña y Chudnovsky. ¿Son las instituciones las que forjan los procesos sociales o son los procesos  sociales  los  que  crean  su  institucionalidad? (2013:13)

Para algunas/os colegas, el resultado del juego federal depende, en buena medida, de las reglas de juego vigentes. Si queremos cambiar ese resultado, tenemos que cambiar las reglas. Se infiere, ciertamente, que la pauta conductual de todos los actores es una y la misma. Si siempre harán lo que creen que más les conviene, debemos agitar frente a ellas/os una zanahoria lo suficientemente grande para que dejen de hacer aquello, y hagan esto otro. Ojalá fuera así de simple.

Para otras/os, el asunto es más complejo. Carlos Acuña dice que nuestro federalismo “…es un producto histórico que, con sus complicaciones y problemas, es el punto de equilibrio que supo alcanzar nuestra sociedad. Por lo que cualquier pizarrón alternativo tiene que tener a la historia, su lógica e inercia en el centro(ACUÑA, 2018. Comunicación personal). Y agregaría que ni las pautas conductuales (Elección Racional) ni las instituciones (en particular, la forma en que distribuyen poder político o recursos) constituyen la última instancia. No pueden entenderse entonces por fuera de la influencia de otros factores, como los ideológico-culturales, los socioeconómicos, los derivados del reconocimiento del papel del Estado y su potencial autonomía -factores políticos en sentido amplio-. En definitiva, para entender (luego explicar) el Federalismo, hace falta poseer un entendimiento de la matriz política en que aquellas instituciones y actores están inmersos.

Mi recomendación: si quieren ofrecer un pizarrón alternativo, asegúrense tener a un par de politólogas/os a mano.