El Gobierno hizo oficial una nueva prórroga de cuarentena y, como siempre, volvieron las incertidumbres. En este caso, en tanto, la nueva extensión del aislamiento llega acompañada de un incipiente hartazgo social por el encierro y, sin dudas, el impacto en el bolsillo de los argentinos que cada vez genera más angustia. Las miradas ahora se ubican sobre Alberto Fernández, quien comienza a quedar acorralado poco a poco por la necesidad de tomar un rumbo definitorio que empareje salud y activación económica, sin bajar la guardia ante el virus.

Un repaso. La semana previa a esta nueva extensión se vio marcada por varios elementos: desde marchas anticuarentena en pleno microcentro, la disparada de contagios en múltiples zonas del conurbano y la “rebelión” de intendentes del interior bonaerense que ya empezaron a presionar para reactivar sus economías regionales lo antes posible.

Mientras tanto, los números de impacto económico a causa del aislamiento ya comienzan a mostrar su cara más preocupante. Según los balances más recientes del propio INDEC, la actividad industrial retrocedió un 33,5% durante abril, mientras el rubro de la construcción cayó un 75,6% en ese mismo lapso. Las bajas en el sector obligaron al oficialismo a impulsar en los últimos tiempos paulatinas reaperturas en diferentes puntos del país y provincia de Buenos Aires. Tanto Alberto Fernández y Axel Kicillof buscaron poner el foco en estos gestos con las apariciones públicas que tuvieron en plantas industriales de Tigre, Campana, Zárate y Pacheco.

La pandemia, se sabe, está en todo el país pero atiende en el AMBA. La presión de los intendentes bonaerenses también se hizo sentir tanto en el oficialismo como en la oposición, en las decenas de pedidos de flexibilización a lo largo y ancho del territorio bonaerense, que fueron pedidos tanto Provincia como Nación. Desde Cambiemos, en tanto, fueron a fondo y decidieron plantar el ultimátum de flexibilizar así “tengan o no el permiso” de las autoridades.

Al mismo tiempo, el panorama se replica en la economía informal, donde organizaciones sociales insisten en recordar, a fuerza de olla popular y protesta, la delicada situación que atraviesan los barrios más vulnerables, la masa de desocupados y trabajadores informales que vieron cómo la cuarentena hizo desaparecer las “changas” de un plumazo. Hasta el momento, la situación es atendida con políticas de auxilio y el trabajo territorial para contener las demandas alimentarias y sanitarias. En el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, las villas y barrios populares concentran casi el 50% de los contagios de todo el distrito gobernador por Horacio Rodríguez Larreta.

La sociedad tiene un ojo en la enfermedad y el otro en la crisis económica. Todavía predomina la pandemia como problema prioritario, pero es claro que la economía viene asomando y que la reducción de ingresos se está volviendo un problema cada vez más acuciante”, señaló Facundo Nejamkis, director de dela consultora Opina Argentina, consultado por Infobae semanas atrás. A mediados de mayo, una encuesta realizada por la firma registró que el 80% de los argentinos vio reducido sus ingresos a causa de la cuarentena.

De nuevo la actualidad, si bien el anuncio de una nueva prórroga no tomó a nadie por sorpresa, sí fue llamativa por su duración pautada. Para el paladar de los medios, el anuncio del Gobierno dejó gusto a improvisación. Pasar de una extensión ya no por una semana o dos días como se hizo hasta ahora, sino por 21 días, fue leído tanto como una adaptación a la mentada “curva ascendente”, pero también como un golpe de efecto político en medio de una situación de no se avista un rumbo específico.

En tanto, el humor social comienza a mover el termómetro alrededor de la capacidad de contención del Gobierno frente a la pandemia. Cada prórroga agota un poco más la paciencia tanto de la escena política que necesita definiciones, como  de la sociedad civil que enfrenta una caída económica de alto impacto.

Mientras aguarda a cumplir sus primeros seis meses como jefe de Estado, Alberto Fernández deberá concentrar sus energías en cuál será el rumbo específico de la segunda mitad del 2020. Superar la crisis entre la necesidad de reactivar la actividad productiva y no caer flaquear ante el miedo al pico de contagios será un elemento decisivo. El Presidente y su equipo saben que el país no puede quedar atrapado en el dilema de “trabajar o cuidarse del contagio”. En especial en una Argentina donde el bolsillo preocupa tanto como un virus mundial.