Pandemia mediante, el 2020 termina con los peores índices de pobreza y desocupación de la historia reciente, incluso con indicadores peores que en 2001. Pero a pesar de todo, el vaticinio de un fin de año parecido a aquella revuelta popular que quebró un modelo de país y se llevó puesta la institucionalidad, no se cumplieron, otra vez. El referente de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), Gildo Onorato, explica que pese a que en los barrios la situación social es aún más grave que hace 20 años, las redes de organización y la propia experiencia política de las organizaciones permite descartar esa hipótesis de conflicto. Más ahora, dice, “que hay una articulación entre el Estado y las redes comunitarias, entre la gestión pública y la agenda de las organizaciones”. “Esa articulación no sólo permitió contener, sino además para nosotros permitió recuperar una de las tradiciones más fuertes del peronismo, que es empoderar al pueblo en la gestión pública”, dice en diálogo sobre Diagonales, en una charla a modo de balance sobre el rol de la UTEP en este año terrible y las expectativas para el 2021.

Llegamos a fin de año con la mitad de la población bajo la línea de pobreza, récord de desocupación y encima en una pandemia, y otra vez el famoso estallido social que se vaticina a menudo para fin de año no sucedió. ¿Qué cambió en los sectores populares para que tengamos otro diciembre sin sobresaltos? 

-Lo más importante fue que hubo una articulación durante toda la pandemia entre la gestión pública y lo que desde la Economía Popular llamamos la “red comunitaria”, y por sobre todas las cosas la agenda de los movimientos populares hoy está dentro de la gestión pública, y eso nos permitió desarrollar una política bien “peronista” en el sentido más político. El poder de las organizaciones del pueblo, por decirlo así, es también parte del Estado, hoy eso ve en la urbanización de barrios populares, en agricultura familiar y en Desarrollo Social, por ejemplo. Para nosotros, se trata de recuperar una de las mejores tradiciones del peronismo.

Precisamente por eso que decís, algunos sectores opositores les achacan a las organizaciones como la UTEP que están “de ambos lados del mostrador”, de hecho varios compañeros tuyos son funcionarios. ¿Cómo manejan esa tensión?

-Nosotros venimos de cuatro años de enfrentar las políticas neoliberales del macrismo desde la calle, pero cuidando la institucionalidad. Esa es una enseñanza que arrastramos desde el estallido de 2001 y de la masacre del Puente Pueyrredón: cuando se dan esos quiebres institucionales son los que menos tienen los que peor la pasan y ponen los muertos. Los últimos cuatro años fueron de madurez para nosotros porque incluso desde la calle sostuvimos un diálogo constructivo con lo institucional. Lo que sucede a partir del gobierno del Frente de Todos, del que formamos parte, es que ahora se le dio poder a las organizaciones desde la gestión del Estado. Cuando nos dicen eso de “los dos lados del mostrador”, respondemos que eso es peronismo. Somos muchos más peronistas que muchos otros compañeros, que cada uno saque sus conclusiones.

Gildo Onorato: “Los Movimientos Populares somos más peronistas que muchos otros compañeros”

Desde la vereda inversa, si se quiere, se llama a eso que nombras “clientelismo” y se machaca con que la argentina vive de planes sociales y no del trabajo. ¿Cómo se supera ese debate que parece sin salida?

-A mí me genera a esta altura cierta incredulidad, porque somos el principal sector que hoy dice que hay que generar trabajo y formalizar la informalidad y regenerar parte del mercado interno desde la Economía Popular, y estamos trabajando fuerte en eso y presentamos varias propuestas incluso en plena pandemia, que de alguna manera nos jugó en contra para ir a fondo con la idea. Sin ir más lejos, lo que hoy se llama “planes sociales” abarca a unas 600 mil personas, y nosotros en el Renatep (Registro de Trabajadores de la Economía Popular) ya registrados un millón de trabajadores informales este año, que necesitan un impulso del Estado para formalizarse y crédito para desarrollarse y crecer como actor económico y generador de empleo. Cuando se registre toda la Economía Popular, nosotros sabemos que vamos a tener más de 5 millones de trabajadores. En la órbita privada formal, hay unos 6 millones de trabajadores, así que es casi el mismo universo. Y la diferencia de ese universo con el de los “planes”, es abismal. La ayuda de los planes sirve para combatir la indigencia, pero para salir de los niveles de pobreza que tenemos hay que generar trabajo. De esta crisis se sale en parte con trabajo y con derechos para los trabajadores que no los tienen, es lo que venimos planteando hace varios años.

De todas formas hubo mucha gente que perdió su laburo en la pandemia y recurrió a las ayudas del Gobierno como el IFE, al que se anotaron 11 millones de personas. Una de las críticas al Gobierno fue que solo fueron 3 a lo largo de casi 9 meses, lo que terminó siendo muy poco. ¿No se quedó corta, paradójicamente, la ayuda estatal en la pandemia?

-En el momento más crítico del aislamiento medidas como el IFE fueron fundamentales. El Gobierno hizo una gran inversión en ese sentido y casi un tercio de la población fue subsidiada. Pero a partir de las aperturas el trabajo y el movimiento económico empezaron a recuperarse y nos parece que salida ahora no son más planes sino, como te decía, más trabajo. Por supuesto que hay gente que lo sigue necesitando, no vamos a negar eso, pero el horizonte tiene que ser integrar a los sectores informales al formal y reactivar desde ahí. Esa es nuestra hoja de ruta.

¿Esta crisis es peor que la de 2001, como se dice?

-Sí, por supuesto. De la misma profundidad, pero sostenida en el tiempo. Con niveles de desigualdad muchos más profundos, incluso. Y encima, con cuarentena. Pero a diferencia de hace 20 años atrás hay una red comunitaria mucho más extensa y desarrollada, que incluye a los clubes de barrio, la iglesia y por supuesto a las organizaciones sociales. Eso hace que podamos afrontarla de otra manera, sumado a lo que decía de que hoy nuestro pueblo es un pueblo de paz, a nadie le conviene que la crisis escale.

Gildo Onorato: “Los Movimientos Populares somos más peronistas que muchos otros compañeros”

Los primeros meses de la cuarentena, fuiste uno de los dirigentes que pedía en voz alta extender la entrega de alimentos. Los comedores estuvieron estallados promediando el otoño y el invierno. ¿Cómo está ahora la situación?

-Abril, Mayo y Junio fueron meses terribles, donde se desbordó la demanda alimentaria. Nosotros al día de hoy seguimos asistiendo a dos millones de familias, pero es cierto que al momento en que se empezó a apertura económica empezó a caer un poco la demanda alimentaria. Lo que notamos ahora es que baja mucho la asistencia a comedores los primeros 20 días del mes, pero los últimos diez hay un rebrote que llega casi a los niveles del peor momento.

Otro problema en los barrios fue el tema educativo, por la desvinculación con la escuela y la falta de conectividad. ¿Qué esperan para el año que viene?

-Fuimos muy críticos este año sobre cómo se manejó el tema educativo. Pedimos hasta el cansancio, también a los gremios docentes, que se abran las escuelas al menos para que funcione el comedor, la escuela es un centro clave para la vida en los barrios, como ordenador de la vida, en el mismo sentido que lo son los propios comedores, los clubes de barrio y las iglesias. Después, tuvimos y tenemos niveles de deserción escolar muy altos, nos preocupa muchísimo para el año que viene, cómo reconstruir esa relación. Hay que reabrir las escuelas y de una vez por todas saldar la brecha de la conectividad.

Los primeros meses de pandemia hubo varios replanteos sobre el modelo social, debates muy serios sobre cómo “aprovechar” la pandemia para avanzar en sociedades más justas, que con el tiempo quedaron en la nada. Algo de eso quedó de todos modos en algunas iniciativas del Gobierno, como el impuesto a las grandes fortunas. ¿Se perdió una oportunidad de ir más a fondo?

-Esa discusión nos atravesó a todos en todo el mundo y acá no fue la excepción. Este es un momento de transformaciones en el capitalismo, hay una crisis del modelo industrial a nivel global, y una transferencia del valor a los servicios. También hay otra crisis que tiene que ver con la “urbanidad neoliberal”, asfalto y más asfalto con grandes conurbanos de trabajadores pobres migrando a los centros urbanos, estallados. En ese sentido nuestro sector tiene planteos claros, sobre el rol del trabajo en este contexto y sobre la producción en agricultura familiar por fuera del AMBA.

Alberto asumió prometiendo “empezar por los de más abajo para llegar a todos”. Un año después, ¿cumplió?

-Fue en esa dirección. Por supuesto que los objetivos no se cumplieron al 100 por ciento, pero fue consecuente con esa promesa. Los logros serán discutibles, más en este contexto, pero se trazó esa línea de trabajo. El año que viene, si todo sale bien con la vacuna y la economía, creemos que hay que avanzar en lo que quedó pendiente este año, que es la agenda de generación de trabajo. Ahí hay un debe en el que hay que avanzar.