La albertización de Milei, el gobierno de Karina y un Frente de Todos devaluado
El Gobierno termina una semana crítica. Un presidente desdibujado y sin capacidad de imponer decisiones. Doble comando con el poder disperso y la caída de la imagen presidencial, que pasó de la mano de hierro al meme. Mucha mesa y poca reacción. Los mismos errores políticos del pasado, con peores resultados.
Y un día el león finalmente se mostró como un gatito mimoso. Acariciándolo, para controlar sus desequilibrios y conducir sus conductas, la verdadera dueña del circo ejerce el poder como nunca, con su amateurismo como marca. Ya no parece haber hierro lo suficientemente resistente para sostener el triángulo, y el puñal del peronismo abrió una herida por la que el Gobierno se desangra.
Entre los atributos de Milei, uno particularmente sostuvo todos estos meses su imagen personal por encima de la percepción de la gestión de Gobierno. Tras la experiencia fallida de Alberto Fernández, un presidente débil y con serios problemas para ordenar a su fuerza política y ejercer el poder, la firmeza que Milei exhibía para “domar” a todo el sistema político generaba un contraste en el cual el libertario se fortalecía. Pero lo que comenzó en la crisis por el escándalo de las coimas en la Andis se profundizó con la paliza electoral del domingo en la PBA y empezó a dejar desnudo al rey.
La albertización de Milei avanza a pasos agigantados. El presidente se mostró errático en sus últimas apariciones públicas y no pudo intervenir sobre las narrativas que se instalaron desde que se conocieron los audios de Spagnuolo. La firmeza que mostró para hacer volar del Gobierno a 170 funcionarios en un año y nueve meses de gestión, brilló por su ausencia a la hora de descabezar al entramado acusado de corrupción. El problema es claro: la cabeza de ese dispositivo es su hermana.
El poder de Karina en el Gobierno es otro de los factores de frentetodización del oficialismo. El doble comando que quedó al descubierto como una fractura expuesta debilita la imagen de Milei como un un presidente fuerte y en control del mando. Desplazar de la centralidad del dispositivo oficialista a Sebastián Pareja y a Lule Menem no fue solamente un reclamo de Santiago Caputo y Las Fuerzas del Cielo. Milei había decidido pegar el volantazo, que lo hubiera posicionado de otra manera tras la derrota bonaerense, pero Karina lo frenó porque entregar a sus comandantes la hubiera dejado muy debilitada mucho más allá de la interna oficialista.
Estamos entonces frente a un presidente que asumió y se planteó como todopoderoso, que domaba a propios y extraños y encabezaba el mejor gobierno de la historia de la humanidad, pero que ahora no puede echar a funcionarios de segundo orden, que lo hicieron perder en casi todas las elecciones que hubo en el año, por la decisión de su hermana. Al que se le rebelan los pibes en X señalándolo por traicionar su militancia y “la sagrada causa de libertad”. Al que los gobernadores le dicen que no se prestarán a una foto para su campaña, porque ya lo hicieron en el Pacto de Mayo y no sirvió para nada. Al que los mercados le empujan el dólar al techo de la banda porque ya nadie confía en su programa económico.
En parte, todas esas reacciones de distintos agentes del sistema político y económico frente a la deriva de las últimas semanas de Milei tienen que ver con la falta de respuestas del Gobierno a la crisis que atraviesa. El oficialismo armó tres mesas como única reacción a la paliza del domingo pasado. Algunos recordaban los tiempos frentetodistas de iniciativas como la mesa del hambre, que poco consiguieron en un contexto en que la economía no daba respuestas. Otros se rieron de que el mensaje fuera, a un año y nueve meses de gobierno, que el presidente se ponía al frente de las decisiones políticas. “Muchas mesas, parecen una mueblería”, sintetizó en una entrevista televisiva el ministro de Gobierno bonaerense, Carlos Bianco.
La crisis económica que se profundiza, la crisis política desatada y sin control, y las sucesivas derrotas electorales, con la paliza bonaerense como punto más álgido, empiezan a ubicar a Milei y al Gobierno en un lugar novedoso. ¿Cómo sigue gobernando un presidente cuya marca personal era la firmeza, luego de mostrarse incapaz de responder a los primeros grandes fracasos de su gestión? ¿Cómo se reactiva un Gobierno que necesita pegar un volantazo pero está paralizado por sus internas y la propia composición de núcleo de poder?
“El Gobierno ha entrado en un proceso que tiene dos características. Por una lado, una fragilidad institucional, producto de idas y vueltas sin claridad en las decisiones y la conducción política, con internas expuestas de tipo formal dentro del gabinete, y de tipo informal por grupos que hostigan, condicionan y complican desde fuera. Pero, por otro lado, ha entrado un proceso de fuertes contradicciones públicas entre sus discursos y lo que luego cristalizan en acciones concretas”, opina en este sentido ante Diagonales el experto en comunicación política Mario Riorda.
El experimentado comunicador y analista agrega que “la chance de que esto afecte la percepción que se tenía del presidente es muy fuerte. Porque una crisis, entre otros elementos, siempre significa una merma reputacional, pero además se la define técnicamente como la posibilidad de que se te quiebre o erosione el sistema de valores que te sostiene. Por lo tanto, la idea de un presidente duro para la toma de decisiones, solvente para la gestión económica, transparente y distinto a la casta, evidentemente empiezan a erosionarse, y la sucesión de escándalos impacta en la percepción moral de las personas. Siempre un escándalo deja estigmas muy sólidos”.
¿Va el Gobierno de Milei en una peligrosa dirección, ya recorrida por el Frente de Todos, hacia una gestión paralizada por sus internas e incapaz de responder políticamente a las crisis se le presenten, producto de un poder dividido en un doble comando entre el presidente y su hermana?
Riorda no concuerda con que el problema del oficialismo esté en una bicefalía del poder presidencial. “Creo que hablar de doble comando implicaría hablar de posturas encontradas y a veces hasta contradictorias. Eso puede suceder con otras áreas u otras personas del gabinete, pero no entre el presidente y su hermana”, sostiene. Sin embargo, el analista señala el rasgo que hoy por hoy buena parte del sistema identifica como nudo del problema en el oficialismo: “me parece que entre Javier y Karina Milei más que un doble comando hay un comando unificado, incluso con la idea que se tiene de la ascendencia de la Secretaria General de la Presidencia por sobre la figura del presidente. Diría que se trata de un único comando con esa rareza y particularidad”.
El Gobierno y el presidente entraron en una deriva riesgosa: pasar de la prepotencia a la incapacidad, de llevarse todo puesto a no lograr articular una respuesta sólida frente a un momento complejo, como un escándalo interno, una caída económica o una derrota electoral. Para un oficialismo outsider que llegó para “domar” y resetear al sistema político, ningún lugar puede ser peor que el del despoder y la fragilidad. Para un presidente que insultó a todo el mundo y blandi�� su mano de hierro no hay peor infierno que transformarse, él y su Gobierno, en un meme. Por esa cuerda floja, en la que ya resbalaron Alberto Fernández y el Frente de Todos, caminan hoy Milei, Karina y el experimento libertario.