La cosa no termina de arrancar. El Gobierno, que se propuso como eje de campaña hablar del futuro, ofrecer un horizonte de mejor vida para la sociedad abandonando las polarizaciones estériles y los tonos agresivos en tiempos de crispación, no consigue salirse del partido trabado, a las patadas y en el barro que le propone y le conviene a la oposición. Y lo peor es que no juega en esa cancha por méritos del rival, sino por errores propios.

El acto de unidad en Avellaneda sirve como botón de muestra. Con el escándalos de Olivos reverberando luego de un fin de semana de pura ebullición, y la pregunta de hasta dónde llegarán sus impactos copando todos los análisis, la reunión de la totalidad de la cúpula oficialista arriba de un escenario con los representantes de prácticamente todos los sectores del FdT sentados abajo, era una oportunidad para dejar otros títulos y tratar de salir jugando. Pero, una vez más, la etiqueta predominante resultó el “Ah, pero Macri...”, casi como si el libreto lo hubieran escrito Larreta y Carrió.

El manual de campaña para candidatos que se conoció hace unas semanas del FdT marcaba con fuerza la idea rectora de no polarizar de una manera agresiva, con temas alejados de la realidad cotidiana de la gente, salir de posiciones defensivas y sí focalizarse en ofrecer un futuro hacia el que estamos yendo y del cual estamos cada vez más cerca. “La vida que queremos”, ese slogan de campaña tan incongruente con la vida que está viviendo la enorme mayoría del país, apunta en esa dirección. Otro resaltado del mencionado manual era también no atacar innecesariamente a Macri, por el riesgo de volverlo más aceptable para quienes rechazan en mayor o menor medida al Gobierno. Poco de eso vio ayer Avellaneda.

LA PALABRA DE LOS CUATRO

Quizás quién más lo intentó fue el primero de los cuatro fantásticos de la unidad del peronismo y el Gobierno del FdT que tomó la palabra, Sergio Tomás Massa. El tigrense fue quien más respetó la consigna de un “contraste positivo y realista”, y en sus menos de diez minutos de discurso recorrió obras realizadas, medidas políticas y prioridades de gobierno para diferenciarse del macrismo.

La explosión de “cascos amarillos” de obreros de la construcción por todos el país, a raíz de la reactivación de obras paralizadas y la puesta en ejecución de nuevas, con el resultado de la creación de 240.000 puestos de trabajo en el sector; la triplicación del presupuesto para obras públicas, gracias al haber bajado los intereses de deuda a pagar, que florecían en los presupuestos macristas; la modificación del impuesto a las ganancias, promesa amarilla incumplida; la Ley de tarifas para zonas frías versus los tarifazos. Tales los motivos por los que Massa le pidió a los argentinos “no volvamos para atrás, siempre para adelante, en septiembre y en noviembre votemos para adelante”, encuadradísimo en el concepto de campaña de que en estas elecciones se decide cómo salir de la pandemia, si con reactivación y trabajo o volviendo al pasado.

Lo siguió en el uso de la palabra el Gobernador Kicillof, quien con su picante tono habitual volvió a recordar las obras paralizadas de Vidal y disparó contra la vuelta de Macri al país y a la agenda pública. Se preguntó por qué el macrismo no inauguraba esas obras que había recibido terminadas o casi terminadas, y ensayó una respuesta: “Uno podría decir que no había dinero. Pero no, porque se endeudaron como nunca en la historia argentina. Será para que nadie pueda reconocer lo que se había hecho en gobiernos anteriores”. El sector de la sociedad que ya piensa eso, difícilmente se convenza más de lo que ya lo está de una afirmación semejante. La pregunta es cómo lo reciben los que están en el medio y agotados de la grieta, ese target al que ahora todos apuntan.

CFK salió, como siempre, a copar la parada. Lo hace como nadie, es plenamente consciente de ello, y quizás no conoce otra forma luego de más de una década siendo la máxima figura de la política nacional, por lejos. Justamente por ello, sabía que sus palabras serían los títulos del encuentro, y en la agenda que eligió y el tono de su mensaje hay que desentrañar el lugar en el que busca posicionarse.

“Alberto, tranquilo, poné orden en lo que tengas que poner orden, no te pongas nervioso, no te enojes y metele para adelante” le dijo (sin mirarlo) la dueña los votos al que eligió para sumar los que le faltaban, pero que hoy está en duda cuánto suma y cuánto resta. “Cuando uno es presidente o presidenta en nombre de una fuerza nacional y popular, los errores, las fallas, las trasgresiones se magnifican en el caso de los gobiernos populares y se exacerbaban para irritar” le explicó ella, sobrada en experiencia, a él que comete “errores” como un adolescente que no termina de ser plenamente consciente de las consecuencias de sus actos.

Tal ejercicio de poder y liderazgo no termina de esclarecerse como una banca en público, una marcada de cancha para debilitar y condicionar la posición del Presidente, o ambas cosas a la vez. 

Y después está Alberto que, como dijo en la reciente entrevista en el formato Caja Negra, no quiere dejar de ser Alberto a pesar de ser Presidente. Sus actos lo reafirman. A la irresponsabilidad de la reunión en Olivos y la ingenuidad impune de sacarse una foto, le siguió una cadena de explicaciones entre falsas y erráticas que no hicieron más que magnificar el escándalo. Como si no hubiera sabido qué hacer, hizo todo lo menos recomendable y contradictorio de sí mismo, hasta que tuvo que ser rescatado por el acto de la unidad.

Su respuesta durante el mismo fue profundizar el contraataque que comenzó a ensayar un día antes den La Matanza, luego del flaco pedido de disculpas con atribución de responsabilidad a su “querida Fabiola” que apenas pudo balbucear en Olavarría. A los gritos, exagerando la pose, sacudió a la oposición por sus incongruencias en un discurso más propio de un candidato que busca chicanear a su adversario para que salte que de un Presidente que necesita ponerse por arriba para sumar eso que sumó en 2019.

“Yo veo otros candidatos bonaerenses que empiezan su campaña diciendo: ‘Yo no estuve en el gobierno de Macri’. ¡Qué impactante! Es el candidato de los que votan a Macri y empieza recordándoles que no tiene nada que ver en él”, golpe a Manes. “Los que sí estuvieron en el gobierno de Macri cruzaron la General Paz rápidamente para que se olviden lo que hizo en la provincia”, golpe a Vidal. “Los que vienen de la Ciudad a pretender ser candidatos están haciendo un curso rapidísimo para aprender de qué se trata la provincia”, golpe a Santilli.

¿Necesita el Presidente ese tono, esa pose en un momento tan delicado? La búsqueda es clara, hablarle al núcleo duro para salir del incómodo lugar en el que lo puso el escándalo. La pregunta es si tirarse así de cabeza al barro lo rescata de sus propias incongruencias o lo muestra más aturdido de lo que se lo vio en las primeras explicaciones que dio. Sea como fuere, no es el tono de campaña con el que el Gobierno pretendía tranquilizar una sociedad convulsionada por la pandemia para pedirle un voto de confianza en medio de la crisis económica.

LA AGENDA DE CRISTINA

En ese contexto, el resultado de estas elecciones marcará el reordenamiento de fuerzas interno del FdT de cara a los próximos dos años y la sucesión. Y a la idea de un “Axel 2023” no le conviene demasiado un Alberto Fernández ganador por mucho, con las cabezas de lista que él eligió y su gestión bajo plebiscito. Tampoco, claro está, puede leerse una intención de socavar el poder del Presidente para avanzar en una interna, fundamentalmente pensando en el explosivo contexto social que se vive. En esa clave hay que leer el doble juego de bancarlo y “picarle el boleto”, en el que se inscriben la marcada de cancha de CFK, o los tuits de La Cámpora recordando la cena de Macri con el FMI pero también haciéndole notar al PJ que olvidaron a “la jefa” en la foto con la festejaron los dos años del triunfo en las PASO 2019.

Lejos de la vida cotidiana de los votantes, la Vicepresidenta insistió ayer con la persecución judicial de la “república de morondanga” del macrismo como uno de sus ejes principales. El otro fue el endeudamiento con el FMI, en clara respuesta a las declaraciones de Macri negando la deuda que tomó. Más allá de la pertinencia del segundo y lo interminable del primero, lo que dejó en claro el acto de ayer es que el tono y la agenda de moderación pierden terreno de cara a las últimas semanas de campaña. No podría ser de otra manera si la centralidad pasa por CFK, y con el Presidente serruchándose el piso solo al oficialismo no pareciera quedarle más cartas que ella.

Ayer fue un paso más lejos. “Nosotros sabemos por qué somos peronistas o kirchneristas. Pero los que son macristas, o de Cambiemos ¿por qué son? ¿Qué razones, pueden invocar, derechos, garantías, símbolos o cosas? Muchas veces, en su gran mayoría, es el odio hacia el otro, hacia el que sienten diferente, y esto debe cambiar en la República Argentina” afirmó inundando de nafta la grieta. Justamente el tipo de discurso que podría ligarse a la idea de “con Cristina sola no se puede” que primó exitosamente en 2019, pero que parece ir abandonándose por propia impericia de los moderados del FdT.

Si la estrategia es plegarse sobre el núcleo propio porque alcanza, las últimas declaraciones del oficialismo cobran más sentido. Pareciera, sin embargo, una recurrencia a un recurso conocido ante la falta de consistencia de la nueva y más amplia oferta que se pretendía mostrar. Y, de yapa, un anticipo apurado de las discusiones sobre el perfil a adoptar por parte del peronismo post elecciones y de cara a 2023.

UNA OPOSICIÓN QUE NO HACE LEÑA NI DEL ÁRBOL CAÍDO

Si hace unas semanas el análisis era que el Gobierno festejaba sentado y comiendo pocholos los cascotazos que se tiraban del otro lado de la grieta, hoy lo que puede decirse es que ya sin festejo al menos le siguen dando un respiro. Y es que a pesar de los errores propios, a pesar de no poder marcar la agenda y pasársela hablando de lo que le conviene a la oposición, el oficialismo no recibe golpes de KO por parte de sus opositores, que siguen enredados en sus internas y sin aprovechar al máximo el momento de debilidad del peronismo.

Con el escándalo de Olivos, la cosa pasa por el pedido de juicio político al Presidente. Ya hubo dos presentaciones en Diputados, impulsadas por Mario Negri, Cristian Ritondo y Waldo Wolff, pero la iniciativa no tiene banca ni de la totalidad del propio espacio para progresar. Ya se desmarcó Larreta, que afirmó ayer que no promovió la idea: "A priori, parecería que no hay causales". Pero la ausencia más importante fue la de la número uno en denuncias judiciales, Lilita Carrió, que también los dejó en banda. “No tenemos que ser funcionales al enojo de Cristina, para que después de la derrota electoral lo culpe, lo haga renunciar y ella asuma la Presidencia, porque ahí sí vamos a estar en Rusia y en Venezuela; yo prefiero que no gobierne Cristina Kirchner” fue su explicación.

Tal como pasó con la lista de ingresos a Olivos, la oposición termina discutiendo si las propuestas o las declaraciones de sus personajes más radicalizados son atinadas o no, en vez de profundizar en la sociedad una mirada homogénea sobre los hechos que haga más daño a la imagen del Gobierno. Por otro lado, tampoco se les cae una propuesta electoral, una línea discursiva con la que puedan mostrarse proactivos en los temas que afligen a la sociedad, para posicionarse en la campaña. Su único activo electoral parecieran ser los propios errores del Gobierno, y la estrategia de campaña pasa por el desgaste que puedan infligirle a este desde los medios de comunicación más que por un contraste de ideas y propuestas en el que la oposición logre mostrarse como una alternativa potable.

Así las cosas a casi veinte días de las PASO. Un Gobierno que se propuso calmar las agitadas aguadas pandémicas con un discurso de futuro, pero que no encuentra otra carta para tapar sus propios errores que seguir escudándose en el fracaso del pasado macrista, con un tono y una agenda que exacerban los ánimos más de lo que convocan a confiar. Una oposición que no eleva el nivel del debate con una sola propuesta, y se revuelca en su propia interna condicionada por su identidad antikirchnerista ante todo que, sin un mínimo marco de ideas comunes, pareciera ser lo único que los une.

En el medio la sociedad, cautiva de un nivel de debate en picada y cada vez más falto de creatividad convocante. La baja participación ciudadana en las recientes elecciones salteñas y su posible proyección a las PASO es un dato que empieza a reflejarse en los análisis como símbolo de la apatía que esta política está generando. Poco más de veinte días para la dirigencia argentina para volver a enamorar a su pueblo.