La historia reciente de nuestro país está repleta de giros dramáticos: golpes de Estado con dictaduras genocidas, una democracia al servicio de los ricos, paridad 1 a 1 con el dólar, devaluaciones, estado de sitio, rebelión popular, varios presidentes en una semana, crisis políticas y económicas recurrentes. En este caos hay un eje, un hilo de continuidad, que ensambla las distintas épocas y gobiernos: el problema de la deuda.

La deuda externa que creció exponencialmente por obra de la última dictadura militar (este 24 de marzo se cumplen 46 años) fue rescatada y honrada por todos los gobiernos desde 1983 en adelante. Esto nos da una muestra de las características del capitalismo en su fase imperialista, es decir de declinación histórica, signada por la explotación de los pueblos del mundo por un puñado de potencias imperialistas y el desarrollo del capital financiero.

La Argentina semicolonial tiene un problema estructural de endeudamiento, que ahora vuelve  a ponerse al rojo vivo. Por lo pronto, el gobierno de Alberto Fernández luego de idas y vueltas aprobó en ambas cámaras del Congreso, con el apoyo de la mayoría del FDT y Juntos por el Cambio, el pacto con el FMI. El mismo es humillante y colonial, a tal punto que las cuentas de la economía nacional serán supervisadas cada tres meses por el organismo financiero y en caso de no cumplir las pautas iremos al default.  El collar del Fondo sobre el cuello de la Argentina va a estrangular a los trabajadores  y a la juventud. La reducción del déficit fiscal, la devaluación, la inflación incontrolable sobre todo en alimentos y los tarifazos, son los ingredientes de un coctel explosivo contra las mayorías populares. 

El gobierno con los burócratas sindicales de la CGT y la CTA se apuran en cerrar paritarias por debajo de la inflación. El consejo del salario aprobó de forma unánime un aumento en cuotas, que a fin de año alcanza el 45%. Esto quiere decir que en abril el salario mínimo será de $38.994 cuando la canasta básica total en febrero alcanzo los $83.000. Pero lo peor está por venir. La guerra de Rusia y Ucrania disparó a nivel mundial los precios del gas, el petróleo y los cereales. Esto impactó notablemente en la economía nacional y nos espera un marzo aun más caro que febrero. El presidente vaticinó una “guerra” contra la inflación, pero su única guerra es contra el salario de los trabajadores.  La inflación, entonces, se convierte en un impuesto a los pobres para financiar la fiesta de los monopolios, y la recaudación del propio Estado mediante el IVA (otro impuesto a los pobres). 

Naturalmente, en un país fatigado, asediado por despidos y pérdidas salariales, con un aumento de la pobreza que compromete fuertemente a la gestión macrista del 2015 al 2019 y se extiende al gobierno actual; el acuerdo con el FMI no es un salvavidas sino un yunque que nos hundirá hasta el fondo. Hoy tenemos al 50% de la población bajo la línea de pobreza, mañana será peor.

Cristina Kirchner sabe esto mejor que nadie, por eso pretende despegarse de las decisiones de su propio gobierno. Con maniobras busca disimular su enorme responsabilidad con el ajuste actual y con el propio acuerdo. La Cámpora que dirige su hijo Máximo Kirchner no movió un dedo para rechazar el pacto con el Fondo, al contrario, se encargaron de comunicar que están de acuerdo en pagarle y que el problema es el “como”. Una impostura completa...

En la oposición derechista, el tema del pacto con el FMI divide aguas. Macri que tomó el préstamo más grande de la historia y que sentó las bases de este nuevo acuerdo con el Fondo, pretendió convencer a su tropa de votarlo en contra, justificándose que es “una bomba de tiempo para el próximo gobierno”. Larreta, la UCR y el partido de Lilita Carrió vencieron dentro de la interna y finalmente Cambiemos aprobó el acuerdo. Lo de Macri tuvo patas cortas porque lo que determina la política de Cambiemos son los intereses de la clase capitalista que presionó mediante sus representantes a favor del entendimiento con el FMI.

En síntesis, la crisis política en el país es enorme. Afecta al FDT que está quebrado por dentro, en una crisis cuyo final es de carácter incierto. Pero también a la principal coalición de derecha. Los autodenominados “libertarios” Espert y Milei, que en realidad son unos tremendos fachos, quedaron sin libreto frente al acuerdo, optaron por rechazar el acuerdo en nombre de los intereses del FMI, con una posición de cipayismo tan decadente como fuera de lugar. Ahora, intentan ganar adeptos para conformar una fuerza de choque para violentar a las familias más pobres que luchan contra el hambre en todo el país.

Mientras tanto, las mayorías populares comienzan a intervenir en la crisis. La Unidad Piquetera combativa e independiente, con el Polo Obrero a la cabeza, está llevando adelante un importante plan de lucha contra la política de hambre del gobierno nacional.  Trabajadores de distintas fábricas y empresas llevan adelante una pelea tenaz contra despidos, cierres de empresas o lock out patronales, como es el caso de las trabajadoras y trabajadores de La Nirva, los municipales de Berazategui, los trabajadores de la salud de la clínica San Andrés o los metalúrgicos de Gri Calviño. Mientras, los burócratas sindicales intentan aislar y bloquear estas luchas para que no se conviertan en una expresión general, pero el pacto con el FMI y el ajuste traen aires de lucha y rebelión. Así lo demuestra la explosiva situación latinoamericana.

El Frente de Izquierda Unidad fue la única fuerza política que votó en contra del pacto con el FMI y sobre todo ganó las calles el día de la votación en el Congreso (que derivó en una represión por parte de la policía y una posterior cacería contra militantes que están siendo puestos bajo arresto). Desde el Partido Obrero promovemos la intervención de la clase obrera, ocupada y desocupada, y la juventud en la presente crisis. Con un programa propio fundado en las necesidades colectivas de las mayorías populares que plantee: Fuera el FMI. No al pago de la deuda externa. Nacionalización de la banca bajo gestión de los trabajadores en función de preservar el ahorro nacional. Frente a la escalada inflacionaria hay que nacionalizar el comercio exterior y abrir los libros de las empresas bajo supervisión de los trabajadores. Salarios que no bajen de la canasta básica familiar, 82% móvil para los jubilados. Impulsar la creación de empleo mediante obras públicas en todos los barrios que carecen de infraestructura, planes de vivienda para las familias sin techo. Es un programa antagónico a los intereses capitalistas, por ende, llevarlo adelante implica pelear por un gobierno de trabajadores. Única salida posible frente a la crisis nacional.