La crisis política que atraviesa el Frente de Todos es tal que no solo condiciona al Gobierno en las malas, sino que hasta le impide festejar las buenas. En medio de la polémica por el acuerdo con el FMI y la demostración de fuerza propia en la que  La Cámpora transformó la movilización por el 24 de marzo, el Gobierno recibió la mejor noticia de los últimos meses y casi nadie se enteró.  Se trata del índice de desempleo publicado por el INDEC el miércoles pasado, que arrojó una desocupación para el último trimestre del 2021 del 7%, la más baja desde los tiempos de CFK como presidenta.

El informe del instituto de estadísticas reflejó en números el crecimiento al que el Gobierno le prende velas y al cual apuesta todas sus fichas para la salida de la crisis, la baja de la inflación y la recuperación del salario. La Tasa de Actividad, que mide la población económicamente activa sobre el total de la población, alcanzó el 46,9%, un 0,2% más que en el trimestre anterior y 1,9% más que el mismo período de 2020. A su vez, la Tasa de Empleo, entendida como la proporción de personas ocupadas con relación a la población total, creciendo 0,7% desde el trimestre anterior y 3,5% con respecto al último dato de 2020. A su vez, dentro de las personas empleadas el grupo de asalariados ascendió al 73%, un 2,5% más que con lo que cerró el 2020.

La buena noticia que la interna del Gobierno le impide festejar

El desempleo, por su parte, cayó al 7%, marcando un descenso de 1,2% con respecto al trimestre anterior y de 4% en relación al 2020, año que cerró con un 11% de desocupación. En este porcentaje se comprende a las –personas que no tienen ocupación, están disponibles para trabajar y buscan empleo activamente. Sin embargo, hay elementos que matizan este número positivo de la economía que el Gobierno tiene para exhibir.

Por un lado, el mercado laboral sigue mostrando sus desigualdades de género un desempleo mayor en mujeres (7,7%) que en varones (6,4%). También a nivel geográfico quedó expresada una realidad que debería preocupar al Gobierno: el Gran Buenos Aires, corazón del peronismo, fue junto a la región pampeana la zona del país con peor índice de ocupación, con una tasa de desempleo del 7,4%.

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Por último, otro dato que refleja la complejidad de la situación actual tiene que ver con los ocupados que, a  pesar de tener empleo, buscan otro trabajo debido a la precariedad de los salarios. La presión sobre el mercado del trabajo, es decir, la población económicamente activa que busca empleo, alcanzó el 30,5% cayendo 0,8% desde el trimestre anterior y 6,8% del 37,3% con el que cerró el 2020. Sin embargo, la porción de trabajadores ocupados que buscan otro empleo, que a fines del 2020 era de 18,4%, bajó a 16,5% en el tercer trimestre de 2021 y terminó subiendo hasta el 17,4% para el último trimestre de ese año, período al cual hacen referencia las cifras del último informe del INDEC. La inflación y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios pueden leerse como la otra cara de la moneda de este fenómeno.

Más allá de esto, el dato es el mejor registro nacional desde fines de 2015, cuando CFK entregó su segundo mandato con un 5,9% de desocupación, cifra que al macrismo cuestiona por la intervención del INDEC pero que de cualquier modo elevó hasta un 8,9% para fines del 2019. Esa no fue sin embargo su peor marca, que llegó a mediados de ese año cuando la desocupación tocó el 10,6%. Incluso antes del estallido de la crisis en 2018, la administración Macri llevó el desempleo del 5,9% que dejó CFK al 7,6% en 2016 y 7,2% en 2017, el mejor de sus registros.

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Incluso siguiendo una línea histórica el número alcanzado por el Frente de Todos se ubica muy bien en los parámetros de las últimas décadas. Si se tiene en cuenta el nivel de desempleo con el que asumieron los Gobiernos desde la vuelta de la democracia, se observa que Alfonsín terminó su mandato con un 8,1% de desocupación, Carlos Menem elevó esa cifra a fines de 1999 hasta un 13,8%, Fernando De la Rúa abandonó su gobierno en helicóptero dejando un 18,3% y Eduardo Duhalde le entregó la presidencia a Néstor Kirchner en 2003 con un índice de 15,6% de desempleo. El primer período de los 12 años kirchneristas fue el primero en quebrar esa tendencia alcista, bajando la desocupación a un 8,1% en la transición entre Néstor y Cristina, para terminar el segundo mandato de CFK con el ya mencionado 5,9% que recibió Macri.

Con estos números históricos y las proyecciones en relación al crecimiento de la actividad para este año y el que viene, ya con el frente externo despejado a partir de la aprobación del acuerdo con el FMI, el Gobierno podría ilusionarse con poder exhibir registros que, al menos en esta estadística, lo ubiquen en lugar bastante decoroso. Otro dato surgió en los últimos días que va en la misma línea es que tanto las inversiones como las exportaciones alcanzaron en 2021 sus valores más altos desde 2011, uno de los mejores años del kirchnerismo. Sin embargo, lo concreto es que estos datos de la realidad, que solo unos meses atrás podrían haber sido ejes de la comunicación oficialista durante semanas, hoy en día pasaron casi desapercibidos totalmente eclipsados por el peso de la interna de la coalición gobernante.

La buena noticia que la interna del Gobierno le impide festejar

Con la jornada del 24 de marzo cocinándose entre convocatorias por separado y los rumores de una posible nueva carta de CFK, el anuncio del INDEC apenas ocupó minutos de aire en los medios y suscitó breves menciones por parte de miembros del oficialismo. El Ministro de Trabajo Claudio Moroni dio una entrevista al Destape Radio pero no tuvo mucha más presencia en la agenda. En esa charla dijo que “las cifras de desempleo que se conocieron son excelentes”,  que “el proyecto de desarrollo está dando resultado” y que “la tasa de personas con empleo es la más alta desde 2003”. También afirmó que este año los salarios le ganarán  a la inflación, incluso con los altos niveles de alza de precios que se proyectan, y que de ser necesario se reabrirán paritarias. Todo esto en un contexto en el cual su cartera oficializó el aumento del 45% en cuatro tramos que llevará el salario mínimo, vital y móvil a $47.850 recién en diciembre de este año.

Otro Ministro que se manifestó al respecto desde su cuenta de Twitter fue Matías Kulfas. El titular de Desarrollo Productivo publicó el informe del INDEC celebrando tanto la tasa de actividad y la de empleo como la de desocupación. Sin embargo, en el siguiente tuit de su hilo expresó “Sabemos que la inflación es el gran problema que atravesamos en la actualidad, y vamos a hacer todo lo necesario para atacarla, y para garantizar que la recuperación económica, del empleo y de los salarios pueda sostenerse”. En el Gobierno saben que el horno no está para bollos y no quieren ser muy altisonantes en sus expresiones, incluso aunque los números acompañen.

Tweet de Matías Kulfas

El que sí se mostró enfático fue Martín Guzmán. Cuestionado en su rol de Ministro de Economía, tanto por propios como por extraños que lo criticaron por abocarse sólo a las negociaciones de deuda, cuyos resultados también le impugnaron adentro y afuera del FDT, Guzmán se subió a los números publicados por el INDEC en una especie de defensa propia. “Los datos publicados ayer por INDEC muestran que la recuperación económica que experimentó Argentina en el empleo, la producción y la inversión en 2021 fue realmente fuertísima, superior con creces a cualquier pronóstico. PIB: +10,3% Empleo: +9,7% Inversión: +32,9%” expresó el ministro en un hilo de Twitter donde además afirmó que 2021 marcó un crecimiento récord en décadas y el primer año de crecimiento tras tres consecutivos de recesión. “Esta recuperación es el resultado de políticas que priorizaron al trabajo y la producción y cuidaron al tejido productivo en el peor momento del COVID-19” cerró Guzmán, en lo que sonó a una respuesta para las voces, sobre todo internas, que lo tildan de “ajustador” desde el año pasado.

El Presidente Fernández, por su parte, apenas si retuiteó el hilo de Matías Kulfas y prácticamente no hizo alusiones el tema en las intervenciones públicas de esos días. Se lo vio, eso sí, mucho más preocupado por aclarar insistentemente en cada aparición que él no hará ningún gesto que lleve a la ruptura del FDT, tirando la pelota del otro lado del frente y exponiendo cuáles son sus prioridades hoy por hoy.

Tweet de Martín Guzmán

Justamente de la vereda de enfrente prácticamente no se escucharon voces del kirchnerismo celebrando el logro del Gobierno. Al contrario, tras unos días de cierta estabilización de la tensión interna, el jueves 24 La Cámpora volvió a agudizar el conflicto a partir de su demostración de fuerza propia y de las declaraciones de sus principales referentes. Máximo Kirchner, que no hablaba desde su renuncia a la jefatura del bloque oficialista en Diputados, sacó pecho al frente de la enorme columna que logró congregar la agrupación que conduce y afirmó que “tenemos que entender que cuando la gente está presente en un gobierno, lo malo es menos malo, y lo bueno es más bueno. Es siempre con la gente adentro”, dando a entender que su crítica al albertismo es por dejar parte de esa gente afuera. Pero no se quedó ahí, y se despachó con un “uno elige los medios o la calle, eso está claro” reafirmando el mensaje político que significó la gigantesca convocatoria de La Cámpora, que incluyó figuras de distintos estamentos del Gobierno, con una clara presencia de funcionarios e Intendentes de la Provincia de Buenos Aires, incluso la del Gobernador Kicillof.

La buena noticia que la interna del Gobierno le impide festejar

El que fue aún más duro fue el Secretario General de La Cámpora y Ministro de Desarrollo d la Comunidad bonaerense, Andrés “cuervo” Larroque. Él fue la voz más picante del kirchnerismo durante las semanas de tratamiento del acuerdo en el Congreso, llegando a decir que “aturde el silencio” del Gobierno frente a la agresión que sufrió el despacho de CFK, declaración que le valió el cruce con funcionarios como Aníbal Fernández y hasta una conversación con el propio Presidente. Cuando parecía que la espuma entre ambos había bajado, Larroque se disparó: “fue jefe de campaña de un espacio que sacó 4 puntos en la Provincia” en referencia a Alberto Fernández, para luego aclarar que el kirchnerismo no se iría del frente que ellos mismos construyeron, pero dejando un pedido explícito que hoy por hoy es el reclamo concreto de ese sector hacia Alberto Fernández: “es el Presidente el que tiene que convocar (a una mesa de diálogo). Es claro que las decisiones las toma el Presidente, pero él llegó a ese lugar a través de una coalición, y nosotros lo que planteamos es que es el frente político es el que debe funcionar”.

Con ese nivel de tensión dentro del oficialismo, el sector albertista no pudo siquiera intentar capitalizar unos indicadores económicos que en cierta medida podrían discutir las críticas a la gestión económica que reciben tanto del kirchnerismo como de la oposición. A la defensiva, tanto por el shock inflacionario que se siente en los bolsillos de la ciudadanía como por la presión política del cristinismo, que el 24 le mostró un poder de fuego callejero que excede lo institucional, el Presidente no pudo ni intentar fortalecerse con datos que en otro contexto hubieran significado un gran espaldarazo.

La buena noticia que la interna del Gobierno le impide festejar

El que también percibió este escenario y salió a jugar en consecuencia es el ex presidente Mauricio Macri. En su raid de entrevistas y apariciones públicas de los últimos días, Macri comenzó a expresar sin tapujos el programa de gobierno con el que siempre soñó pero que en 2015 tuvo que disfrazar bajo consignas como pobreza cero o unir a los argentinos. Junto a la privatización de aerolíneas, la principal reforma con la que Macri viene insistiendo es una reforma laboral que, según sus propios dichos, tiene que estar entre las primeras medidas de lo que sería el “segundo tiempo” que viene anunciando como una certeza ineludible para 2023.

“Voy a tener permiso sindical para llevar a cabo una reforma. Mi optimismo no es fantasioso. Veo la sabiduría de la gente que me dice que no entendía hace 4 años. Ahora entendemos lo que significa una cultura de poder sana. Incluso, por privado, los líderes sindicales me dan la razón” disparó recientemente el ex primer mandatario, quien además volvió a cargar contra uno de los enemigos que más elige para marcar sus posiciones: “No va a haber lugar para comportamientos prepotentes, mafiosos. Va a haber ley, va a haber confianza. El que no esté de acuerdo, se las verá con la Justicia. No se puede vivir en un país donde un hombre como Pablo Moyano decide poner un camión en la puerta de una fábrica e impide que funcione”.

Macri juega permanentemente con la idea de “recuperar la cultura del trabajo”, con declaraciones como “hay que arremangarse y cada uno se tiene que poner a trabajar. No más estos discursos falsos de que nos van a regalar todo, no más ir contra la gravedad”. Lo cierto, sin embargo, es que con la legislación actual y todas las deficiencias que se le pueden atribuir, desde el oficialismo podrían contestarle a Macri que la gestión actual logró crear suficientes puesto s de trabajo como para mejorar los mejores registros de ocupación de la administración Cambiemos. Incluso considerando el crédito internacional con el que contó Macri, y las dificultades que sortea el Frente de Todos desde que asumió en 2019, como la pandemia y actual contexto de guerra.

A pesar de todo, el principal ordenador de la vida política argentina hoy por hoy es la interna oficialista, al punto de terminar eclipsando debates que podrían serle mucho más fructíferos al Gobierno. Con el acuerdo aprobado por el directorio del FMI, restará ver si esa tensión escala o se estabiliza y le permite al oficialismo retomar alguna ofensiva política. La oposición espera agazapada para seguir haciendo leña del árbol caído, incluso si muestra algunos pequeños brotes verdes como los que la administración Macri no pudo exhibir.