La caja de resonancia lo fue avisando
¿Qué sucedió en el Congreso de la Nación?
El Congreso nacional fue, desde fines de 2017, una de las plateas preferenciales desde las que podía observarse la reunificación del peronismo que terminó devolviéndolo al poder. Si bien el bienio legislativo que está terminando es producto de las elecciones de aquel año, en las que Cambiemos mejoró su representación, en la práctica le fue peor que en su ciclo inicial, cuando su tropa era menos robusta que ahora. La política y el desastre económico del presidente Mauricio Macri lo hicieron. Los distintos fragmentos opositores empezaron a entenderse entre sí, perdiendo el oficialismo saliente el control del palacio que hasta entonces había construido mediante el entendimiento con el no-kirchnerismo de ambas cámaras.
Cuando luego del comicio de medio término Macri decidió acelerar el ajuste y la calle reaccionó, las piezas empezaron a caerse una detrás de la otra como en un dominó. La aceptación por parte de CFK de un diálogo horizontal con los gobernadores y Sergio Massa se tradujo en términos legislativos: los diputados y senadores que antes huían de fotos con sus colegas de Unidad Ciudadana, se reacercaron para torcer la agenda parlamentaria, a tono con el reclamo de mayor dureza para con el gobierno nacional que crecía desde abajo y con el derretimiento de la gestión, que justificaban en el debate público operar a favor de un viraje.
Macri nunca cedió al reclamo de un acuerdo interpartidario estable tipo Moncloa porque ello habría demandado ceder en términos programáticos (para simplificarles las cosas a los hipotéticos contratantes) y de crecimiento del plantel amarillo en el interior del país. El presidente mandato vencido expresa a un sector del capital que no considera necesario pactar nada y, además, se propuso edificar una herramienta de mayor perdurabilidad que la de experiencias de derecha previas. La angurria con que se potenciaron tanto una cosa como la otra es incompatible con la política. Si aquella mesa se hubiese convocado, alguien habría tenido incentivos para defenderlo cuando empezó a llover. No existiendo, ¿por qué lo harían?
De golpe empezaron a aparecer las derrotas, la oposición consiguiendo quórum y sancionando proyectos, y el macrismo prefirió cerrar en los hechos el Congreso, valiéndose del control de la casa que siempre tiene el poder ejecutivo, al que le corresponde el control de las comisiones clave, paso inicial del proceso de formación de leyes. Clausurándolas, sesionar se vuelve mucho más complicado. Por ello, 2018/2019 será el ciclo de menor actividad desde el retorno de la democracia. Que un año no electoral figure en ese podio ya es todo un récord.
Con el ajuste jubilatorio, se percibió que había consenso social para una oposición enfocada en Macri y no en Cristina, lo que influyó determinantemente en Massa, junto al consejo del asesor catalán Antoni Gutiérrez Rubí, quien le recomendó abandonar la avenida del medio que se estaba angostando cuando la vicepresidenta electa perdió contra Esteban Bullrich. Los pedidos de explicación por el pacto con el FMI que no pasó por el recinto como correspondía y la emergencia tarifaria fueron movimientos ofensivos en que se probó que había número para avanzar, no sólo para repeler a un gobierno que ya no lo intentaba. La autorización a los allanamientos a CFK, que sólo procedieron cuando ella misma los avaló, pues hasta tanto los gobernadores peronistas fueron inflexibles en su defensa demostrándole con ello que no había rencores personales sino diferencias políticas, habrán motivado la decisión de explorar contratos provinciales que acabaron coronados nacionalmente en el Frente de Todos. Finalmente, el nombramiento en conjunto de los representantes al Consejo de la Magistratura supuso pisar territorio y agenda que se tenían por vedados al peronismo, como el Poder Judicial, y poner en práctica la negociación de espacios con que luego se armarían las listas.
El corrimiento de Cristina a favor de Alberto Fernández haría el resto, que ya es historia conocida. Hoy, lo que queda de un espacio que llegó hace casi cuatro años prometiendo al menos otros doce de duración, se desangra en peleas internas que hacen pensar que lo que a primera vista parece una primera minoría en Diputados puede peligrar si Macri se cierra al pedido de un rediseño de la segunda alianza, no disponiendo ya de lapicera para mandar. A su antecesora le sucedió lo mismo: hasta que, luego de su primera derrota personal, anunció que su sector sería base pero no totalidad de una alternativa de poder, sus ahora de nuevo aliados la presionaron aislándola, otorgándole gobernabilidad a un no-peronista que esta vez no podrá decir que se le pusieron piedras en el camino. Nada debe perturbarlos tanto como que la imagen que devuelve el espejo en que se miran para curarse sea la de la enemiga aborrecida.