La supuesta falta de vacunas parece haberse convertido en el nuevo “cassette” opositor. Con la discusión por la presencialidad de las clases un tanto más allanada a partir del pliegue de la CABA a la estrategia del Gobierno Nacional, el eje elegido para seguir intentando desgastar al oficialismo podría resumirse así: fracasó el plan de vacunación porque no llegaron las vacunas necesarias, y por eso se vuelve a cerrar todo. En cuatro palabras, o en formato hashtag o meme, “cerrado por falta de vacunas”.

La operación de sentido a la que se subieron varios referentes opositores y que busca encadenar una supuesta falta de vacunas con las nuevas restricciones anunciadas la semana pasada desconoce, sin embargo, algunos aspectos importantes a tener en cuenta antes de elaborar tal afirmación. En primer lugar, la cantidad de vacunas que llegaron al país, el porcentaje de la población vacunada y la comparación de estos indicadores con otros países de la región y del mundo. En segunda instancia, las restricciones que se viven en muchos países, incluidos aquellos que son presentados como modelos de la región, donde las poblaciones tampoco pueden ejercer la plenitud de sus libertades individuales, incluso a pesar de contar con importantes índices de vacunación.

La campaña opositora que desconoce la realidad Argentina y del mundo

En relación a la cantidad de vacunas, hay que decir que al 26 de mayo llegaron al país 15.480.890 dosis desde el primer vuelo llegado de Moscú el 24 de diciembre pasado. Esos casi quince millones y medio de vacunas se dividen en 6.973.190 primeras dosis de la Sputnik V, 1.140.100 de la segunda dosis de la vacuna rusa, 4.000.000 de Sinopharm y 3.367.600 de AztraZeneca + Covishield. A esos números habría que agregarle el inminente arribo de otros tres millones de dosis de AztraZeneca, que se espera para este fin de semana o la primera semana de junio. Y también resulta importante destacar que el mes próximo comenzará la producción local de un millón de dosis dela Sputnik, y que el propio Vladimir Putin anunció hace poco el restablecimiento de entregas regulares de vacunas a la Argentina, por lo que el número disponible debería verse incrementado en las próximas semanas.

Ese panorama dista bastante de lo enunciado por la oposición en relación a la falta de vacunas, y desde el oficialismo se esgrimen distintos argumentos y datos para combatir esa idea. La semana pasada se conoció un informe del Fondo Monetario Internacional que llamaba a elaborar estrategias para una distribución más equitativa de las vacunas a nivel global. En el mismo, el organismo de crédito internacional elaboró un mapa del mundo coloreando a los países en función del porcentaje de su población que recibió al menos una primera dosis de alguna vacuna, hasta fines de abril. Allí, la Argentina se encuentra entre las posiciones privilegiadas de la región, solamente superada por Chile y Uruguay, y en rangos muy próximos a los de muchos países europeos.

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El mapa muestra en rojo intenso a los países más complicados, que no llegaron a inocular al 10% de su población, categoría en la que se encuentran la mayoría de los países latinoamericanos. Sólo quedan por fuera de ese rojo algunos países del Caribe, Argentina y Brasil, que se tiñen de un naranja que indica rangos entre el 10% y el 20% de su población vacunada. El escalón siguiente es el amarillo, en el que se encuentran la enorme mayoría de los países europeos, con excepción del Reino Unido, Hungría y Finlandia, y que marca una vacunación de entre el 20% y el 30% de la población. Con la llegada de las nuevas dosis y la aceleración del plan de vacunación, Argentina entrará rápidamente en las próximas semanas a esa categoría, en la que se encuentran potencias mundiales como Alemania, Francia, Italia, Holanda, y España, por citar algunos ejemplos. En el mapa también puede observarse a la Argentina en una mejor posición en relación a este indicador que la que ostentan otras potencias mundiales y países regularmente citados como ejemplos por sus gestiones de la pandemia, como Australia, Nueva Zelanda o Japón.

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No es equivocado entonces plantear que, más allá del lógico deseo por una mayor cantidad de vacunas, la Argentina presenta índices de vacunación de su población muy próximos, iguales o incluso mejores que los de países que cuentan con un PBI muchísimo mayor. Esto podría verse más como un crédito para la gestión del Gobierno Nacional en relación a las vacunas que como la crítica que la oposición pretende instalar, ya que este resultado es producto directo de la estrategia oficial de negociar con distintos laboratorios para acercar al país todas las vacunas posibles. Estrategia que también es recurrentemente criticada por la no concreción, hasta ahora, de un acuerdo con Pfizer.

Hilando más fino en la región, puede notarse que el contraste con el resto de los países sigue dejando a la Argentina en un lugar de privilegio. A datos del 23 de mayo, el país era el tercero en Sudamérica en cuanto a la cantidad de vacunas aplicadas, con 11.15 millones. Sólo lo superan Brasil, con 58.57 millones, y Chile con 17.32 millones. Debajo de la argentina se encuentran Colombia con 8.3 millones, y muy lejos Perú, con 3.18 millones.

Si se consideran estos números de vacunas aplicadas en relación a la población de cada país, Argentina también se encuentra tercera en el podio. Chile es quién más porcentaje de su población inoculó con al menos una dosis, alcanzando el 50.4%. Lo sigue Uruguay, con un 46,3%, y atrás viene la Argentina con un 19,3%. Brasil, a pesar de su alto número de vacunas aplicadas, debido a su gran población sólo alcanzó al 18,7% de la misma.

Así, Argentina sólo estaría detrás de Chile y Uruguay en términos relativos a su población, y muy cercana a superar ese 20% que la colocaría a niveles de países europeos. Pero hay elementos muy importantes que no suelen ser puestos sobre la mesa cuando se compara a la Argentina con el país trasandino y el oriental en materia de vacunación. El primero es la diferencia poblacional y, por ende, la necesidad de más vacunas para inocular al mismo porcentaje de la población. Con unos tres millones de habitantes, Uruguay puede equipararse a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en términos poblacionales, y en un escenario mundial donde las vacunas escasean, necesitar conseguir tres millones o cuarenta y cinco es una diferencia importante. Lo mismo sucede con Chile, que con sus 19 millones de habitantes no alcanza ni la mitad de la población Argentina. Comparar la cantidad de vacunas en cada país no puede hacerse en abstracto, y desconociendo que las poblaciones menos numerosas tienen una ventaja comparativa ineludible en este proceso.

El segundo aspecto, es que la enorme mayoría de las vacunas aplicada tanto en Chile como en Uruguay fueron las del laboratorio chino Sinovac. A pesar de ser presentados por la prensa opositora al Gobierno argentino como los modelos de acuerdo con Pfizer, lo cierto es que ambos países recibieron mucho menos de lo acordado con el laboratorio norteamericano, y que sus planes de vacunación se basaron en la vacuna China. Como se sabe, esa vacuna tiene sólo un 3% de efectividad con la aplicación de la primera dosis, por lo que los números relativos al porcentaje de población vacunada en realidad esconden el hecho que, sin las segundas dosis, la inmunidad lograda por esos procesos vacunatorios que son presentados en nuestro país como un éxito sería prácticamente nula. Como contracara de esto, las tres vacunas conseguidas hasta ahora por la gestión del Gobierno Nacional, tienen una efectividad superior al 70% solo con la primera dosis, lo cual permite relativizar el grado de inmunidad social alcanzado en cada caso.

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Esto se evidencia en las restricciones que, al igual que la Argentina, afrontan hoy los “modelos” de Chile y Uruguay. En el país trasandino, se estableció el plan “Paso a Paso”, en el que se estipulan cuatro momentos diferentes en función de ciertos criterios, algo muy parecido a lo que el Gobierno Nacional pretende instaurar a partir del proyecto de Ley enviado al congreso para determinar qué restricciones se aplicarían en cada región en función al semáforo epidemiológico. En chile el Paso 1 es la Cuarentena, confinamiento estricto para todos los habitantes que no estén exceptuados. El segundo paso se denomina Transición, y la diferencia con la Cuarentena es que se habilita la circulación durante el día en los días de semana, no así los fines de semana en los que todo permanece cerrado. Para estas dos etapas es necesario pedir un permiso oficial para salir de compras, pasear mascotas, realizar algún trámite o asistir a un establecimiento de salud, y sólo pueden solicitarse dos permisos por semana que tienen una vigencia de dos horas cada uno. Sólo se puede realizar actividad física al aire libre entre las 6 y las 9 de la mañana de lunes a viernes, y entre las 5 y las 10 de la mañana sábados domingos y feriados. La enorme mayoría del país, incluyendo la capital, se encuentran entre estos dos primero pasos, que podrían catalogarse como un confinamiento bastante más estricto de lo que se observa en la Argentina.

Por otro lado, el gobierno chileno estableció cordones sanitarios en algunas zonas del país, a las que se prohíbe entrar o salir con excepción de contar con un permiso por funeral o tratamiento médico. En relación a las clases, siguen siendo mayormente virtuales, y hace poco se informó que sólo el 34% de los colegios habilitados para volver a la presencialidad terminó adoptado esa modalidad, 70% de los cuales fueron colegios privados. Otro elemento a resaltar es el toque de queda que impera en todas las regiones del país para restringir el movimiento nocturno de personas. En la etapa previa regía entre las 21 hs y las 5 hs del día siguiente. En nuevos anuncios de este fin de semana el gobierno chileno presentó como un logro el reducir una hora ese toque de queda, que ahora comienza a las 22 hs. Nadie que no cuente con un salvoconducto puede circular por el país en ese horario.

Cuando desde la oposición política y mediática se enarbola a Chile como el ejemplo a seguir, poca mención se hace a estas restricciones que, sin miedo a equivocarse, cualquier podría catalogar como mucho más duras que las que se viven en la Argentina. También desde esas perspectivas críticas cabría preguntarse qué estarían diciendo del Gobierno argentino si, con la mitad de la población vacunada como es el caso de Chile, aún rigiera en el país una cuarentena estricta, con toque de queda, educación virtual y la economía a media máquina.

Uruguay, por su parte, sigue manteniendo restricciones a pesar de una paulatina apertura de actividades. El retomo de la presencialidad en las clases quedó en suspenso la semana pasada, a partir de un incremento de casos y de denuncias como la de la región de Paysandú, que pidió al gobierno central suspender las clases que se habían reiniciado por un período de 14 días. Según afirmó su intendente, Paysandú registró contagios en 40 establecimientos educativos y se encuentra en una alerta por la ocupación de las terapias intensivas. En Montevideo las clases siguen en la virtualidad y este fin de semana se vieron reclamos estudiantiles por la la apertura de las aulas. Por otro lado, recién la semana pasada comenzó a discutirse la apertura de actividades al aire libre, y hoy el país vecino se plantea la incorporación de un “pase verde” para poder abrir más actividades pero sólo para quienes hayan sido vacunados o tengan un test negativo.

La campaña opositora que desconoce la realidad Argentina y del mundo

Las restricciones que se ven en los países de la región no son una propiedad latinoamericana, y hay regiones del mundo en una mucho mejor situación social, económica y en relación a la vacunación que también limitan las posibilidades de sus poblaciones debido al riesgo de la pandemia en curso. Recientemente un artículo de la BBC le quitó a la oposición el título de la “cuarentena más larga del mundo” para el caso argentino. La noticia fue que los bares y restaurants de Toronto, en Canadá, alcanzaron entre el año pasado y este los 360 días de cierre. El artículo muestra como dicho rubro del comercio canadiense estuvo cerrado entre abril y agosto del 2020, y octubre y la actualidad, con una pequeña ventana en septiembre. Se compara también esta situación con la de otras grandes capitales mundiales, y en el ranking que se construye de los cierres más largos, Buenos aires aparece en el sexto lugar, apenas arriba de Londres, y precedido por la mencionada Toronto, Montreal, Los Ángeles, París y New York. Basta recordar en este punto al Presidente francés, Emmanuel Macron, quien semanas atrás hizo público que pudo tomarse un café por primera vez en un bar desde el mes de octubre.

La campaña opositora que desconoce la realidad Argentina y del mundo

Este escenario regional y mundial muestra que la complejidad a la que la pandemia enfrenta a los diferentes países no puede ser menospreciada, y que las comparaciones suelen tener un trasfondo de intencionalidad política, en pleno año electoral. La Argentina no está en el peor de los mundo en relación a la su cantidad de vacunas y su población vacunada, más bien podría decirse que está en una situación bastante considerable en relación al mundo. Tampoco una mayor vacunación por sí misma garantiza un escenario de aperturas totales, tal como lo demuestra la situación de enormes potencias económicas y otros países que tienen un alto índice de vacunados y fuertes restricciones al mismo tiempo. En el momento más crítico de la peor crisis sanitaria que muchas generaciones del país recuerden, es preciso y urgente que los sectores influyentes de la sociedad abandonen falsos debates con objetivos electoralistas, y que se pueda discutir el rumbo con mayor franqueza, con más datos que declaraciones beligerantes, y con una misma voluntad de salir de este momento difícil, que castiga a todos, sin discriminación por pertenencia política.