Dos semanas le alcanzaron a Sergio Massa al frente de Economía para sacudir al sistema político y lograr que ya se hable de su posible candidatura presidencial. Lo más interesante es que lo hizo sin siquiera mencionar públicamente él mismo esa posibilidad. Fueron tres factores de poder los que lo hicieron, cada uno a su turno, y a su manera particular.

—Mesa de Enlace. La frase “candidato en 2023”, aunque por la negativa, la pronunció este miércoles Carlos Achetoni, presidente de la Federación Agraria Argentina, uno de los dirigentes del campo que participó de una reunión privada con el ministro el viernes pasado. Achetoni confesó, sin ambigüedades pero con torpeza evidente, que en medio de aquél encuentro le pidió en nombre de sus sojeros representados que no se postule el año próximo. 

“Y él dijo que no va a ser”, disparó Achetoni. Semejante apretada, en principio, sólo lo dejó en ridículo: según quién lo haya leído o escuchado, la declaración puede interpretarse como una rememoración tan nostálgica como antidemocrática de las épocas en que el sector agroexportador ponía y sacaba presidentes (mediante golpes de Estado, genocidios y bombardeos a civiles) o en el peor de los casos como una confesión de parte de que las reivindicaciones gremiales con que corren al Gobierno —o hasta el acopio de granos que no se liquidan— en verdad esconden la voluntad política del campo de que el próximo en ocupar la silla de Rivadavia sea alguno de los candidatos de Juntos por el Cambio. 

La embajada, la UIA y el campo frente a Massa: habló el círculo rojo

“Hacelo público porque hoy ni el Gobierno ni la oposición están tomando la dimensión del lío en el que estamos metidos”, dijo Achetoni que le dijo a Massa. El ministro no le hizo caso. Prefirió contestarle dos días más tarde con la incautación de casi 7 mil toneladas de granos sin declarar hallados por la AFIP en la localidad bonaerense de Roque Pérez.  

Por ahora, la promesa de Massa de conseguir dólares del sector se pateó para septiembre, dentro de por lo menos diez días más, según afirmaron desde su equipo económico. Achetoni es de los que se mantiene firme en desestimar un “dólar soja” y seguir exigiendo a viva voz una devaluación antes de liquidar, algo que sabe muy bien que ni el ministro ni el presidente ni Cristina están dispuestos a hacer. 

—Unión Industrial Argentina (UIA). El Gobierno sigue preocupado por la inflación y por el déficit fiscal. Ante el panorama de una derrota rápida y furiosa en Diputados de un intento en forma de proyecto de ley para retener ganancias extraordinarias, la salida por arriba es adelantar ese impuesto del año próximo a este. El objetivo es recaudar, se calculan unos $250 mil millones extra. También presionar a “los formadores de precios” como pidió la CGT en la calle esta semana. La respondió ayer con un paper: hay “preocupación” ante esa posibilidad en el sector empresario (y también Pyme) al respecto. 

“La recuperación económica de nuestro país debe necesariamente surgir del desarrollo productivo con generación de empleo formal. Los incrementos de la presión tributaria y/o de la carga financiera y la falta de financiamiento al sector productivo dificultan el cumplimiento de este objetivo”, critica el documento que envió este sábado la conducción de la Central empresaria a sus afiliados. 

La embajada, la UIA y el campo frente a Massa: habló el círculo rojo

La UIA sabe que el Gobierno va por todo y la medida abarcaría a todas las empresas que obtuvieron al menos un 5 por ciento más de ganancias que en 2021. 

“El universo de empresas industriales alcanzado representa el 54% del empleo formal y el 70% de la masa salarial. A su vez, el universo de empresas alcanzadas llega a cerca del 84% del total de exportaciones”, dicen. 

Pero el párrafo más duro para Massa es el final. La medida, dice LA UIA, “profundiza la falta de previsibilidad necesaria para la recuperación de la economía”. La “previsibilidad” es el capital que lo convirtió en ministro. 

La Cámara Argentina de Comercio y Servicio fue incluso más allá y metió la cuña donde debía. Se sumó a las críticas con una frase contundente: “Se vuelve a recurrir al aumento de la presión tributaria sobre los contribuyentes en lugar de racionalizar el gasto público”. 

Al menos un sector del empresariado, a juzgar por ambos documentos, entiende que lo que salieron a pedir las bases del Frente de Todos este miércoles —medidas para los trabajadores formales e informales— no va a financiarse a su costa. O tal vez sí: lograr esa conformidad en ambas puntas del hilo es la tarea de la hora para el tigrense y en ella se juega su éxito o su fracaso. 

—La embajada. Éramos pocos y habló el embajador de los Estados Unidos en el país, Marc Stanley. Y habló sobre los asuntos internos. Sobre los asuntos políticos internos. 

Dijo, desde el Council de las Américas: “He oído a Horacio (por Rodríguez Larreta), no esperen a 2023, sin importar la ideología o la posición partidaria, únanse ahora, formen una coalición”. Le faltó decir “para ganar”, pero no hizo falta. 

La embajada, la UIA y el campo frente a Massa: habló el círculo rojo

La alusión es obvia para el interlocutor atento a los vaivenes del sistema político: lo que Stanley le oyó decir a Larreta fue que intenta armar una coalición de Gobierno con el 70 por ciento adentro, es decir, gobernar con el acuerdo del peronismo amigable. El jefe de Gobierno porteño nunca ocultó que al menos en ese aspecto su intención pasa por diferenciarse del antiperonismo feroz que caracterizó al paso de Mauricio Macri por la Rosada y armar una coalición más amplia que una coalición en el sentido estrictamente electoral de la palabra. Esa es la única forma, según cree, de aplicar las reformas que pide el establishment a partir de 2023. 

Pero al parecer era idea pereció y la llegada de Massa al Ejecutivo trastocó el plan, porque ante la idea de que el Frente de Todos se haya corrido hacia la derecha del espectro político y económico estaría en condiciones de hacer lo mismo a partir de una reelección con el tigrense a la cabeza y con el peronismo detrás, como apoyo concreto, algo que Larreta no tiene ni tendrá si esa estrategia finalmente se consuma. 

Por eso, Stanley pide otro proyecto. Y el otro proyecto es una coalición ideológica como la que ya ganó en 2015 (y fracasó en el poder de forma gravosa, sobre todo para las mayorías populares argentinas). 

“Tienen los bienes que el mundo está necesitando hoy. Hay decenas de empresas en Estados Unidos que esperan la oportunidad para participar en sus decisiones”, dijo Stanley respecto de la argentina, en un mensaje transversal. Massa siempre un fiel interlocutor de la embajada y un locuaz analista de la situación política, a juzgar por los cables filtrados en su momento por Wikileaks. No hace ni falta decir que tomó nota.