La hilacha. El inconsciente. Lo emocional. En 24 horas, parece haberse definido el cuadrilátero que condensará la atención pública hasta el escrutinio que unja un ganador definitivo en la contienda electoral.

La campaña arrancó formalmente ayer. Las dos fuerzas principales convidaron a la prensa con un plato fuerte: Juntos por el Cambio congregó alrededor de 300 candidatos y community managers en Parque Norte para ordenar el discurso, mientras que el postulante a presidente por el Frente de Todos, Alberto Fernández, se reunió en Córdoba con el gobernador Juan Carlos Schiaretti. El mandatario mediterráneo es, para unos y otros, una ganzúa para abrir las puertas del sufragio de la provincia que aportó carradas de votos en favor de Mauricio Macri, en el ballotage de 2015.

Por esa razón, el senador Miguel Ángel Pichetto, compañero de fórmula del Jefe de Estado en este turno electoral, lo visitó semanas atrás, con su correspondiente foto. Schiaretti, mientras tanto, posa y sonríe. Su prescindencia pública produce augurios que revuelven el estómago en todos los campamentos políticos. Tras la tenida, Fernández dio en la tecla cuando profirió: “el que tiene que ganar el voto de los cordobeses soy yo”.

El macrismo, por su parte, desenvainó sus espadas retóricas. El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, aludió a la senadora Cristina Fernández diciendo que “la tienen escondida”, y hasta se burló estirando la pronunciación de la doble “l” como si fuera la conjunción de la “s” y la “h”. Para el alcalde local, el kirchnerismo “mostró la hilacha” con la protesta de las organizaciones sociales que el Estado reprimió el pasado 9 de julio o las declaraciones del secretario general de los bancarios, Sergio Palazzo, quien sostuvo que los trabajadores de las fintech debieran enrolarse en el sindicato que encabeza. Su verba encendida dio una pista sobre cuán “picanteada” sería el derrotero hasta las urnas.

Mucho más fuerte que el corset discursivo que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, suele ajustarle, la lengua que habita en el Presidente se arrancó el chaleco de fuerza. Desde el atril del escenario, Macri llamó a matar al “enano incumplidor” que llevan dentro los argentinos, en clara remisión a la frase de Bernardo Neustadt sobre la existencia de un “enano fascista” en cada ciudadano de estas pampas. El pasado no termina de pasar, diríase.

En ese contexto, un funcionario de Casa Rosada explicó a Diagonales que Cambiemos tiene tres líneas de campaña: la tradicional, con spots de TV, radios y cartelería; la que está vinculada directamente a las agendas de Macri, Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal; y la de la plataforma Defensores del Cambio, el dispositivo creado para nutrirse con mensajes de Whatsapp de “la gente”. “No es una gran ciencia, todos creen que hay una mega agencia armando la campaña pero no”, alegan desde el primer piso de Balcarce 50. Como se dijo en artículos anteriores para este portal, el macrismo empeña su tiempo en juguetes potentes como WhatsApp porque descansa el resto de la comunicación en los grandes tanques mediáticos, hermanados por intereses económicos de antemano.

Asimismo, la disciplina discursiva sigue siendo mayor en el oficialismo que en el peronismo, donde se susurran descontentos por doquier. “Con MAP –dicen desde el macrismo en alusión a Pichetto, llamándolo por sus iniciales-, todo re bien, están contentos a pleno con que se haya sumado y se lleva super bien con todos”, comenta la fuente a Diagonales. El contraste con el enojo de Fernández ante la insistente pregunta por la gravitación que tendría Cristina Kirchner en un eventual gobierno suyo es obvio.

Los fantasmas del 2015 caminan los pasillos de los cuarteles del Frente de Todos. Sus principales candidatos y sus colaboradores más cercanos trabajan con denuedo para que no se repitan errores y, mucho menos, sus resultados.