El actual conflicto desatado en Europa con la invasión rusa y la guerra en Ucrania está teniendo consecuencias que trascienden a sus territorios y al tiempo inmediato. A continuación nos proponemos a  identificar problemas económicos globales y cómo estos afectan a la Argentina.

Consecuencias económicas de la guerra

Si bien el conflicto político – bélico había comenzado en 2014, con la invasión rusa de febrero de 2022 asumió una nueva dinámica y dimensión. Se agudizaron las tensiones entre los países involucrados, escaló el conflicto bélico y aumentaron las muertes de militares y civiles. Asimismo, los significados en el ordenamiento de la geopolítica mundial del conflicto todavía se están desarrollando con el trasfondo de un proceso de más largo alcance de disputa por la hegemonía mundial protagonizado por los Estados Unidos y China.

En este contexto, la guerra en Ucrania, la invasión rusa y las sanciones están teniendo consecuencias en la economía mundial con efectos de corto y mediano plazo. De forma esquemática podemos distinguir cinco efectos económicos internacionales: desaceleración del crecimiento, crisis alimentaria, crisis energética, inflación y una crisis financiera marcada por el sobreendeudamiento. Claro está que estos problemas guardan grados de interrelación y no surgen exclusivamente por el conflicto en cuestión.

En la última actualización del Panorama económico mundial, el FMI revisó sus proyecciones del crecimiento económico internacional a la baja como producto de la guerra y sus consecuencias. En relación a la crisis alimentaria, los dos países beligerantes cumplen un papel significativo en este sentido. Recientemente, la revista The Economist publicó una nota en la que alerta sobre la catástrofe alimentaria que se viene y destaca el hecho ambos países suministran el 12% de las calorías comercializadas. Según datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, Rusia y Ucrania son grandes exportadores mundiales de trigo, representando el 19% de las exportaciones totales, los dos principales exportadores de aceite de girasol (70,7%) y cubren el 26% de las exportaciones de cebada y el 7% del maíz. De esta manera, la guerra está afectando la alimentación a nivel mundial, especialmente en aquellos países que son importadores netos de alimentos.

Rusia y Ucrania también ocupan un lugar central en el mapa energético mundial: Según BP, Rusia es la sexta reserva de petróleo a nivel mundial y el principal actor en cuanto a reservas de gas (20%); mientras que a través del territorio ucraniano se transporta gran parte del gas del consumo europeo. Ambas dimensiones (alimentaria y energética) se expresan también en una suba significativa de los precios. Según el índice de precios de los alimentos de la FAO, en marzo de 2022 se registraron precios históricos y actualmente se encuentran en un 29,8% por encima en comparación a marzo de 2021. Por otro lado, la fuerte suba del petróleo Brent y del precio del gas, se combinaron en una espiral inflacionaria que representa una amenaza verdadera a la economía mundial.

En este contexto, se produjo la suba de la tasa de interés de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) en 0,5 puntos porcentuales a principios de mayo, que se anexaron a la suba de 0,25 pp. en marzo. La preocupación por la inflación en los países centrales se puede ver reflejada en las declaraciones del propio presidente de la FED, Jerome Powell. Las consecuencias de esta medida llevada a cabo para enfrentar a la inflación más alta de los Estados Unidos en los últimos 40 años, tendrá repercusiones en distintas esferas de la economía mundial. Entre las cuales destacamos la deuda global: asistimos a niveles históricos de sobreendeudamiento, que según el último informe del Instituto Internacional de Finanzas (IIF), alcanzaron a la cifra récord de 305 billones de dólares. Los efectos de esta política de la FED se registrarán en la deuda de los Estados, de las corporaciones y de los hogares, y en el riesgo de una crisis financiera en el horizonte permanece latente.

Consecuencias en Argentina

Este complejo escenario mundial encuentra a la economía argentina en el contexto de la recuperación pospandemia, con altos niveles de inflación y en el marco de un nuevo acuerdo con el FMI. Los problemas marcados anteriormente impactan de forma dual: por un lado, Argentina es productora y exportadora de alimentos, mientras que en términos energéticos los efectos de la guerra hacen que aumente los precios de importación.  De manera tal que la suba de los precios mejora los términos de intercambio para el sector agroexportador, como así también afecta negativamente en la importación de energía. Como explica Nicolás Bertholet en nota para Diagonales el impacto de la suba de los precios internacionales “impulsó una aceleración sobre una inercia inflacionaria ya preexistente”.

Asimismo, este panorama se complejiza al contemplar el vigente acuerdo de Facilidades Extendidas con el FMI. Las revisiones trimestrales por parte del organismo y las condiciones a los desembolsos necesarios para enfrentar los pagos internacionales, marcarán el devenir de la economía argentina. A pesar de las tensiones internacionales, el vocero del FMI, Gerry Rice, respondió recientemente que “los objetivos y metas del programa permanecen sin cambios”.

Es decir, en el contexto de convulsiones globales, incluyendo una crisis financiera en el horizonte, y frente a la vulnerabilidad de la economía argentina marcada por la crisis y la inflación, el FMI continuaría en una línea de condicionalidades y ajuste para nuestro país. Nuevamente, la Argentina en el laberinto de la crisis, el Fondo y la deuda.