El denominador común de la movilización de ayer fue el rotundo rechazo a un presente desconcertante y preocupante para millones de argentinos, pero que encuentra en la intervención a Vicentin la excusa para criticar al Gobierno nacional. De esta forma, las reivindicaciones dispares que se aglutinan en cada una de las recientes concentraciones, y hasta ayer, poco convocantes, explicita la eficacia de un discurso extremo, radical, por momentos ridículo. Parecen ser tiempos en donde abundan las respuestas ciudadanas irracionales frente a los miedos que se suscitan en este tiempo pandémico.

Luego que Alberto Fernández anuncie la intervención estatal a la empresa agroexportadora Vicentin, seguida por un proyecto de ley para su expropiación, la oposición se vio reconfortada y articuló su discurso en torno a esa decisión política. Recibió el espaldarazo que necesitaba para ordenar tanto la crisis interna como las críticas al gobierno y pasar a la ofensiva. En este sentido, la defensa de la Constitución nacional y la propiedad privada parecen ser dos de los elementos discursivos fundamentales del contrato entre la ciudadanía y el Estado, en los que la oposición ancla el sentido y dice representar a la ciudadanía. De esta forma, su señalamiento al avasallamiento por parte de los Fernández se propone defender la República, alentando el fantasma de la 125 y de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Proponer una lectura que supere la lectura dicotómica entre la decisión del Estado nacional y las entidades agropecuarias, obliga a reconocer que hay un terreno fértil para el descontento, y existen un conjunto de variables que constituyen la singularidad de la escena del día de ayer. Tal vez, haya un sinfín de perspectivas para analizar el descontento y los reclamos que un sector minoritario se manifestó en diferentes puntos del país. La convocatoria tuvo mucho respaldo en ciudades de Santa Fe; ciudad de Buenos Aires; el interior de Buenos Aires; Chaco; Córdoba; Corrientes y Salta, entre los más importantes. Es más que claro que no todos los manifestantes tienen el interés puesto en defender los intereses de las entidades agropecuarias, sino que se inscriben en un contexto socioeconómico muy difícil. Una foto de las concentraciones que se dieron a lo largo y a lo ancho, sobre todo, de las ciudades más afectadas por la cuarentena, da cuenta de la poca vigencia del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) para de miles de personas, y explicita cierta debilidad del gobierno nacional que no atravesó una buena semana.

La dispersión de las reivindicaciones, se concentran en torno a una demanda concreta que es impedir la intervención de Vicentin. Sin embargo, un conjunto de demandas alrededor de ésta se escucharon en el día de ayer: “División de poderes”, “La defensa de la constitución”, “Venezuela”, “5G”, “la propiedad privada”, “No convertirnos al Comunismo” y en particular, una que me parece fantástica: “Todos somos Vicentin”. La inscripción de esta serie de señalamientos y críticas al gobierno nacional en la construcción de significaciones imaginarias, y no por ello menos ciertas desde su perspectiva individual, es donde es necesario prestarle mayor atención, porque allí se juega lo político, en esos intereses comunes representados activamente por todos y por nadie. Pero con la bandera celeste y blanca de fondo.

De esta forma, abordar algunos nudos complejos de sentido como los que se describen más arriba implica también reconocer la no superficialidad del significante Vicentin y  su arraigo. Prestar mayor atención a los discursos habilitados de este tiempo y al modo en que se configuran implican algo más que una estrategia comunicacional, sino que política. Tanto para pensar los actores y sus articulaciones, como también la eficacia de ciertos discursos, los cuales en función de su diálogo o no con lo que realmente sucede en la Argentina, tienen mayor grado de eficacia. De esta forma, las articulaciones discursivas en torno a la vigencia de la palabra expropiación, pero fundamentalmente la respuesta de la oposición, anclada en toda crítica posible a la actual coyuntura y un intento de desborde.

Atrás quedó el monopolio de la verdad

La representación de los intereses y las emociones de la ciudadanía estas últimas semanas cobró nuevas formas, muy probablemente debido a la sensibilidad y a las emociones con las que la ciudadanía atraviesa esta cuarentena luego de 94 días. Periodistas y conductores repiten los mismos lugares comunes: “La gente está harta de la cuarentena”, “los sectores más necesitados no aguantan más”, “La república nuevamente se encuentra en peligro”, y la famosa más “Vamos a ser Venezuela”. Tal vez sean los miedos, las promesas y las necesidades materiales e imaginarias de la sociedad relacionadas con el hartazgo y la preocupación por la situación económica, aquello que da lugar en el espacio de lo público a la circulación de dichos discursos mediáticos, pero también a la movilización que se vio ayer y al orden del discurso desde el anuncio de la expropiación.

El conjunto de interpretaciones posibles, que surgen como respuesta en este contexto, a diferencia de la dispersión que abundaba tanto en los medios como en las últimas poco convocantes concentraciones, ayer tuvo un punto de inflexión. Alentada por los grupos de medios concentrados, y respaldada por algunos actores políticos como Mario Negri, Julio Cobos, Alfredo Cornejo, José Cano, Patricia Bullrich, y el propio Mauricio Macri con un twit apoyando el banderazo, refuerza el mito “Vienen por Vicentín, vienen por todo”. La lista podría desplazarse, modificando “vienen por todo”, por: “vienen por vos”, “por tu casa”, “la constitución”, “la patria”, “nuestra bandera”.  Seguramente, los próximos días se multipliquen dichos discursos.

La legitimidad de un gobierno es algo que se construye y se pone en tensión constantemente, no alcanza con la foto de las encuestas. Por lo tanto, emerge un primer interrogante: ¿cuál es la vigencia de la expropiación si un gobernador como Omar Perotti contradice al Presidente? A propósito de este punto, la decisión política de Alberto Fernández que muchos venían esperando, en un mandatario moderado y docente que no quiere adversarios, ¿va a encontrar una “propuesta superadora”- como le gusta reafirmar?, ¿va a depositar en la justicia la última palabra?, o ¿insistirá con la decisión política asumida?. Sino, al fin y al cabo, la periodista del noticiero vespertino Cristina Pérez, que aparentemente no leyó en profundidad el artículo 17 de la Constitución nacional, ni la ley de expropiaciones, y representa el sentido común de muchos periodistas mediáticos, tiene mucha razón y no hay vigencia para ninguna expropiación de “interés público.