Con la llegada de Cambiemos a la gestión nacional en el 2015, el Congreso se estructuró en dos grandes coaliciones parlamentarias. En un contexto de minoría en ambas cámaras, el gobierno de Macri logró fracturar a la oposición peronista nucleada en el Frente para la Victoria y sumar así en Diputados el apoyo de los legisladores referenciados en Diego Bossio y nucleados en el “Bloque Justicialista”. Junto con el Frente Renovador, fueron los dos grandes soportes parlamentarios en la Cámara baja para que Cambiemos sancionara leyes importantes según sus intereses como  la derogación de las leyes Cerrojo y de Pago Soberano, que habilitaron el acuerdo con los “fondos buitres”. Esa oposición funcional –que en el Senado tuvo en Miguel Angel Pichetto un interlocutor privilegiado para el oficialismo- contrastó con la férrea resistencia del kirchnerismo, que asumió posiciones ideológicas más firmes frente al pragmatismo de los hechos consumados promovido por el “peronismo responsable”.

Comparativamente, el Frente de Todos inició su mandato mejor posicionado en términos legislativos al contar con quórum propio en el Senado. Pero a diferencia de la coalición conducida por Macri, no logró fragmentar a la principal coalición opositora en Diputados.  Si bien en el inicio de la gestión se aprobaron algunas leyes económicas con amplio respaldo de la oposición, rápidamente y en el marco de una dinámica alterada por la irrupción de la pandemia, la tendencia predominante fue la polarización entre los dos bloques mayoritarios, con Juntos por el Cambio  asumiendo una lógica fuertemente confrontativa que se expresó en algunas votaciones divididas.

En este marco, el oficialismo debió buscar ampliar su coalición legislativa sumando apoyos de terceras fuerzas parlamentarias, como por ejemplo los que acercó el interbloque Unidad y Equidad Federal, conducido por el mendocino José Luis Ramón e integrado por once legisladores de distintas provincias.  A diferencia del respaldo permanente de este bloque, los legisladores agrupados en el Interbloque Consenso Federal tuvieron un comportamiento más oscilante y heterogéneo en su  interior. Mientras Eduardo “Bali” Bucca apoyó al oficialismo, Graciela Camaño consolidó un voto opositor. En tanto, los socialistas santafesinos Luis Contigiani y Enrique Estévez,  los cuatro legisladores referenciados en el gobernador cordobés Juan Schiaretti y los bonaerenses Jorge Sarghini y Alejandro Rodríguez, pendularon en su votación. En ocasiones puntuales, el oficialismo contó con el apoyo de los legisladores que responden a los gobernadores Gerardo Morales y Gustavo Valdés, y de otras fuerzas provinciales como el Movimiento Popular Neuquino o Todos Somos Río Negro. Los bloques mencionados, que se ubicaron en el centro del espectro ideológico con mayor o menor perfil negociador conforme con los intereses provinciales que se pusieran en juego, fueron claves para aprobar en noviembre del 2020 el Aporte Solidario a las Grandes Fortunas, un proyecto motorizado por Máximo Kirchner y acompañado en silencio por una parte de la coalición gobernante.

El nuevo Congreso y los desafíos para el oficialismo

Los resultados electorales de noviembre configuraron un escenario de extrema paridad entre las dos coaliciones parlamentarias mayoritarias en ambas cámaras. En Diputados, El Frente de Todos dispone de dos legisladores más que Juntos por el Cambio (118 a 116), mientras que en el Senado perdió el quórum y depende del apoyo de dos legisladores de terceras fuerzas provinciales para alcanzarlo. En la Cámara baja, crecieron los extremos del arco ideológico, con el Frente de Izquierda y de Trabajadores-Unidad alcanzando los cuatro legisladores, igual número que la derecha “libertaria” referenciada en Espert y Milei. Por su parte, los espacios políticos centristas se organizaron en tres interbloques, dos de ellos con un perfil más proclive a la negociación con el oficialismo: Ser Somos, con un diputado de La Rioja y otro de Santa Cruz, y Provincia Unidas, que reúne dos legisladores de Río Negro y dos de Misiones. El tercero es el Interbloque Federal, con ocho diputados. Lo integran dos legisladores del lavagnismo residual, dos del socialismo santafesino y tres cordobeses alineados con Schiaretti. A este tren se subió también el ex ministro de Transporte Florencio Randazzo. El perfil de este bloque es más opositor, con algunos de sus integrantes bordeando el antikirchnerismo.

Las aguas templadas del centro bajaron frías al recinto en el tratamiento del Presupuesto Nacional, en una muestra cabal de las mayores dificultades que enfrentará el oficialismo en Diputados durante la segunda parte de su gestión.  Si bien el Frente de Todos mantuvo su disciplina partidaria, fracasó en sumar al Interbloque Consenso Federal, el más numeroso y decisivo para obtener un triunfo legislativo. Reflejada en la presencia de diez bloques diferentes en su conformación como interbloque,  la atomización de Juntos por el  Cambio y su disputa interna por el liderazgo del interbloque dificultaron ostensiblemente las negociaciones, imponiéndose los sectores más intransigentes y rupturistas del PRO. Finalmente, el Frente de Todos fue derrotado por 132 a 121 votos y el gobierno de Alberto Fernández se quedó sin la herramienta presupuestaria para el próximo año.

El oficialismo logró revertir parcialmente la derrota sufrida con el Presupuesto al aprobar, aunque en forma muy ajustada, las modificaciones a la Ley de Impuesto sobre los Bienes Personales.  Se impuso por un voto en Diputados –contó con el apoyo del FIT pero el rechazo de Consenso Federal- y alcanzó los 38 apoyos en el Senado, luego de que Juntos por el Cambio no participara de la sesión y en una pulsión reglamentarista anunciara su judicialización. En la última ley aprobada del año, reapareció la discusión sobre mayores contribuciones fiscales y equidad tributaria que había organizado la disputa argumentativa en el tratamiento del Aporte Solidario a las Grandes Fortunas y en el Impuesto a las Ganancias para empresas. Mientras el oficialismo retomó la prédica a favor de la progresividad en el cobro de impuestos, la coalición opositora mayoritaria justificó su rechazo al proyecto en el carácter “confiscatorio” del gravamen y el desaliento a la “inversión productiva”, en consonancia con el reclamo motorizado por otros actores corporativos y mediáticos.

Ley por ley y voto a voto, el Frente de Todos requerirá de oficio, paciencia, voluntad de negociación y mucha coordinación entre el Ejecutivo y el Legislativo para sumar apoyos de las terceras fuerzas en la Cámara baja y así lograr imponer su agenda legislativa durante el 2022, en un Congreso polarizado ideológicamente y con un sector de la oposición más dispuesto al combate que al debate.

*En co-autoría con Joaquín Foresti. Investigadores docentes del área de Sociología, Instituto de Ciencias, Universidad Nacional de General Sarmiento. Twitter: @CorralDamian1| @ForestiJoaquin