La sonrisa de los que el domingo votaron en contra del gobierno no había terminado de apagarse cuando en las primeras horas del lunes los portales de noticias, las radios y los canales de TV comenzaron a privilegiar la novedades sobre el pánico de ciertos actores (a los que insisten en llamar “los mercados”) por sobre los análisis de resultados o las notas de color sobre la vida y obra delos ganadores que suelen suceder a cada acto electoral. 

Desde temprano, estos “mercados” (uso las comillas para referirme a mercados como personas concretas que son tenedoras de títulos, gerentes financieros,consultoras y traders) decidieron con el diario del lunes apostar contra Argentina, un país donde, según la agencia Bloomberg, hay alto riesgo de default a causa del triunfo de la oposición. 

Mientras el peso se devaluaba y las acciones de las empresas argentinas se hundían, muchos argentinos, incluso algunos a los que nos les interesa especialmente la economía o la política, empezaron a preguntarse qué es lo que haría su presidente para detener la crisis o al menos morigerar sus efectos. Sin embargo, la palabra oficial se demoró hasta bien entrada la tarde, luego de que los mercados (aquí, sin comillas, sí me refiero a una institución) cerraran sus operaciones.

Lo que finalmente dijo el presidente Mauricio Macri no solo resultó sorprendente, sino también preocupante. Porque en lugar de anunciar acciones o explicar futuras estrategias del gobierno se limitó a comentar, como si fuera un analista, que el origen de los problemas radicaban en el triunfo de la fórmula encabezada por Alberto Fernández, ya que “los mercados” no confiaban en su política. Más aún, Macri sostuvo que lo acontecido era “solo una muestra” de lo que podría suceder. 

Traducido:hasta que los candidatos del Frente de Todos no logren convencer a los“mercados” que están dispuesto a adoptar las políticas que ellos les sugieran,la crisis puede continuar. 

La responsabilidad política empieza por casa
Si esta misma idea fuera expuesta por cualquier otro candidato, sería discutible. Pero dicha por el jefe de Estado, tiene un efecto adicional: el de invertir responsabilidades, pues la crisis ya no sería producto de la acción o inacción del gobierno, sino de la voluntad o la capacidad de la oposición para resultar confiable a los “mercados” más que a los votantes. Así, la postura del gobierno implica una suerte de presión sobre la ciudadanía: si los argentinos insisten en votar a candidatos en los que los mercados no confían, la crisis puede empeorar.

El problema es que Macri no es solo un candidato; también es el presidente. Tiene la responsabilidad indelegable de responder ante todos los argentinos y no apenas a quienes lo votaron o concuerdan con sus ideas. Aunque esté convencido de que los problemas económicos se deben a la oposición y no a sus actos de gobierno o a su campaña basada en agitar el fantasma de un comunismo ilusorio, ahora tiene la obligación de frenar la crisis y tomar medidas que moderen los efectos de lo que ya ha sucedido. 

En un país donde la pobreza viene creciendo, un proceso de devaluación descontrolada que puede trasladarse rápidamente a precios o frenar las cadenas de producción no puede ser utilizado como una herramienta para atemorizar a los votantes, tiene que ser enfrentado y encausado con rapidez. Ahora, la primera responsabilidad del gobierno es gobernar y no preocuparse por hacer un buen papel en la próxima elección.

 *Doctor en Ciencia Política. (UNL-CONICET)