Dos declaraciones de Horacio Rodríguez Larreta esta semana llamaron la atención por su contenido extravagante y rupturista para con los libretos discursivos habituales de Juntos y con su propia trayectoria política. Ante una pregunta acerca de las causas posibles de la alta inflación, llamó a “ir sobre los monopolios para que haya una verdadera competencia”. Consultado días más tarde sobre la creciente angustia por el aumento del precio de los alquileres, se mostró a favor de “poner un impuesto a las viviendas ociosas”. No es que el Jefe de Gobierno porteño haya hecho un curso acelerado de chavismo ni haya entrado en una suerte de amnesia ideológica repentina, como bromearon desde el kirchnerismo en las redes sociales. En verdad es mucho más que eso: volvió a demostrar, una vez más, que entiende como pocos dirigentes el pulso del debate social y de las agendas mediáticas y que está dispuesto, como dice, a “gobernar con el 70 por ciento y no con el 30” en caso que le llegue la hora. No por nada es el candidato mejor posicionado de la oposición para 2023. 

Repasemos: desde que impulsó el congelamiento de precios, la Rosada logró subir al ring a los grandes empresarios, a los que eligió entregar como enemigo principal de los bolsillos de quienes ya no saben qué hacer frente a la inflación. Por primera vez, apareció alguien (las grandes cadenas, las cámaras alimenticias, en definitiva, “los monopolios”) a quien culpar por el descalabro inflacionario que no sea el Gobierno. Larreta interpretó enseguida la dirección de la jugada y, para sorpresa de muchos, eligió avalar el discurso oficial. A su manera, lo hizo también propio. A fin de cuentas, si todo le sale bien, también a él le va a tocar lidiar con el problema. 

Quizás por esa misma razón, desde la convención radical en el estadio de Ferro, el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, le espetó al Jefe de Gobierno que “lo apoya el establishment”. Una forma decorosa de recordarle, sin demasiados rodeos, dónde está parado realmente en el tablero político. Y que el espacio progresista dentro de Juntos por el Cambio, si es que existe, es territorio exclusivo radical. No del Pro, por más denuncia repentinamente esfuerzos “antimonopolios” que se intenten.

Larreta, el equilibrista: de los “monopolios” al “establishment” y la búsqueda permanente del centro político

El radicalismo, de hecho, eligió el microestadio de Ferro para relanzarse nacionalmente por su contenido simbólico ligado al alfonsinismo. El primer presidente de la democracia apareció una y otra vez en los discursos de los principales referentes, entre ellos de Facundo Manes, quien abusó de la herencia “progre” del referente de Chascomús. Fue un acto para marcarle la cancha al propio Larreta: se le dejó en claro que tendrá competencia interna para 2023 y que será desde el espectro de la centroizquierda del panorama político. 

Muy lejos de Ferro, en Dolores, el sector más radicalizado hacia la derecha de la oposición tuvo el jueves su propio acto, aunque frente a los tribunales federales de esa ciudad bonaerense. En un dejá-vu empobrecido de la puesta en escena de la vuelta de CFK frente a Comodoro Py, Macri denunció su propia persecución judicial fuera del poder, aunque en un marco bastante amargo. Salvo Patricia Bullrich, a esta altura su más fiel seguidora, puede decirse que el ex presidente estuvo solo. Solo y cada vez más solo mientras junto a Bullrich abusan cada vez más del corrimiento a la derecha de la agenda mediática, no importa de qué se trate: desde el conflicto mapuche del sur hasta el freno judicial de ayudas sociales que padeció el Gobierno, todo puede ser explotado para posicionarse en ese sector que los emparenta cada vez más con José Luis Espert, Cinthia Hotton y Javier Milei. 

Larreta, el equilibrista: de los “monopolios” al “establishment” y la búsqueda permanente del centro político

Para Larreta, que se sacó una foto con Macri en la previa pero estuvo lo más lejos posible del escenario en Dolores, el crecimiento de brotes, discursos y representaciones por los dos espectros del escenario político es una bendición. El plan es bastante sencillo: representar a toda esa construcción parándose desde el medio, y desde arriba.

Algo de eso ya ensayó en el armado que construyó en 2019 para su reelección en la Ciudad, mientras el propio Macri veía desvanecer su poder. Larreta aglutinó espacios y partidos políticos de un amplio abanico: primero selló la paz con Martín Lousteau y sumó al espacio del Coti Nosiglia y Emilinao Yacobitti a los acuerdos locales con la UCR, donde también estaba Daniel Angelici; luego incorporó desde el venido a menos PS de Roy Cortina, que había apoyado al UNEN de Solanas-Carrió y hasta al sector del propio Espert. Ese es el mismo sueño de Rodríguez Larreta, pero a nivel nacional: construir una mayoría política no sólo para llegar a la Rosada, sino para gobernar con un cierto acuerdo político amplio, que también debería contar con el peronismo. Su buena relación con Sergio Massa es la bala de plata en esa estrategia.

Larreta, de hecho, cree que el fracaso de Macri tuvo que ver con su furioso antikirchnerismo, que derivó mas tarde en un furibundo y contraproducente antiperonismo, que lo fue encerrando en un núcleo duro cada vez más delgado de apoyos, mientras la economía se iba por el tacho de la timba. De esa experiencia, el jefe de gobierno sacó la conclusión de que sin mayorías políticas amplias, que incluyan la empatía de cierta oposición dentro de la canasta, es imposible tomar medidas de fondo, que son necesarias para mantenerse en el poder, como bajar la inflación. Habrá que ver si el gran acuerdo que prepara el Gobierno post-elecciones no termina de arrebatarle la iniciativa. Todavía faltan más de dos años para la gran batalla. Pero las estrategias ya están bastante claras.