Pocos días después de haberse bajado del avión que lo trajo desde Washington y de que el Pro cumpliera 15 años ininterrumpidos de gestión en la Ciudad de Buenos Aires, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, prepara su propio festejo de fin de año, con el que espera obtener una última foto antes de las fiestas que le dé cuerpo a su candidatura presidencial. Será este jueves, en el búnker histórico de Costa Salguero, donde el larretismo aspira a juntar al menos unos 2 mil dirigentes llegados de todo el país para apoyar su camino hacia la Rosada en 2023.

Desde la sede de Uspallata apuntan que quienes se hagan presentes en Costa Salguero tendrán, en principio, el ADN “Pro puro”, lo que podría ser un mensaje al interior del partido, donde su candidatura presidencial todavía es resistida por varios dirigentes de peso, desde Patricia Bullrich o Cristian Ritondo hasta el propio ex presidente Mauricio Macri.

La foto, dicen cerca suyo, será similar a la que obtuvo en octubre de este año durante la cumbre de Alcaldes C-40. Aquella vez, Larreta hizo de anfitrión de varios jefes comunales de Juntos por el Cambio, incluidos los del radicalismo. Ese sería el único matiz, esta vez: por ahora el perfil del encuentro tiene la marca exclusiva del Pro, aunque la posibilidad de que a último momento se sumen dirigentes radicales no está descartada.

El jefe de Gobierno llega dulce a su cierre de año. Se entrevistó por segunda vez en poco más de un año con el demócrata John Kerry, entre otros dirigentes de peso en el establishment norteamericano. También habló casi como un futuro presidente frente a los CEOs de multinacionales con inversiones en el país, como Chevron, General Motors, Morgan Stanley, Amazon y Exxon, entre otros.

Para colmo, su gira por la costa este le sirvió a Larreta para mantenerse muy lejos del escándalo que envolvió a su ministro de Seguridad, Marcelo D'Alessandro, y al fiscal general porteño, Juan Bautista Mahiques, designado por él, por los chats filtrados de Lago Escondido.

Quien sigue en cambio pagando el costo de una factura similar es Patricia Bullrich, su principal escollo hoy en la carrera presidencial. Su mano derecha, Gerardo Millman, no corrió la misma suerte que los hombres del larretismo y debió bajarse de la jefatura de campaña de la presidenta del Pro, alcanzado por las esquirlas del intento de magnicidio que sufrió Cristina Kirchner.

La vicepresidenta, condenada, también le dio una buena noticia al Jefe de Gobierno al renunciar a cualquier cargo institucional. El larretismo insiste hace años en que buscará una presidencia con “el 70 por ciento del sistema político”, es decir que buscará consensos con el peronismo friendly, hoy desorientado, pero sin el kirchnerismo, que todo parece indicar se replegará a otro tipo de estrategia política. Ese panorama refuerza esa hipótesis de gobernabilidad, aunque Larreta mira de reojo el futuro político de la vice, a quien considera una potencial opositora de temer si sigue siendo el blanco de los ataques del sistema.

Macri, en tanto, sigue en Catar, lejos del día a día de la política local, lo que dará a Larreta el aire suficiente para demostrar que es él y no otro el dirigente capaz de consolidar un programa de gobierno serio para el círculo rojo, que todavía está golpeado por el pésimo experimento económico que resultó la presidencia de Macri.

El problema que arrastra, de todos modos, es el propio partido, donde Macri sigue siendo el gran elector y ordenador. Con el horizonte de una posible interna del Pro previa a las PASO para ordenar candidaturas a nivel nacional y también de la Ciudad, Larreta espera este jueves enviar un fuerte mensaje interno: su candidatura no tiene frenos y el ordenador no será otro más que él.