Cristina Fernández de Kirchner sigue siendo el eje gravitacional de la política argentina. Su discurso de hace una semana en Avellanada marcó una agenda de discusiones que aún continúa y dejó algunas interpretaciones posibles sobre el juego que jugará hasta el 2023. Los movimientos de los principales actores del FDT, los que acuerdan con ella y los que no, dentro y fuera de las fronteras de su imperio bonaerense, aportan elementos para interpretar su estrategia.

Una primera cuestión ineludible es que CFK habló como opositora. Si sus diferencias con la gestión económica del Ejecutivo ya eran conocidas, la Vicepresidenta las profundizó y amplió el rango de beneficiaros de críticas. Una injerencia que se desprende de ese tono y se apoya en trascendidos de su propio entorno que no para de reproducirse en los análisis políticos, es que CFK cree que la situación política y social de cara al 2023, tal como están echadas las cartas, es irremontable. Dicho de otra manera, la Vicepresidenta está pensando más en la posibilidad de una derrota electoral a nivel nacional que en otro desenlace. Desde allí organiza el repliegue para la resistencia, teje alianzas con actores estratégicos y acorrala a los socios molestos del presente para vaciarlos de poder y correrlos desde ahora hacia los márgenes de un futuro armado.

El tren al 2023 corre por dos vías: el amurallado de la fortaleza bonaerense y la expansión de su influencia con los jefes del interior. También tiene adversarios declarados, a ambos lados de la grieta. Como él hiciera con ella durante todo su mandato, CFK subirá al ring a Macri cada vez que pueda, en parte porque los movimientos del ex presidente prefiguran hoy por hoy su posible candidatura, y en parte porque el 2023 podrá ser mirado con mejores ojos por la población si el punto de contraste es 2019, del cual Macri es la cara. Al interior del oficialismo, una nueva síntesis con el Presidente se aleja cada vez más y CFK avanza en aislarlo del resto de los actores de peso. A él y a su principal estructura de sostén, el Movimiento Evita, de histórica tensión con el cristinismo.

LA FORTALEZA BONAERENSE

La provincia de Buenos Aires sigue siendo el corazón de la estrategia de Cristina. Allí tuvo que administrar tensiones entre Axel Kicillof, el hijo político al que eligió para la difícil tarea de gobernarla, La Cámpora y los Intendentes del PJ. Las fricciones que existieron entre los jefes comunales y la organización de Máximo Kirchner durante el segundo mandato de CFK, continuaron  durante el macrismo y llevaron a importantes referentes de los territorios incluso a empujar la idea de un albertismo que nunca llegó a nacer, pero que cargaba el tantas veces invocado como fracasado objetivo de jubilar a Cristina o, de mínima, correrla del centro de la escena peronista. Hubo otros que, sin dejar de negar la tensión política con el kirchnerismo, se mantuvieron en un prudente equilibrio con quien nunca dejó de ser la dueña de los votos.

Hoy, todos juegan con Cristina. Algunos por convicción, otros por necesidad, en ningún cálculo político de los que atienden “la primera ventanilla del Estado” rinde apostar contra la Vicepresidenta. Ese escenario lo fueron configurando los fracasos de la economía albertista, su falta de conducción política, y la habilidad con la que el kirchnerismo fue acercando las posiciones. A los que nunca sacaron abiertamente los pies del plato, se les pagó con importantes lugares en el gabinete provincial incluso a costa de la tensión que implicó con Kicillof, que tuvo que bajar a soldados propios. A los que envalentonados se lanzaron a la aventura albertista, hoy se los recibe de brazos abiertos cuando vuelvan a intentar cuidar los territorios que dejaron para saltar al Ejecutivo nacional.

A su vez, el principal riesgo para los Intendentes es que se le armen internas en sus territorios. Pero con las alianzas en curso con el cristinismo, ese factor amenazante que antes era La Cámpora hoy lo representa justamente el principal actor de peso que sostiene políticamente al Presidente: el Movimiento Evita. Ya son varios los distritos donde la organización de Emilio Pérsico construye referentes para eventuales candidaturas para unas PASO en las que Alberto Fernández sería su candidato a Presidente. El ejemplo más fuerte es La Matanza, que en las últimas semanas apareció empapelada varias veces con la cara de Patricia Cubría, Diputada provincial y pareja de Pérsico con quien el Evita busca disputar con el armado de Espinosa.

El movimiento ya avisó en el comunicado en que respondió las críticas de CFK que buscará armar un partido con otras organizaciones sociales para presentar una línea propia en las PASO. Que se le animen a un pesado del conurbano como Espinoza en su propio territorio es todo un mensaje para el resto de los jefes comunales, que por reflejo político se recuestan en CFK y hacen causa común con sus críticas hacia la organización que conduce Pérsico. Toda la discusión sobre lo que la Vicepresidenta llamó “tercerización” de los planes sociales y el pedido de que pasen a la órbita de los municipios hay que leerla en esa clave de disputa política.

En la provincia no hay balotaje y eso es un dato muy importante. Se gana por un voto, y un triunfo en esas tierras asegura, de mínima, la presencia en un balotaje en las nacionales. Por eso la apuesta a la fortaleza bonaerense es a la vez defensiva y ofensiva. Puede posicionar al candidato de CFK (¿ella misma?) como la única alternativa al candidato de JxC (¿Macri?), y ante una eventual derrota nacional asegura una base de resistencia que le permitió históricamente al peronismo confrontar con los gobiernos nacionales de otro signo. Para muestra histórica bastan los ejemplos de Cafiero durante la presidencia de Alfonsín o Ruckauf con De la Rúa.

LIGA DE GOBERNADORES

CFK entendió la falta de conducción política de Alberto Fernández como una oportunidad para extender su influencia en el interior, donde el reinado de los gobernadores tiene otra autonomía al de los intendentes del conurbano e históricamente florecieron con más facilidad las hostilidades hacia ella. Que el kirchnerismo no quede enfrascado en la realidad del AMBA es un paso estratégico si lo que busca CFK, como todo parece indicar, es volver a conducir políticamente al conjunto del peronismo. Y como con los intendentes, mandatarios que en su momento saludaban la posibilidad de un peronismo menos cristinista, hoy ponen su firma en documentos en los que reclaman al Presidente una mayor participación en la toma de decisiones, al tiempo que le marcan una agenda propia.

El espacio concreto es la Liga de los Gobernadores, que el viernes se reunió en Resistencia con Jorge Capitanich como anfitrión y sumó una nueva provincia a sus filas. Arabela Carreras se convirtió en la mandataria provincial número 17 en sumarse al grupo, que sobrepasó al peronismo y busca convertirse en una voz unificada del interior para empujar una federalización en oposición directa a los planteos de la CABA. De hecho, la mayoría de sus principales planteos apuntan contra la concentración de recursos en el AMBA y específicamente en el territorio madre del macrismo.

El duro comunicado que surgió como resultado de la reunión reclamaba un plan para el abastecimiento de combustibles líquidos, concretamente el gasoil, que en las estaciones de la Capital se consigue a un menor precio del que reporta en provincias donde es un insumo imprescindible para las actividades agropecuarias, y donde hoy escasea. También pidieron por una distribución justa y equitativa de los subsidios al transporte público, y volvieron a insistir en la construcción de una Corte Suprema más federal, ante la inminencia de un fallo del máximo tribunal en favor de la CABA en la disputa por el 1,18% de coparticipación que el Presidente le quitara en septiembre del 2020.

Pero la agenda de los Gobernadores se tocó con la de los Intendentes en un punto, justamente el establecido por CFK en relación a los planes sociales. “Potenciar la generación de empleos de calidad” o “transformar los planes sociales en trabajo digno” fueron las formas de subirse al discurso de la Vicepresidenta asumiéndose como los posibles garantes d esas transformaciones. En el fondo, el mensaje es menos recursos para los movimientos sociales y más recursos para las distintas instancias del Estado.

La Liga está encabezada fundamentalmente por Axel Kicillof y Jorge Capitanich, dos jugadores del riñón cristinista. Fue a ellos a quienes CFK les encomendó la creación del espacio, que el 24 de julio tendrá un nuevo encuentro. Desde esta red federal, CFK condiciona la política nacional del Presidente y empieza a tejer alianzas para la construcción de una fórmula presidencial. Con Kicillof anotado en la provincia, la hipótesis de un mandatario del interior cobra fuerzas dentro de los análisis y cerraría con la estrategia de vaciar totalmente de poder al proyecto que ella misma creó y que hoy juzga como un fracaso sin retorno en Alberto Fernández.

Cristina sigue marcando el pulso de la política argentina en general, y del peronismo en particular. Para jugarse una última chance en 2023 o para resistir a un nuevo gobierno amarillo, construye su fortaleza bonaerense y teje federalismo con los Gobernadores mientras aísla políticamente al Presidente y sus aliados. Una nueva síntesis para lo que viene difícilmente no la tenga en centro, de forma mucho más clara y sin los grises que dejó la construcción apurada e inexperta del Frente de Todos.