A poco más de 20 días para los cierres de la presentación de alianzas o frentes, la oferta electoral sigue siendo aún incierta, pese al sorpresivo anuncio de la fórmula presidencial Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner por Unidad Ciudadana y el Partido Justicialista, o al menos una parte mayoritaria de este. La candidatura que conjuga kirchnerismo y pejotismo, expresa una política para tratar de conciliar con el FMI y los “dueños del país”. A su vez, Roberto Lavagna aceleró el blanqueo de su candidatura presidencial por lo que hasta ahora se dio en llamar “Alternativa Federal”, pero no es seguro que todo ese arco lo apoye.

En particular, está en duda cuál será la estrategia de Sergio Massa y el Frente Renovador, que ha dejado abierta la posibilidad de una negociación con el kirchnerismo y sus aliados, ya sea compitiendo en unas primarias comunes o integrándose directamente a las listas. El gobierno, por su parte, mantiene hasta el momento la alicaída candidatura de Macri pero nadie descarta alguna novedad, incluyendo que dé un paso atrás en su candidatura en beneficio de la de María Eugenia Vidal. Desde el Frente de Izquierda y de los Trabajadores hemos propuesto la fórmula Nicolás Del Caño y Romina Del Plá, mientras llamamos a otras fuerzas de izquierda a sumarse a un acuerdo de todos los que nos reivindicamos anticapitalistas y socialistas.

La incertidumbre que aún persiste en la definición de los candidatos y las coaliciones electorales que van a presentarse tiene que ver en gran medida con la profundidad de la crisis. 

Macri, con la complicidad de los gobernadores del PJ y las conducciones sindicales burocráticas, nos llevó a una crisis de extrema gravedad, de la cual lo peor está por venir. Bajo el dominio del FMI hay que pagar en los próximos cuatro años alrededor de USD 160.000 millones, USD 40.000 al año en promedio. Para ver la magnitud de esta cifra digamos que el superávit comercial argentino de máxima llegaría a los USD 10.000 millones anuales. 

Cada argentino deberá pagar el equivalente a cuatro jubilaciones mínimas al año, de una deuda de la cual no vio un peso, que ha ido a engrosar los bolsillos de los especuladores y los fugadores seriales de capitales. Son tiempos turbulentos los que se avecinan, en medio de una recesión galopante y una inflación que duplicó los promedios ya altos del gobierno anterior. Frente a quienes tratan de justificar que no hay otro camino que seguir atados al Fondo, hay que recordar que de su mano terminamos en las hiperinflaciones de 1989 y de 1990 y en la quiebra económica y la crisis social de diciembre del 2001, con casi un 60% de pobres y 25% de desempleados. Eso es lo que tenemos por delante si no nos rebelamos a las imposiciones del FMI. La prioridad tiene que dejar de ser los que se beneficiaron de la gran estafa y el negociado del endeudamiento macrista. Son los intereses y necesidades del pueblo trabajador los que hay que poner por delante. Solo con tres meses de lo que se destina este año al pago de la deuda se podría lograr que ningún hogar estuviera con ingresos bajo la línea de pobreza. 

Hay que recomponer el poder de compra del salario y las jubilaciones y volver atrás con los tarifazos, terminando con el curro de las privatizadas y las tarifas de servicios y los combustibles a precio dólar, cuando los costos de producción son en pesos. La alternativa es de hierro: o terminamos con los dictados del FMI y la crisis la pagan los capitalistas o la crisis no hará más que profundizarse, gane quien gane en octubre.

*Sociólogo y docente universitario. Dirigente nacional del PTS y referente del Frente de Izquierda. Twitter: @chipicastillo