Hace ya varios años, la discusión en torno a las elecciones primarias en nuestro país recae en su utilidad: las PASO parecen estar vistas en el seno de la sociedad como “una gran encuesta”, en la que los votantes marcan sus preferencias de cara a la general. En los últimos años, los estudiosos de la temática electoral en nuestro medio, han señalado que esta afirmación es válida, pero ello no necesariamente es malo. Ante la ausencia de información veraz, y las dificultades técnicas para desarrollar encuestas, los votantes no cuentan con información adecuada para tomar decisiones. Sin embargo, en el último mes, esta discusión ha quedado atrás: las PASO serán primarias. En un importante número de distritos del país, diversas fuerzas políticas las utilizarán para definir sus candidaturas.

Como se ha señalado desde su creación en 2009, uno de los objetivos principales de las PASO es brindar a las agrupaciones un medio para poder solucionar sus discrepancias en el proceso de selección de candidatos. Las alianzas y partidos pueden presentar varios candidatos en las primarias, y serán los votantes quiénes definan sus candidatos definitivos. Aunque en 2019 las PASO como herramienta hayan brillado por su ausencia, desde 2015 se han convertido en una instancia crucial, particularmente bajo dos condiciones: cuando la oposición busca aunar fuerzas, o bien cuando los oficialismos buscan resolver sus procesos de sucesión de liderazgos. Ejemplos de esto son las elecciones de 2015: del primer caso, lo acontecido con la creación de “Cambiemos”; y de la segunda situación, la “interna peronista” en la provincia de Buenos Aires entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez.

Las elecciones de este año nos muestran, al igual que en 2015, la misma particularidad, solamente que se dan ambas en el mismo espacio político: Juntos por el Cambio (o “Juntos”, en la provincia de Buenos Aires) tiene la doble tarea de resolver la conformación del esquema de poder hacia su interior -y desde allí, buscar al reemplazo de Mauricio Macri de cara a 2023-; y también ampliar su base de apoyos para lograr ser más competitivo frente a un peronismo prácticamente unificado. Es en este sentido que, para el principal bloque opositor, las PASO cumplen con la típica finalidad con la cual fueron creadas. La aparición de nuevos liderazgos -como Facundo Manes-, la irrupción de nuevos socios -como Margarita Stolbizer o Ricardo López Murphy-, el reordenamiento de aliados tradicionales -como Emilio Monzó-, e incluso el rol de nuevos liderazgos nacionales en la interna -como es la postulación de Diego Santilli, con el apoyo explícito de Horacio Rodríguez Larreta-, le aportan dinamismo a la elección, y permiten la reconfiguración estratégica de Juntos por el Cambio de cara al 2023.

Para el oficialismo, por su parte, las PASO de 2021 funcionan del mismo modo que en 2019: son una oportunidad para confirmar su equilibrio de poder interno. Con listas “cuidadas” y meticulosamente armadas desde los pasillos de la Casa Rosada -con algunas excepciones, como en Santa Fe-, el Frente de Todos sigue mostrando una fuerte unidad de cara a los distintos escenarios. Las PASO, en este sentido, pueden brindarle al oficialismo algo que no le brinda la cotidianeidad de la gestión: la necesidad de mantenerse unidos frente a una oposición que no puede ofrecer lo mismo. En líneas generales, los oficialismos no suelen utilizar las PASO como herramienta para elegir sus candidaturas, a menos que tengan que resolver una pugna por la sucesión del liderazgo del bloque (como lo que ocurrió en la provincia de Buenos Aires en 2015). Estratégicamente en 2021, el oficialismo está parado en un reparto de poder muy similar al de 2019, y por lo tanto, las PASO pierden esa utilidad.

Asimismo, las PASO representan un gran problema para las terceras fuerzas: la doble instancia electoral facilita a los electores a identificar estratégicamente su opción, y por lo tanto, favorecen a las primeras fuerzas. A menos que exista una chance reconocida de que una tercera fuerza logre ser competitiva frente a las dos primeras -como ocurrió en 2019-, los votantes tienden a reorientar su voto en las elecciones generales, favoreciendo a las dos fuerzas más votadas. Sin embargo, en la mayoría de los distritos del país aparecen terceras fuerzas: Randazzo en la provincia de Buenos Aires, Milei en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, entre otros. El desafío que tendrán éstas es hacer una elección con un porcentaje lo suficientemente alto como para poder penetrar en la pelea entre los dos grandes.

En síntesis, aunque no arrojan demasiadas sorpresas las estrategias perseguidas por las fuerzas políticas, sí nos muestran que las PASO como herramienta estratégica están más vivas que nunca, y son cruciales para entender el reparto de poder de cara a las presidenciales de 2023. Oficialismo y oposición lo saben. Ahora queda esperar a la reacción de la ciudadanía ante los resultados, y ver cómo los votantes usan sus resultados estratégicamente.

* Politólogo y profesor en las carreras de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica Argentina, la Universidad del Salvador y la Universidad Nacional de Tres de Febrero; investigador del IDICSO (USAL); y se especializa en procesos electorales y partidos políticos. Twitter: @ferdsardou Las opiniones vertidas en este texto son personales