Varias cosas quedaron en claro en las últimas semanas en la Argentina. La primera y principal es que, le pese a quien le pese, CFK continúa siendo un centro gravitacional alrededor del cual orbita toda la política argentina. Lo sabe antes que nadie el Gobierno nacional, que no quería comprarse el problema de la condena y la proscripción de la ex presidenta, pero que no tiene el poder suficiente como para muñequear discusiones de fondo con los verdaderos dueños del país y debe aceptar sus decisiones como buen empleado. Lo sabe también el poder concentrado que la quería, ante todo, fuera del menú electoral para siempre, y que incurrió en todas las irregularidades posibles para evitar un nuevo 2019. Porque si hay otro aspecto que quedó claro en estos días es que le tuvieron y le tienen miedo. Y que tienen razones para temerle.

El Tribunal Oral Federal N°2, responsable del juicio infame y la condena irregular contra CFK, eximió a la ex presidenta de presentarse en Comodoro Py para acatar la sentencia. El motivo de esa decisión quedó en evidencia este miércoles, cuando cientos de miles de personas reventaron el centro porteño y muchas ciudades del país para reclamar contra la proscripción de la principal figura política del país. La marcha a los tribunales federales, que CFK pensaba encabezar caminando, hubiera sido un golpe al mentón de todo el establishment que hace lo imposible por verla de rodillas y vencida, al punto tal de explotar de ira al verla bailar en su balcón junto a su pueblo. Le tuvieron miedo a esa movilización y actuaron en consecuencia, pero no pudieron evitar lo que quedará registrado para la historia como una de las manifestaciones políticas más potentes de las últimas décadas.

Le tuvieron miedo y tenían razón

Las estimaciones más conservadoras hablaron en la tarde del miércoles de medio millón de personas en la calle contra la proscripción de CFK. Desde el cristinismo deslizaron que el número de manifestantes fue el doble, un millón de almas en defensa de la ex presidenta y de la democracia. Cualquier número en el medio de esas cifras es infinitamente más de lo que pudiera siquiera soñar con movilizar cualquiera de los esbirros que hoy festejan la prisión de CFK. Como dijo otro gran ídolo popular argentino, tener poder es que te quiera la gente.

La jornada empezó temprano, con Patricia Bullrich dando su nota habitual con detenciones y requisas arbitrarias a micros de larga distancia y urbanos que llegaban a la Capital desde el conurbano. El afán del Gobierno nacional por tapar el sol con un dedo no conoce de límites. Lejos de amedrentarse, la militancia cantaba al borde de las autopistas a sabiendas de que, tarde o temprano, llegaría al abrazo de la Plaza de Mayo.

Ese epicentro de la política argentina también amaneció vestido con banderas de todos los colores, procedencias y fuerzas políticas. Los intendentes del conurbano, los que se encuadran con Axel Kicillof y lo que están junto a Máximo Kirchner, colgaron sus trapos en la plaza de madrugada para asegurarse de que su apoyo a CFK fuera bien visible. En el centro y pegado a la Pirámide de Mayo, obreros trabajaban desde temprano para erigir un escenario que al final no sería usado más que para soportar las torres de sonido por las que se escucharían más tarde los mensajes de la ex presidenta. Un poco más atrás y en dirección a la Rosada, el Gobierno dispuso una barrera de vallas cortando la plaza casi en dos, en otra muestra de temor frente a la imagen inevitable de una plaza repleta.

Le tuvieron miedo y tenían razón

A la concurrencia suelta y silvestre, que fue la primera en llegar, se le sumó pasadas las 11 de la mañana la primera columna de peso. El SMATA de Ricardo Pignanelli copó su lugar sobre la calle Irigoyen con bengalas, bombos y banderas coloridas. El movimiento obrero organizado no tuvo la representación que hubiera podido en la movilización. Por fuera de la CTA y algunos sindicatos como ATE, no se vio una gran participación orgánica a partir de la definición de la CGT de otorgar “libertad de acción” y no llamar a un paro.

Sobre Avenida de Mayo, una serie de pasacalles que no llevaban la firma de ninguna organización planteaban una tónica de la jornada: “Asignación Universal por Hijo, por eso te condenan”; “Creación de universidades públicas y becas PROGRESAR, por eso te condenan”; “Soberanía, YPF, Aerolíneas Argentinas, 2 satélites, por eso te condenan”; “Trabajo, 230 nuevas empresas, nuevas pymes, 6 millones de puestos de trabajo, por eso te condenan”; “Viviendas, PROCREAR, más de 200.000 familias con casa propia, por eso te condenan”; “Cultura, CCK, Fútbol Para Todos, Más cine argentino, por eso te condenan”.

Le tuvieron miedo y tenían razón

Hacia el mediodía, bajando por Diagonal Sur se veía el grueso de la movilización. Por allí entraría la gigantesca columna de La Cámpora, que cubría unas 8 cuadras de extensión desde la esquina de la diagonal y Belgrano hasta pasar la avenida Independencia doblando por 9 de julio. Un poco antes y como parte de la misma columna, el PJ de Quilmes que conduce Mayra Mendoza le ponía color a la jornada con su clásico colectivo fileteado y una bandera que rezaba “Coraje y amor por la patria”.

En la cabecera de la columna de La Cámpora buena parte de la primera línea de la orga cantaba y saltaba al ritmo de los bombos y trompetas de la militancia. Daniela Vilar, Facundo Tignanelli, Emmanuel Santalla, Lucía Cámpora, entre otros dirigentes, ocupaban el pulmón que quedaba entre una avanzada de motoqueros a los bocinazos y la línea de seguridad del inicio de la columna. Detrás, y junto a las tradicionales letras gigantes que componen el nombre de la organización, un muñeco gigante de Hebe de Bonafini y otro del Nestornauta bailaban al calor de los jóvenes que dejaban la garganta agitando abajo de ellos.

Le tuvieron miedo y tenían razón

Finalizando la columna de la organización de Máximo Kirchner se ubicaron otros sectores políticos aliados, como el Nuevo Encuentro de Martín Sabbatella o El Hormiguero. Todavía más atrás y a la espera de que las columnas avanzaran, se nucleó el kicillofismo con su Movimiento Derecho al Futuro. El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, llegó pasadas las 13:30 al punto de concentración y avanzó junto a ministros e intendentes como Carlos Bianco, Andrés Larroque, Verónica Magario, Fernando Espinoza, Mario Secco, Andrés Watson, Fabián Cagliardi, entre otros. El MDF también plantó sus banderas en la plaza, y aunque su columna no llegó a entrar para el momento en que se escucharon los mensajes de CFK porque ya no cabía un alfiler, la muestra de apoyo a CFK de Kicillof y los jefes comunales que lo respaldan fue contundente y notoria.

Le tuvieron miedo y tenían razón

De vuelta en la plaza, el reloj corría y se pasaba con creces el horario de las 14:00 que se había fijado para el inicio del acto. Dirigentes de diferentes sectores fueron llegando al epicentro de la jornada. Sergio Massa, que dejó trascender que movilizó unos 20 micros desde el interior para nutrir la convocatoria; Juan Grabois, que viene teniendo un papel protagónico en las acciones de defensa de CFK; gobernadores como Ricardo Quintela, hasta hace poco enfrentado a la ex presidenta por la disputa por la titularidad del PJ; legisladores nacionales y provinciales; y hasta el Partido Obrero, históricamente enfrentado al peronismo, llegaron a la cita en un variopinto que expresó por sí mismo la trascendencia de la movilización de esta tarde.

Durante toda la jornada corrían las versiones de lo que sería el acto principal. El escenario dispuesto en el centro de la plaza no tenía tarima y parecía imposible que alguien hablara desde allí, pero los rumores circulaban en torno a una posible intervención de Máximo Kirchner como único orador. Las dudas empezaron a despejarse alrededor de las 14:30, cuando la concentración de personas en la estrecha calle Defensa tuvo que apretarse al límite para permitir el cordón de seguridad que le iba abriendo paso a la primera plana cristinista.

Le tuvieron miedo y tenían razón

Mayra Mendoza, Eduardo Wado de Pedro, Mariano Recalde y hasta el propio Máximo Kirchner caminaron entre la gente entre besos, abrazos, apretones de manos y alguna que otra selfie para los afortunados lograron sortear la seguridad. La esquina de Defensa e Irigoyen se revolucionó mientras los dirigentes entraban a la plaza en lo que parecía ser un rumbo directo al escenario.

Pero no. Máximo y sus compañeros apenas avanzaron unas decenas de metros sobre Irigoyen hacia el lado del Cabildo, y se quedaron entre la multitud en medio de la columna camporista. Con la confirmación de que habría un mensaje de audio de CFK, la duda pasaba ahora por ver si los referentes de La Cámpora subirían al escenario o se quedarían allí. Los minutos fueron pasando y las fotos y los abrazos de Máximo con la gente se multiplicaban entre cantos militantes y la marcha peronista. Finalmente sonó el himno nacional, y en medio de la efervescencia de la multitud se escuchó una voz conocida.

X de Diagonales

“Hola, qué tal. ¿Cómo están queridos compatriotas, en esa maravillosa histórica Plaza de Mayo? Bueno, espero que muy bien. Yo aquí, en San José 1111, firme y tranquila”. Comenzaba el primero de los dos mensajes de CFK a la marea humana que se congregó para protestar por su condena, su detención y su proscripción. El primero fue grabado, pero en un posible preanuncio de los tiempos que vienen, la ex presidenta jugó una nueva ficha al finalizar ese mensaje.

“Hola, ¿cómo están? ¿Me escuchan ahí en Plaza de Mayo? Soy yo, Cristina, estoy acá en San José 1111. ¿Se escucha? ¿Se escucha? Bueno, nada, tenemos que darnos mañana para poder comunicarnos para estar cerca”, dijo, esta vez en vivo y a través de una comunicación telefónica la líder proscripta. La multitud explotó en cánticos y aplausos, un tanto confundida por la novedad de lo que sucedía pero consciente de que CFK desplegaba toda su creatividad política para estar allí, y respondiéndole a la ex presidenta con el fervor que sólo los movimientos populares pueden ostentar.

Máximo y la dirigencia de La Cámpora escucharon atentamente ambos mensajes mezclados entre la militancia. Por momentos el diputado nacional aplaudía las palabras de su madre y se sumaba a algún canto. Por momentos escuchaba con el ceño fruncido, una mano en la barbilla y expresión atenta y reflexiva. La nueva etapa política de la Argentina estaba comenzando y cada quién se acomodaba a ella como le salía.

Le tuvieron miedo y tenían razón

Finalizados los mensajes de CFK, la militancia rugió con fuerza en un interminable “ohh, vamos a volver”. La consigna la planteó la propia ex presidenta cuando expresó: “los he escuchado cantar consignas, cantar la marcha, cantar el himno nacional con mucha pasión. Pero quiero contarles que lo que más me gustó fue escucharlos cantar otra vez “vamos a volver”. No lo hacíamos desde hacía muchísimo tiempo, demasiado tal vez.  Y me gusta ese “vamos a volver” porque revela una voluntad, la de volver a tener un país donde los pibes puedan comer cuatro veces al día y en el colegio les den libros y computadoras, que los laburantes lleguen a fin de mes y puedan ahorrar para comprarse un autito, una casita, un terrenito, algo que sea de ellos, conseguido con el esfuerzo de su trabajo, bien peronista”.

El mensaje de CFK fue bajando como la espuma del mar en las gargantas de los miles de militantes agolpados en la plaza, y fue reemplazado por otro, esta vez desde los parlantes. Comenzó a sonar “Todo preso es político”, de los redondos, marcando la señal para el inicio de la desconcentración. Como siempre, en paz, con la alegría del sentimiento de lo colectivo a flor de piel, cientos de miles tomaron de a poco sus rumbos. Algunos volvieron a sus casas, pero no pocos caminaron o se bajaron en la estación San José del subte E, para quedarse un rato más bajo ese balcón que ya va rumbo a convertirse en un mito. Con la esperanza en la mano por un saludo a la distancia de esa líder a la que aman como nadie amará nunca a los mediocres que quieren prohibirle hasta que salga a su balcón. Porque le tuvieron y le tienen miedo, y es lógico que lo tengan. Quizás aún más hoy, después de que ella y cientos de miles volvieran a recordarles que, más temprano que tarde, “vamos a volver”.

X de Diagonales