Desde el primer censo de población en 1869, al que realizaremos y participaremos el 18 de mayo del 2022, ya han pasado 153 años, un poco más de un siglo y medio, en cual se ha venido principalmente contando la población existente en el país.

Aunque en un primer momento se ignoró a la población originaria, posteriormente se la fue incluyendo en los censos, pero sin especificar la etnia ni el reconocimiento en alguno de sus pueblos. Si bien en 2010 se preguntó y se realizó a nivel de hogar y en un cuestionario ampliado (muestra), ahora es a nivel persona y en cuestionario único (a toda la población). Además, se sumó pregunta por lengua de pueblo indígena u originario que habla y/o entiende.

Si bien los primeros registros ya datan desde tiempos de las primeras avanzadas militares con lo colonización española, en las cuáles se contaban  los varones con capacidad de portar un arma, el inicio del primer censo se dio en el contexto de los primeros en la región, enfocándose en observar a los habitantes del país, sus ocupaciones, y un capítulo muy especial a la longevidad de las personas.

Hoy el 11avo censo nacional, avanza con novedades muy especiales, como ser un censo de derecho, por lo cual se registra a las personas en la vivienda en que tienen su residencia habitual; y por otro lado, la posibilidad de hacerlo previamente en forma de auto respuesta a través de una página web.

Pero tal vez uno de los mayores desafíos, además del operativo organizado por el INDEC en el cual participan miles y miles de encuestadores a lo largo y ancho del país, es la pertinencia futura de los datos logrados.

El censo tiene que dar cuenta de la situación y condiciones de las viviendas, la composición de los hogares, las discapacidades y el auto-reconocimiento étnico, junto a datos demográficos de la población, y además su situación laboral. Los cambios migratorios, el aumento de las ciudades pequeñas y la alerta que implica para gobiernos democráticos futuros enfrentar desafíos nuevos, por las nuevas y nuevos componentes en determinados ámbitos territoriales.

El censo es la única fuente que releva situación laboral formal e informal y tiene cobertura universal, porque las encuestas son muestras y no permiten tanta desagregación espacial ni cubren lo rural y los registros no cubren lo informal.

En general, de los mayores atributos particulares del censo es su cobertura universal, incluye áreas urbanas y rurales y que permite tener la información con el mayor nivel de desagregación, es decir, para áreas pequeñas.

A pesar de que el objetivo es el conteo de personas principalmente, las variables que pueden medir condiciones sociales, son un marco previo que luego guiará los datos durante una década, y permitirá visualizar en ello la evolución educativa, las condiciones del empleo, y el número de personas que dependen de activos en los hogares. Por otro lado, busca definir con claridad el  déficit habitacional, el hacinamiento, el régimen de tenencia de la vivienda y tipo de documentación de la vivienda.

El censo también incide en la determinación de si un área pasa de ser rural a urbana (2000 habitantes el umbral) o en la cantidad de diputados que tendrá, para mejorar el nivel de representatividad en base a la población existente en cada distrito.

Algo particular de este censo es que se hará un operativo específico para población en situación de calle la noche del 16 de mayo en grandes centros urbanos.

Y las otras novedades: la inclusión de la pregunta por identidad de género y la inclusión de categoría X en sexo (a raíz del cambio en la legislación).

Para los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, es importante apreciar el tamaño de sus hogares, en qué condiciones habitan su vivienda, el nivel educativo, el tipo de ocupación, y en forma indirecta en qué territorio viven cotidianamente. Los mismos se complementan con otras encuestas, pero permiten tener un pantallazo organizador de información para las encuestas muestrales durante esta década que ya se inició.

Es probable que las hipótesis del sentido común que han inundado los medios de comunicación a lo largo de la década pasada sean confrontadas con los datos duros de una apreciación más certera del país, y pongan una vez más en cuestionamiento una imagen  construida en la proximidad de nuestras experiencias cotidianas. “Se embarazan para tener un plan”, “los chicos cada vez estudian menos”, “no hay pueblos originarios en el país”,  son sólo algunos de las frases construidas en el pedestal de la discriminación, que pueden nuevamente ser doblegadas en la persistencia de los datos, que no son otra cosa que expresión de los cambios, caminos y trayectos de las y los habitantes de Argentina.

Agradecimiento especial a María Fernández Melián por la precisión de la información.