La Boleta Única Papel no soluciona mucho. El proyecto de BUP (Boleta Única Papel) obtuvo media sanción el miércoles pasado en la Cámara de Diputados. La boleta única tiene como ventajas asegurar la oferta en el cuarto oscuro, evitar el robo de boletas, ahorrar recursos al Estado y posiblemente tenga menor impacto ambiental. Incluso, algunas encuestas demuestran un apoyo por parte de la población. Se ha llegado a decir que con la implementación de la boleta única tendríamos una "refundación democrática”. Pero las esperanzas puestas en ella son muy altas, le pedimos demasiado. El problema no es tanto como votamos si no a cuantos podemos votar.

Un cambio en la herramienta de votación no es una luz al final de ningún túnel: no influye sobre aspectos fundamentales del sistema de partidos. La boleta a la que estamos acostumbrados en el ámbito nacional (boleta partidaria) tiene sus ventajas y perjuicios pero en general funciona relativamente bien, a pesar de las críticas por el robo de boletas y posibles manipulaciones como el “voto cadena”. En los casi 40 años de democracia, no tuvimos denuncias formales de fraude. En cambio, si bien nuestro sistema de partidos está ordenado en torno a dos grandes coaliciones, permite fácilmente la creación de nuevas estructuras. Esto hace que tengamos muchas papeletas en el cuarto oscuro, entre ellos un pelotón de partidos pequeños que aparecen en una elección y desaparecen en la siguiente: los sellos de goma o pymes electorales.

En la actualidad, tenemos 708 partidos de distrito reconocidos (que pueden presentar candidatos a diputados y senadores nacionales). Esta atomización quiso ser controlada desde 2009, con la sanción de las PASO, cuando el panorama era parecido; en aquel momento existían 697 partidos. Funcionó a medias. En las primarias obligatorias nos seguimos encontrando con muchas fuerzas políticas, pero en las elecciones generales la competencia ronda en torno a cinco alianzas ¿A quién ayuda la BUP? ¿A los partidos que desaparecen luego de las PASO o a las terceras y cuartas fuerzas que les disputan las bancas a las fuerzas mayoritarias?

A todos les roban las boletas, pero a los chicos les cuesta un poco más reponerlas. Los partidos más pequeños no suelen tener la estructura de fiscales necesaria para cuidar todas las mesas. En cambio, peronistas y cambiemitas se las ingenian para que sus candidatos aparezcan en todos los cuartos oscuros del país. Todos los partidos deben tener afiliados, candidatos y dirigentes, pero también deben tener fiscales. Tenemos una contradicción. Partir del diagnóstico que los partidos políticos no pueden asegurar sus boletas habla más de la debilidad y fortaleza de algunas estructuras partidarias que de problemas en la actual herramienta de votación.

El aspecto central de los sistemas electorales es la confianza que tenemos en ellos. Cuando se pierde, corremos el riesgo de cuestionar la legitimidad de una elección. Debatir sobre los puntos más débiles del nuestro y cómo mejorarlos es fundamental. Pero cuidado, si no hacemos diagnósticos completos, las aspirinas de hoy pueden ser los dolores de cabeza del mañana.