El presidente Mauricio Macri ensayó una jugada en espejo a la que urdió la senadora Cristina Fernández cuando designó a Alberto Fernández como su compañero de fórmula y aspirante al sillón de Rivadavia. A las 15:40, las placas de los canales de noticias se vistieron de alerta para dar el anuncio de que el edil Miguel Ángel Pichetto secundaría al jefe de Estado como candidato a vice en los próximos comicios.

Así, el hábil dirigente peronista se constituyó en la némesis perfecta del ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner y su compañera y sucesora en el cargo. Los dos polos del antagonismo principal se irguieron entonces dibujando una cruz que los empata de cara a la contienda: si la ex mandataria acredita legitimidad, liderazgo y alta intención de voto, el postulante a la primera magistratura en su boleta aporta roce, llegada y persuasión en pasillos tribunalicios y corporativos del establishment político y empresario, mientras que Macri pone su caudal electoral desde la cima del Ejecutivo al tiempo que Pichetto se asocia con el capital de su expertise, la pericia para moverse en la trama legislativa y la interlocución con un peronismo que comenzaba a resultarle esquivo a Cambiemos en las provincias.

La novedad generó una explosión en redes sociales y ungió con la velocidad de un rayo el nombre del senador peronista nacido en Banfield pero acogido por Río Negro con la distinción del Trending Topic en Twitter. Minutos antes de las 16, Macri fundamentó su decisión bajo la explicación de que el país necesitará “construir acuerdos con mucha generosidad y patriotismo, donde todos los argentinos que compartan estos valores aporten desde su lugar”. Sin privarse de arrojarle nafta a la grieta, aseguró también que en la cita con las urnas se optará entre la república y el autoritarismo populista.

En la tómbola de posibles partenaires de Macri que se barajaban en su entorno, Pichetto no encabezaba las preferencias. Su procedencia, más allá de sus atributos para la rosca, restañaba el lánguido vínculo que trataban de recomponer los principales operadores macristas con la UCR. Durante el fin de semana, se consultó a la diputada Elisa Carrió ante la posibilidad de que el inscripto para competir por la campanita en la Cámara alta fuera un peronista y la chaqueña, ante la encerrona, aceptó. La luz verde de quien sube o baja el pulgar con total impudicia en la alianza gobernante le granjeó alivio al Jefe de Estado, que ya había sufrido el desaire del gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey, y el arquitecto de la convención de Gualeguaychú, el radical Ernesto Sanz. Retirado en la administración de un complejo de cabañas junto a su familia, el ex senador le dijo a Diagonales: “yo ayudé mucho a mi partido pero desde un lugar distinto, estoy fuera del ámbito público”.

Otras de las figuras que rankeaban alto en los sondeos oficiales era la diputada cordobesa Natalia De la Sota, quien paradójicamente era pretendida también por el tigrense Sergio Massa en caso de cerrar su acuerdo con el kirchnerismo y pulsear en las PASO contra la dupla de los Fernández. Hija del histórico dirigente y gobernador mediterráneo José Manuel De la Sota, la legisladora emerge como portadora de un ADN con el que Cambiemos supone podría beneficiarse en la pesca mayoritaria de sufragios a río revuelto.

De hecho, la principal especulación al cierre de este artículo pasaba por acertarle al destino de Alternativa Federal o la migración de las voluntades que la animan. Sin Pichetto ni Roberto Lavagna e incluso, tal vez –y como se perfila el cierre-, sin Massa, la oferta se reduciría a Urtubey y los votos que cosechó Schiaretti quedarían en una suerte de disponibilidad indeterminada pero más cercana a Cambiemos, merced al salvoconducto entre el rionegrino y el cordobés.

Lotes, remates y diseño político

La vida es una tómbola de noche y de día, cantaba Manu Chao en honor a Diego Armando Maradona y, lejos de la habilidad del inefable ídolo argentino pero saltando a cabecear con la mano, Cambiemos vivió una de esas jornadas en las que el partido sale mejor de lo que sus cuadros hubieran imaginado. Dos fuentes cambiemitas confirmaron a este medio que el casillero de primer senador por la Ciudad de Buenos Aires había sido concedido al diputado Martín Lousteau, ex ministro de Economía de CFK y ex embajador argentino en Washington durante el primer bienio de Macri.

No en vano la reacción de “los mercados” fue positiva. Pichetto, el mismo que paseó por las manzanas más importantes de Nueva York desmintiendo la encuesta que daba a Macri derrotado en ballotage, trajo sosiego. La concesión a Lousteau en el distrito donde casi se convierte en verdugo de Horacio Rodríguez Larreta y, por añadidura, del propio líder del Pro derivó en el inicio de una conversación alrededor de los términos de una pax con el radicalismo. La sutura fue efectiva, al parecer.

Punto de Enrique Nosiglia, el legislador de rulos y desenfado radial por la Metro 95.1 interpela y seduce a la misma fracción del electorado porteño con la que esperaba alzarse el presidente del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, Matías Lammens. El macrismo y el radicalismo neutralizarían, de esa manera, la expansión de la oposición porteña hacia lotes semiprogresistas que supieron amalgamarse con sectores peronistas hasta que la tragedia de Cromañón interrumpió el mandato de Aníbal Ibarra y le abrió las puertas del distrito a Macri.

En las tribus kirchneristas masticaron el rumor con algo de bronca, astillándose el paladar. Las negociaciones que sobrevivieron al fin de semana entre los espacios de La Cámpora, Ampliar y los impulsores de Lammens orbitaban la posibilidad de que el dirigente azulgrana fuese el postulante a la Jefatura de Gobierno, acompañado por Victoria Donda, y el candidato a senador que encabezara la lista fuera el legislador Mariano Recalde.

Dentro de Ampliar, descorchaban y se ponían la corbata de vincha con ese diseño político pero el entorno de Lammens, quien se reserva el derecho de opinar sobre la tira nacional, pegó el silbatazo contra tamaña representación para La Cámpora. En todas las jurisdicciones, la agrupación dilecta de la ex Presidenta se corre y habilita el espacio central a otras representaciones territoriales, salvo en Capital Federal. Variable de ajuste inasible y con un sistema político más atado a las vanidades que a lógicas partidarias sólidas y estructuradas, los 48 barrios encorsetados por el cinturón de la General Paz y el Riachuelo suelen evadirse de los influjos nacionales para el armado kirchnerista y sus expresiones políticas terminan habitualmente en un desparramo por la forma en que construyeron históricamente los delegados del Frente Para la Victoria en la Ciudad.

Recalde, por su parte, le dice a los suyos que está dispuesto a bajarse si es necesario para la unidad pero no termina de hacerlo, tal vez porque precisa garantizarle a la fuerza propia lugares y cuotas de poder que no podría conservar o adicionar si desiste ahora. En ese sentido, suelta en privado aseveraciones vindicativas sobre su rol como “armador” del distrito y presume de su fortaleza para tomar la decisión de competir o no en este turno, justo cuando se perfila el retorno de actores dispuestos a pasarle cuantiosas facturas a La Cámpora.

Aun así, el presidente del bloque de Unidad Ciudadana en la Legislatura está a tiempo de eludir la refriega por los casilleros electorales y transformarse en el jefe político opositor con más proyección y reconocimiento desde que el macrismo gobierna la Reina del Plata. El secreto, quizá, estribe en la forma de acumulación que escoja: la suerte y la persistencia de su agrupación y diversas experiencias silvestres surgidas al calor de los tres gobiernos kirchneristas dependen, en gran parte, de esa disyuntiva.