Nervioso, desangelado y entregado a Trump: ¿la última semana del Milei que conocimos?
El presidente se quedó sin promesas ni horizontes para una sociedad a la que le sigue pidiendo más sacrificios. El fracaso de las ideas de la libertad, a las que sólo les queda como oferta el viejo y oxidado antikirchnerismo. Pérdida del aura y transferencia de expectativas del león al gringo, que ya define la economía y la política del Gobierno.
Javier Milei fue la gran estrella de la última campaña electoral. En 2023 y desde su rol de opositor, pateó el tablero del sistema político con una actitud y un discurso rupturistas que se montaron sobre las ruinas de lo existente y lo llevaron a la Rosada. Su furia y su enojo empatizaban con las frustraciones de la población. Sus promesas de libertad, de castigo a “la casta” y dólares para todos prendieron en muchos que las creyeron genuinamente, y en muchos otros que eligieron creer como una última opción ante el fracaso de todo lo demás. Milei era la estrella que desde un nuevo firmamento guiaría al pueblo argentino a una nueva prosperidad. En menos de dos años de gobierno, esa estrella ya es sólo un nuevo hueco oscuro en un cielo ennegrecido para las grandes mayorías del país.
El presidente tuvo que ponerse al hombro totalmente la campaña en la última semana ante uno de sus dos estruendosos fracasos: el de su armado político. Delegar en una inexperta Karina Milei y sus secuaces de apellido Menem la construcción partidaria y política terminó siendo fatal. El oficialismo se peleó con buena parte del sistema de poder, incluidos los gobernadores, que armaron frentes y propuestas locales que el 26-O pueden significarle un gran dolor de cabeza en las urnas. Marginar y bajarle el precio a Las Fuerzas del Cielo fue alejarse de una esencia a la que hoy resulta forzado intentar volver, habiendo perdido por el camino a muchos de los jóvenes que hace dos años militaban en sus familias el voto al león.
La elección de candidatos tampoco fue una fortaleza para Milei. Sus dos principales apuestas lo dejaron expuesto en su falta de criterio. Tuvo que bajar a Espert, luego de sostenerlo contra propios y extraños, por sus probados vínculos económicos con una estructura narco. Su segunda elegida, la ex modelo Karen Reichardt, tampoco mostró expertise en encarnar una candidatura outsider y anti casta, marca registrada de los libertarios hasta el 2023. La ex Brigada Cola no tuvo una sola intervención destacada en la campaña, más bien todo lo contrario. Sus dichos recientes sobre que los votantes que no apoyan al Gobierno tienen “una enfermedad mental” ofendió por duplicado a todo el espectro opositor y a la comunidad afectada por los recortes en materia de salud mental y discapacidad. Aunque Santilli, el “colo” al que le piden pelarse, se haya intentado despegar de sus dichos, en la boleta las caras que deberán votar quienes se inclinen por el oficialismo serán las de Espert y la de Reichardt. El dedo selector de Milei se sacó un 1 en su primer gran examen.
Milei nunca se vendió como un gran político, y desde allí pueden exculparse estos groseros errores. Lo que es más difícil perdonarle al “experto en crecimiento económico con o sin dinero” es el rotundo fracaso de su programa económico. El dólar, que se iba a caer como un piano, no encuentra techo ni siquiera con préstamos recurrentes y la intervención directa del Tesoro yanqui. La economía, que iba a subir como pedo de buzo, no para de caer y el Gobierno va por el récord de haber desatado dos recesiones en dos años de gestión. Las inversiones que iban a llover brillan por su ausencia, y el país está en los niveles más bajos en décadas de inversión privada interna y extranjera.
La pérdida de más de 18.000 empresas y 253.000 puestos de trabajo registrados (datos oficiales, SIPA) contra noviembre del 2023; el nivel de utilización de capacidad instalada de la industria por debajo de los registros de la pandemia; la caída ininterrumpida en todos estos meses del consumo en supermercados; el desplome de los salarios, el aumento del desempleo y del nivel de informalidad laboral; la inflación que no cede y rebota, incluso cuando no hay consumo; son fotogramas de una película de terror económico que vive una sociedad a la que Milei le prometió en campaña que sólo ajustaría a la casta y que eso resultaría en una mejora de las condiciones de vida de las mayorías.
Las ideas de la libertad envejecieron a menos de dos años de nacer. Todas las promesas y sueños de prosperidad que sedujeron a buena parte de la sociedad hoy suenan a una estafa electoral, y repetirlas implica un gran riesgo: que el electorado sienta que le siguen tomando el pelo. Por eso, el liberalismo que venía a reorganizar el perimido sistema político argentino terminó cayendo en la mayor pobreza conceptual imaginable. La única oferta libertaria es un antikirchnerismo oxidado y con olor a naftalina, que discute contra un peronismo que se reorganiza con una CFK presa y fuera del menú electoral. El domingo 26 habrá que mirar cuánto logran motorizar del voto anti k las boletas violetas. Si no se verifica un crecimiento importante en la PBA tras la paliza del 7 de septiembre, y a nivel nacional no consiguen un porcentaje comparable al de otras ofertas antiperonistas de elecciones anteriores, la lectura será que Milei habrá fracasado también en su intento de líder anti.
El fracaso económico dejó a un Milei desangelado. El aura del león que vendría a sacudir el tablero para favorecer al pueblo, con nuevas ideas económicas y una actitud política de reseteo del sistema con castigo a los responsables de fracasos anteriores se esfumó en tiempo récord. Y el presidente y su oficialismo no tuvieron otra salida que, en un país marcado por un importante sentimiento anti yanqui, depositar en el mandatario norteamericano más polémico en mucho tiempo esa esperanza de salvación.
Milei ya no es el depositario de las expectativas por una mejor situación. Él mismo se encargó de transferirle ese capital a un presidente extranjero, que hoy aparece como dueño del Gobierno argentino. Toda la comunicación oficialista y las declaraciones de Milei en los últimos días apuntaron a destacar que mientras él sea presidente, Trump apoyará a la Argentina. Es decir, la promesa no es que Milei pueda hacer algo de lo que vendió en campaña, sino que el libertario es el garante de que el líder de la principal potencia del mundo decida meterse en el país a decidir su rumbo económico. El gesto sólo demuestra su propia impotencia, como la de un niño que corre asustado a pedirle ayuda a un amigo o hermano mayor frente a una pelea que no puede dar por sí mismo.
Este león devenido en gatito mismo de Trump no puede evitar revolear arañazos en el tramo final de la campaña, y sólo sigue lastimando a quienes necesita pedirles una caricia electoral. Este sábado, en una entrevista con su periodista subordinado Gabriel Anello, el presidente se burló de la gente que sufre y no puede esperar una situación mejor, ridiculizando la expresión como “una frase kuka”. Pidió además tener paciencia y “pelarse el traste”, en una metáfora con lo que un estudiante debe hacer para lograr recibirse.
El grado de desconexión con el sufrimiento de millones de argentinos resulta alarmante pero no es novedoso. Milei lo repitió en todas sus últimas entrevistas. A Eduardo Feinman le dejó en claro que no había nada distinto por hacer cuando el periodista le expresó que el 80% de la gente no llega a fin de mes. A Esteban Trebukcq le ofreció la misma metáfora universitaria que a Anello, mientras le pedía a la sociedad no aflojar en la mitad del río. Todo esto a los gritos, desencajado, transpirado y visiblemente incómodo y enojado con la realidad que él mismo construyó pero se niega a aceptar.
Milei llega nervioso a la última semana de campaña y esto resulta evidente para cualquiera que elija mirarlo y escucharlo. Lo errático de sus declaraciones, en las que sólo pide más sacrificio sin otra promesa que confiar en que Trump gobernará mejor que él la Argentina, y que en 30 años el país será una potencia mundial, ya lo resaltan comunicadores ultra oficialistas como Alejandro Fantino. Que no hable más de esfuerzos, que no diga más que sacó de la pobreza a 12 millones de personas, que se muestre más empático con la realidad. Los pedidos porque Milei baje a tierra de sus fantasías suenan a pedidos desesperados en muchos voceros oficialistas que ataron su suerte a la de un presidente disociado, inexperto, dogmático en ideas económicas impracticables y con la sensibilidad social de un témpano de hielo.
Milei ya no tiene promesa, ya no encarna expectativas, y sólo algunos fanáticos u oportunistas siguen creyendo en él. Todas las proyecciones se mueven en torno a que, en el mejor de los casos, Milei deje de ser Milei. Que entregue el mando a la Embajada yanqui para que le redefina el modelo económico, inicialmente con un salto cambiario que el mercado convalida ronda tras ronda. Para que le rearme el Gobierno, con cambios de gabinete que implicarían darle lugar a Macri y rescatar a Santiago Caputo, hundiendo en el mismo movimiento a Karina Milei en el esquema de toma de decisiones. Para que le reordene el frente político obligándolo a acordar con gobernadores y agentes del sistema frente a los que Milei se siente superior y los que buscó someter como si fuera un emperador. Todos movimientos que hasta ahora el libertario se negó furibundamente a realizar, incluso ante pedidos y presiones del sistema de poder.
Puntos más, puntos menos, los comicios del domingo que viene no parecen arrojar un escenario en el que el Gobierno pueda mostrarse realmente victorioso. Podrá mostrar cierta supervivencia, pero la hegemonía política que pretendía construir para encarar reformas estructurales parece lejana y casi imposible. En el mejor de los escenarios, el oficialismo podría sostener sus posiciones defensivas defendiendo vetos y DNUs. La refundación que el emperador soñaba no ve la luz, aplastada por los escombros del derrumbe de su gestión política y económica.
Al león le quedarán dos caminos. O resiste los embates internos y externos por cambiarle su esencia, su naturaleza, y sigue tirando zarpazos desesperados a diestra y siniestra con el riesgo de que todo explote, o termina de entregarse, asumiendo aunque no lo haga explícito el fracaso de su visión y sus propias cualidades para llevarla a cabo. Lo único que parece seguro es que ese Milei estrellado, centro del universo de expectativas y con sueños y esperanzas para repartir entre los argentinos será difícil de volver a ver. Y que los dos años de gobierno que le quedan por delante abren preocupantes interrogantes sobre el rumbo económico y social de un país que ya acumula casi una década de crisis permanente.
Gobernar la Argentina no es tan fácil como vociferar ideas extravagantes con una estética punk en paneles de TV, teatros de la calle Corrientes o videitos de Tik Tok. Tal vez esa sea la principal enseñanza del experimento libertario para la sociedad y el sistema de poder del país.