Como de algún modo se previó en la edición de la semana pasada de esta columna, el proyecto de ley de eliminación de las jubilaciones de privilegio del poder judicial despertó furia lógica en una casta a la que aún ni la había rozado el viento de la democracia recuperada en 1983. Y también sirvió para demostrar que en el segmento más robusto de la oposición no hay la buena voluntad que el presidente Alberto Fernández sí le dedica al diálogo inter-partidario. El escándalo que se derivó de la presencia de Daniel Scioli no deja lugar a dudas: en cualquier caso, como sea, romper climas es el único programa de Cambiemos.

Puede reprochárseles a Sergio Massa y a Máximo Kirchner lo justos que llegaron con el quórum, nada menos que en un asunto híper sensible y pese a todas las facilidades que una sesión extraordinaria y especial supone para un oficialismo. Sí. Pero ello implicaría olvidarse que en diciembre último, en ocasión del tratamiento de la Ley de Emergencia, y sin la excusa de Scioli, el cambiemismo fue aún más lejos en las tensiones, intentando amputarle al Frente de Todos parte de su representación. Lo mismo quisieron impugnando al ex gobernador.

Estando el FdT mucho más estrecho en Diputados que en el Senado, de por sí fue descuidado en permitir la salida hacia el Poder Ejecutivo de algunos de sus integrantes, con lo que perdió dos bancas más. Entonces debe extremar el cuidado de sus relaciones con los bloques “del medio” (los que sintetiza José Luis Ramón, el lavagnismo, los cordobeses). Queda como llamado de atención para lo que viene. Es verdad que éste era un expediente que ardía, capaz de endurecer hasta a los más colaborativos, pero no menos lo es que probablemente vengan otros similares hasta que el Congreso se renueve en 2021 (no se sabe cómo).

Tampoco resulta conveniente pasársela pidiendo permiso para gobernar. Hasta acá, se había avanzado por consenso. En esta ocasión se juzgó necesario dar un puñetazo sobre la mesa, e inclinarse por un espíritu más decisionista, generándose el antecedente de que el gobierno nacional no se detendrá si fracasa en el acuerdismo. Se habrá pensado que la ocasión lo ameritaba: a nadie le escapa que se trata del poder más repudiado por la sociedad. ¿Quién no ha escuchado quejas por la exención de Ganancias de que gozan, otro privilegio? A propósito: si esto está costando tanto, ¿alguien imagina lo que sería ir contra esa otra prebenda?

Tal vez el griterío por Scioli manche un poco un triunfo que pintaba para salir intacto. Pero no son de este mundo las ganas de gobernar sin costos: se optó por abollarse un poco en un debate en el que cuesta defender la postura contraria a la de la iniciativa sancionada. Eso, además de evitar que se notara la grieta interna con algunos rebeldes que querían acompañar al FdT, motivó el berrinche de Mario Negri y compañía. En breve, los detalles de esta sesión serán olvidados, pero quedará para el peronismo un nuevo aporte a la igualdad.

Al mismo tiempo se escucha que la versión final que salió de la cámara baja quedó demasiado tibia, lo que se contradice con la supuesta vocación de vaciar los tribunales. Si esto no convence de que al peronismo siempre se le buscará el pero, nada lo hará.

Cambiemos sigue encerrado en el discurso que lo hizo caer en la última elección presidencial. Nadie por fuera del núcleo duro antiperonista vota instituciones. ¿Cómo crecer entre ajenos? Podrían haber doblado la apuesta yendo a por otros privilegios. Pero así habrían abandonado a sus aliados judiciales. Apoyándolos, ofrecieron otra evidencia, por si ya no hubiese suficientes, de la entente que impulsó y sostuvo a la anterior gestión, y que se sostiene hasta la fecha. En tiempos de denuncias sobre el Lawfare, no es menor ese triunfo. Lo barato suele costar caro.