No informamos lo suficiente (pero igual les duele)
Javier Milei libra su “batalla cultural” contra el periodismo “ensobrado” con un esquema “sin intermediarios” en las redes sociales para difundir sus opiniones y agravios contra todo aquel que ose a divulgar hechos que lo dejen mal parado, que se anime a repreguntar, y que no tenga miedo por los avatares de las milicias digitales. El ataque más certero frente a regímenes de tendencia autoritaria: el arma de la crítica, la información veraz, y el contraste de los dichos oficiales con la realidad más cruda de la Argentina.
Tan solo 17 días después de la Revolución de Mayo de 1810, y con la venia de la Primera Junta de Gobierno, el secretario Mariano Moreno ponía la piedra fundante de lo que conocemos en la forma moderna del periodismo en la Argentina: un 7 de junio de 1810 se fundaba la Gaceta de Buenos Aires.
Esta medida impulsada por el nuevo régimen, que daba prioridad a la libertad de expresión, se sintetizaba en el mantra morenista de que el pueblo tenía el derecho de conocer la conducta de sus representantes. Desde su concepción ilustrada por la prensa gráfica “punta de lanza” en Occidente, Moreno apuntó a divulgar los asuntos de gobierno, los decretos y las disposiciones, no solo noticias locales, sino también internacionales, y difundir los ideales revolucionarios para formar sujetos políticos como “ciudadanos” plenos. El ejercicio de la crítica más filosa, desde un primer momento.
¿Qué de este espíritu crítico queda hoy en la consideración de una población que piensa que TODOS los periodistas viven de la pauta y el sobre? ¿Qué posibilidades reales hay de ejercer este oficio que, como pocos, permiten el enriquecimiento de la sociedad, a la luz del debate de ideas y el contraste de los datos frente al discurso oficial? ¿Qué pasa con la persecución penal por parte del Gobierno? ¿Y el asedio sobre los periodistas que, desde distintos puntos de vista, muchas veces antagónicos entre ellos, se erigen como una voz de disenso y son perseguidos hasta el último algoritmo por las milicias digitales que ofician de patrulleros?
Este gobierno de La Libertad Avanza no permite que avance la libertad de discutir el rumbo del país. Considera que la autoridad que le confirieron las urnas en 2023 es condición sine qua non para que la sociedad obedezca de forma incondicional y avale pasivamente cada peso que se recorta para la salud, educación pública y la ciencia. Que los representados aceptarán sin ninguna crítica que comience un nuevo ciclo de deuda con el FMI que dará paso a la fuga de los que hacen su negocio con el país y luego huyen, o que se aceptará sin pruritos que los jubilados deban elegir qué remedio van a tomar y cuál no, con ingresos que son de hambre.
Si se quiere una sociedad que sea verdaderamente “libre” (palabra que el oficialismo parece apropiarse pero que no promueve en lo más mínimo) se deben dejar de lado las especulaciones, no mirar hacia donde se mueve el viento de estos tiempos políticos para intentar quedar bien parado, y ser leal con los valores del quehacer periodístico.
Este manual de instrucciones incluye la hoy cada vez más rara tarea de moverse de la comodidad del escritorio y buscar a los verdaderos caídos de este sistema que promueve la desigualdad, de movilizarse ante los hechos de injusticia cotidiana que vienen en nombre de esa “libertad”, y dar a conocer las historias personales detrás de la calamidad de los números macroeconómicos de una Argentina que hace una década se empobrece cada vez más.
El que se aleja de esta dirección es el auténtico “ensobrado”, la figura pública sin escrúpulos que, en nombre del colectivo de periodistas, puede llegar a hacer lo impensado para que el poder le dé una palmadita en la cabeza y le diga “bien hecho, acá está tu premio”.
Los nombres propios ya se conocen. La población los detecta fácilmente, son los que encabezan los rankings de periodistas menos creíbles ante la opinión pública. Son los comunicadores por excelencia de las ideas del Gobierno, que cuando tienen la oportunidad de preguntar (y sobre todo de repreguntar) solo lo hacen para hacer propaganda oficialista. Los que transformaron a la entrevista en una mera conversación con el poder. Nada fértil crece en esa tierra arrasada de eminente vacío intelectual.
Pero hay decenas, cientos de trabajadores de la comunicación, que van más allá del rubro específico de periodistas, que sí ejercen su plena convicción de entregarse a fondo y dan los mejores ejemplos de lo que es la libertad de expresión. Provienen de los más diversos espectros ideológicos, pero son consecuentes con su labor.
No se pide nada más y nada menos paro este trabajo tan denostado: desarrollar el método de investigación, contrastable con los hechos, los documentos y las fuentes; ser consecuente y responsable para contar lo que pasan con los que sufren todos los días, y nunca abandonar el espíritu la crítica y la reflexión.
Cuando se hace bien ese laburo, el Poder, que hoy más que nunca se siente inmaculado, intocable, tambalea. Ladran Sancho, señal de que cabalgamos.