Paliza histórica a Milei y horizonte para octubre y 2027: Kicillof, el restaurador del peronismo
Decidió el desdoblamiento y lo defendió a capa y espada. Empoderó a los intendentes en el armado de listas. Se inmoló por poner las cabezas de lista en el conurbano, donde ayer hizo la gran diferencia. Se puso al hombro una campaña fragmentada, donde cada tribu hizo lo que le convenía. Construyó su alternativa y revalidó su derecho al futuro del peronismo.
El 22 de octubre del 2023 fue un día agridulce para el peronismo. Tras una gran primera vuelta electoral, en un contexto económico y político muy adverso, Unión por la Patria ganó muchas intendencias bonaerenses y bancas en el Congreso, pero Sergio Massa quedó a tres puntos de consagrarse presidente. El desenlace en un balotaje era una derrota cantada, sea cual fuere el rival. Pero el gran ganador de esa jornada fue Axel Kicillof, quien tras resistir los empujones a una candidatura presidencial predestinada a la derrota, revalidó por una aplastante mayoría en las urnas su lugar como gobernador bonaerense. En una jornada donde el peronismo ganó y perdió mucho, Kicillof comenzó a ganarse su derecho al futuro del peronismo.
Rastrear los inicios de ese recorrido es tarea compleja. Quizás un punto de inflexión determinante haya sido la salida de las PASO 2021, en las que una fuerte derrota a mano de Juntos por el Cambio generó que la propia CFK decidiera imponer cambios estructurales en el gabinete bonaerense, desplazando leales a Kicillof y empoderando al tándem Máximo Kirchner-Martín Insaurralde. Tal vez haya que ir al 2022, cuando anticipándose a las presiones que recibiría para ser candidato presidencial al año siguiente, el gobernador lanzó su plan 6x6, planteando que la PBA había tenido seis años de caída con Vidal y la pandemia, y necesitaba un segundo mandato suyo para terminar de recuperarse.
Lo cierto es que en esos episodios y en tantos otros más, Kicillof empezó a trazar un camino propio con el cual, sin resignar su identidad y su procedencia kirchnerista, sí inició la construcción de una cierta autonomía y protagonismo para la toma de decisiones políticas. Algo así como lo que la ex presidenta dio en llamar “agarrar el bastón del mariscal”. Y tras todo lo recorrido desde entonces a la extraordinaria jornada electoral de ayer, poco más puede decirse que el hecho de que el gobernador revalidó cada uno de esos pasos y esas decisiones con un resultado político y electoral que sacudió brutalmente al gobierno de Milei, puso de pie a un peronismo que venía abatido y trazó esperanza en los horizontes de octubre y el 2027.
El enorme triunfo de Fuerza Patria en los comicios bonaerenses fue un parto soñado pero de un embarazo complejo y de alto riesgo. El desdoblamiento electoral puede señalarse como un punto de partida de las tensiones en el peronismo en este punto, pero lo cierto es que hubo un capítulo previo sin el que esa definición hubiera sido imposible: el nacimiento del Movimiento Derecho al Futuro, o como se dio en llamar en estas líneas, la fundación del kicillofismo.
El 2024 post derrota con Milei fue un año crítico para el peronismo. Desorientado, dedicado a señalar traidores, cruzado por internas, sumido en el silencio y sin capacidad para sintonizar con una sociedad que sufría y a la vez bancaba el ajuste, el peronismo parecía condenado a un proceso de refundación que le llevaría años y derrotas electorales poder procesar. En ese contexto, el gobernador consolidó su alianza con un número importante de intendentes, movimientos sociales, sectores del sindicalismo y organizaciones políticas, con el objetivo de iniciar un nuevo espacio dentro del peronismo. La primera gran prueba de fuego llegó el 17 de octubre del año pasado, cuando Kicillof planteó un acto propio en Berisso, resistiendo incluso los llamados de CFK para que no lo hiciera, a partir de la interna que ya surcaba a ambos sectores. Kicillof se plantó y empezó a mostrar que iba a ir a fondo con su decisión.
A principios del 2025 llegó formalmente el MDF, con un documento que firmaron 43 intendentes, 7 diputados nacionales, 13 legisladores provinciales, 107 organizaciones políticas, la CGT, las 2 CTA y una infinidad de organizaciones sindicales. Fue el paso previo para empezar a discutir desde una estructura propia el desdoblamiento electoral en la PBA.
El argumento técnico de que la reforma del sistema electoral nacional con la Boleta Única de Papel hacía imposible dos elecciones concurrentes el mismo día fue la excusa perfecta para dar la verdadera discusión política: quién tenía la lapicera en la provincia. La lógica de los cierres en manos de Máximo Kirchner durante los últimos turnos electorales era resistida por muchos jefes comunales y por el propio gobernador, que a pesar de ser reelecto no tuvo lugar en las listas y no contaba hasta ese momento con un oficialismo claramente propio.
Allí recrudecieron las tensiones y al gobernador le llovieron críticas y presiones para que no avanzara con su decisión de desdoblar los comicios. La definición llegó finalmente a principios de abril, tras una famosa reunión de 8 horas en La Plata entre las cúpulas de cada tribu del peronismo que no salió bien. Con la decisión tomada, empezó un operativo de presión por parte del cristinismo para que Kicillof diera marcha atrás, que incluyó la amenaza de no eliminar las PASO en la provincia, entre otras.
Kicillof se sostuvo en su decisión y terminó fijando los comicios provinciales para el 7 de septiembre. Su línea desde el inicio fue que un triunfo previo a las elecciones legislativas de octubre le infligiría un daño importante a Milei e impulsaría el desempeño hacia octubre del peronismo, que no ganaba una elección de medio término desde el 2005. No sólo La Cámpora y CFK se oponían a esto. Desde Juan Grabois hasta Sergio Massa, que decía que los comicios debían estirarse todo lo posible en el año para que el oficialismo nacional llegará más desgastado, criticaron la postura del gobernador. Finalmente la tesis de Kicillof quedó profundamente confirmada en la paliza electoral de este domingo, que dejó tambaleando LLA hacia octubre.
Pero para eso primero hubo que conformar una alianza con un peronismo partido, y plasmar ese acuerdo en listas de candidatos. CFK se había auto postulado para encabezar la Tercera Sección electoral, pero con la ratificación de su condena se abrió un debate: ¿a quién le correspondía esa candidatura que la propia ex presidenta definió como la más importante de la elección? Luego de cerrar Fuerza Patria sin mayores sobresaltos, las distintas tribus del peronismo tuvieron que atravesar el trauma de distribuir el poder de las candidaturas.
Kicillof volvió a plantarse en algo que no parecía posible en la previa: quedarse con las cabezas de las dos listas del conurbano. La novela es conocida, duró días, tuvo cortes de luz en el medio y el incipiente frente electoral caminó por la cornisa de la ruptura antes de haber debutado. El gobernador puso a Verónica Magario y a Gabriel Katopodis al frente de la Tercera y la Primera y volvió a acertar. Los 15 y 10 puntos de ventaja que sacaron respectivamente frente a sus rivales de LLA ayer fueron la gran locomotora del triunfo provincial. Si el conurbano venía siendo hace más de 20 años la tierra indiscutida del kirchnerismo, ayer Kicillof sacó una chapa propia que será difícil discutirle a futuro.
Y gran parte de ese éxito estuvo en la decisión estratégica del gobernador de recostarse en los intendentes bonaerenses. Hay que decirlo: los propios jefes comunales que hasta 2021 desconfiaban de Kicillof y criticaban su cerrazón sobre su núcleo político, lo impulsaron a una confrontación con La Cámpora y CFK para sacarle la lapicera a Máximo Kirchner y tener independencia en el armado de sus listas. El gobernador se jugó una apuesta riesgosa en este sentido: puso en juego su identidad kirchnerista apalancado en el respaldo de jefes comunales que podrían dejarlo solo en la primera de cambio si las cosas salían mal. Pero sucedió lo contrario.
Muchos intendentes, sobre todo los que responden a Kicillof en la Tercera Sección electoral, se pusieron al frente de las listas locales para los concejos deliberantes de sus distritos. La idea de traccionar “de abajo hacia arriba” la elección fue otra apuesta arriesgada, pero pagó con creces. Fuerza Patria ganó en 99 distritos y en muchos, fundamentalmente en el conurbano, le sacó entre 20 y 30 puntos de diferencia a LLA. Sin los aparatos territoriales de los jefes comunales activos al 100% ese resultado hubiera sido imposible, y sin un sacudón en la lógica con la que se venía manejando el peronismo bonaerense esos mismos intendentes probablemente no hubieran jugado tan a fondo como lo hicieron en esta elección.
Párrafo aparte merece la campaña electoral de Fuerza Patria. Con la interna aún a flor de piel, pocos gestos de unidad y de coordinación se vieron en la previa electoral. Cada tribu por su lado, consolidando sus territorios y su identidad, y que fuera lo que fuera. En esa dinámica, Kicillof intentó saltar todas las grietas y se paseó por todas las secciones electorales, municipios amigos y rivales, se mostró con La Cámpora y terminó acercándose mucho en el último tramo a Sergio Massa. El gobernador asumió el protagonismo, no le sacó el culo a la jeringa sino todo lo contrario, recorrió territorios y medios de comunicación planteando la dicotomía con Milei y esquivando los dardos internos que no faltaron. Ayer tuvo su premio.
En el peronismo reinaba el escepticismo y el desconcierto luego del terremoto Milei en 2023. No muchas semanas atrás, buena parte de la dirigencia daba por descontada una derrota electoral este año. No había perspectivas, simplemente un aguantar como se pueda hasta que el Gobierno nacional empezara a caerse por su propio peso. Algo de eso hubo en el resultado electoral de ayer, porque sería un error suponer que la paliza electoral fue producto más de un apoyo al peronismo que de un rechazo a Milei. Lo planteó el propio Kicillof en su discurso cuando habló de seguir sumando fuerzas, dentro y fuera del peronismo.
Pero más allá de las circunstancias, lo cierto es que el peronismo llegó como llegó a las urnas este domingo 7 de septiembre en enorme medida por las decisiones y las acciones de Axel Kicillof. Y del desconcierto y la falta de horizontes, de repente se encontró con una posibilidad única: apretar el acelerador en las seis semanas que quedan hasta las legislativas de octubre, revalidar la victoria electoral y plantar la semilla del 2027. Kicillof lo explicitó anoche en su discurso cuando expresó que se trataba de un triunfo de los bonaerenses para todos los argentinos, y que anoche quedó claro que hay otro camino que empezó a recorrerse.
Si será Kicillof quien encabece o no esa alternativa es aún muy temprano para decirlo. Lo innegable es que el gobernador bonaerense se ganó con creces su derecho a estar en el centro de la toma de decisiones del peronismo, al cual le hizo ganar una elección de medio término en la PBA por primera vez en 20 años. Dos décadas en las cuales perdieron pesos pesados como Néstor Kirchner, Martín Insaurralde y CFK.
Si el triunfo electoral en 2023 no había terminado de dejar en claro que Kicillof podía ser un nuevo conductor en el peronismo, la paliza que le pegó ayer a Milei, construida con la sucesión de decisiones políticas que se narraron previamente, ya no deja lugar a dudas. Kicillof se recibió de conductor y ahora le tocará la difícil tarea arrear a un peronismo que sigue dividido y con intereses particulares en disputa, a la vez que ampliar las fronteras de la construcción político electoral con la que se le plantee alternativa a Milei en dos años. Porque está claro que hasta ayer alcanzó con representar el rechazo a la crueldad y desastre económico del presidente para ganar en las urnas. Pero hacia adelante habrá que construir propuestas y un horizonte de país que contenga a mayorías. De lo que no quedan dudas es de que el futuro está en marcha.