Con el 2023 a la vuelta de la esquina, todo el sistema político argentino acelera sus movimientos en clave electoral. La alianza opositora cruje por donde se la mire, como un ala dura encabezada por Macri y Bullrich que tensa todo lo que puede al radicalismo y el larretismo, que se muestran en franco acercamiento. Intendentes y gobernadores del oficialismo que asumieron cargos en la gestión nacional o en la PBA ya efectivizaron su vuelta al pago chico o la están construyendo, en claros movimientos defensivos para cuidar lo propio y saltar a tiempo del barco del FDT que se hunde. Una oposición donde todos se pelean por ser candidatos y un oficialismo donde nadie quiere hacerse cargo de ser la cara del Gobierno componen la foto más acabada del momento actual.

Esa foto y esos movimientos a ambos lados de la grieta resultan lógicos cuando se analizan indicadores sociales, variables económicas y datos de la realidad que reflejan la profundidad de la crisis que atraviesa el país y que, fundamentalmente, no ofrece hoy por hoy un horizonte de salida. Uno de esos indicadores tiene que ver con el pesimismo de una sociedad agobiada, que entró a la pandemia con una crisis económica en despliegue y está saliendo de ella en una situación aún peor.

Pesimismo y pobreza: los dos desafíos del Gobierno hacia el año electoral

La consultora Poliarquía mide mes a mes un indicador al que denomina Índice de Optimismo Ciudadano (IOC), compuesto por tres sub índices que indagan la percepción de la situación actual, una evaluación retrospectiva y las perspectivas a futuro. Recientemente Poliarquía informó que este índice, que busca medir el humor social, retrocedió un 5% en el mes de octubre tras lo que habían sido dos meses anteriores de recuperación.

Pero el dato más significativo es que por cuarta medición consecutiva el indicador se mantiene en el terreno denominado de “pesimismo extremo”, y que octubre marcó el vigésimo noveno mes consecutivo de registros negativos para esta medición. En los 15 años de la consultora, nunca se había registrado una serie tan larga de IOC negativo, que en este octubre está 26% por debajo que el mismo mes del año pasado.

Los tres subíndices que componen el indicador retrocedieron el mes pasado. En relación a la percepción actual, la caída fue de un 1% con respecto a septiembre, y en cuanto a la evaluación retrospectiva del país, el retroceso fue del 6%. Pero la caída que más debería preocupar al oficialismo es la de las perspectivas futuras, que fue la más fuerte de las tres y marcó un 7% menos que en septiembre.

Pesimismo y pobreza: los dos desafíos del Gobierno hacia el año electoral

Este pesimismo en la percepción del presente, pero sobre todo en relación al futuro, está fuertemente asociado al impacto de la inflación, variable que es relatada como la más sensible para el humor de la gente. Aquí, el analista de la consultora Bautista Gutiérrez Guerra resalta un fenómeno novedoso e inquietante: “si el aumento de precios venía siendo un problema en la vida cotidiana de los argentinos durante los últimos 15 años, en recientes meses ha escalado a los niveles más altos desde la crisis hiperinflacionaria de 1989 y 1990. La novedad de este fenómeno es que la inflación  comienza a constituirse como un problema que no solo afecta al bolsillo y el estado de ánimo de la población en su día a día, sino también de su futuro”.

De esta manera, la penetración del problema inflacionario ya traspasa el presente de la población y se constituye en un obstáculo para visualizar un futuro, un horizonte de salida a la crisis. “Se da aquí un proceso significativo: la contundencia de la aceleración en el aumento de los precios comienza a internalizarse como la norma, asumiendo como corriente algo que debería ser excepcional” complementa Gutiérrez Guerra. Con ese panorama, resulta difícil pensar en cómo el FDT podrá el año que viene ofrecer alguna expectativa, alguna esperanza, sin no logra revertir o al menos frenar este proceso de internalización y naturalización del malestar social.

Pesimismo y pobreza: los dos desafíos del Gobierno hacia el año electoral

Pero el Gobierno tiene también problemas más concretos, anclados en el día a día actual. El Instituto de Estadística de los Trabajadores (IET) del Centro para la Concertación y el Desarrollo (CCD) y la Universidad Metropolitana para Educación y el Trabajo (UMET) presentaron recientemente un Estimador Mensual de Pobreza y Estructura de Segmentación Social. En sus análisis estimaron cuatro escenarios posibles de evolución de la pobreza en relación a los movimientos de la actividad económica, e incluso en el escenario más pesimista el 2022 terminaría con una pobreza menor a la del 2021.

Sin embargo, el dato está en que el nivel de pobreza seguirá siendo al menos 0,2% superior al de finales del 2019. Esto quiere decir que el crecimiento del 2021 y el 2022 aún no serán suficientes para revertir por completo el impacto de la pandemia en la tasa de pobreza, que llegará al último año de gobierno del FDT siendo superior a la que dejó la debacle económica macrista.

Pesimismo y pobreza: los dos desafíos del Gobierno hacia el año electoral

Ana Paula Di Giovambattista, coordinadora de la investigación, explicó que a pesar de crecer dos años seguidos, “únicamente se recortaría -y no completamente- la desmejora social ligada a la Pandemia, sin poder revertirse los 7,8 puntos que subió la pobreza entre 2017 y 2029”. A su vez, la economista del IET afirmó que “a eso se suma un proceso generalizado de achatamiento de la pirámide social en el período analizado, concentrándose crecientemente la población en los segmentos de Pobres e Ingresos Medio Bajos: conjuntamente estos grupos pasaron de representar el 59,9% en la segunda mitad de 2017 al 71,2% a fines del 21 e inicios del 22. En ese sentido, los desafíos hacia adelante deben concentrarse en la recomposición de los sectores de menores ingresos”.

Con este contexto se aproxima el Frente de Todos a un año que puede ser decisivo para la historia del peronismo. Pesimismo social sostenido, producto de una inflación indomable que no permite proyectar a futuro y que en el día a día achata la pirámide social, impidiendo reducir significativamente la pobreza y a la vez condenando a la mayoría de la sociedad a ver decrecer su poder adquisitivo permanentemente. El desafío en este sentido es gigantesco para un peronismo que se unió para prometer futuro y no hace más que añorar un pasado glorioso que cada vez parece más lejano de reconquistar.