El escenario electoral, salvo por algunas elecciones provinciales que quedan, parece definido. La gran promesa político electoral que CAMBIEMOS parecía mostrar a la sociedad argentina, se desvanece al ritmo de las elecciones que se suceden en todos los distritos del país. La coalición gobernante termina aliada a parte del peronismo que si bien se muestra parecido a la fuerza gobernante, es para el discurso oficial el mal que aquejaba al país los últimos 70 años. Sin embargo,  parece que la alianza gobernante insiste en la polarización, mientras que el Frente de Todos trabaja la transformación de su base de representación política.  

Polarización

Cambiemos y en particular su fuerza hegemónica el PRO, le prometieron a una parte significativa del electorado argentino el fin de la política tradicional. Los pasos concretos para ejecutarlo serían: deglutirse al radicalismo y acabar de lleno con la amenaza “populista” que en nuestros lares llamamos peronismo. Ya los radicales no hablaban de correligionarios, sino que tomaban el lenguaje empresarial del “equipo”.

El PRO aglutinaba sectores del establishment político argentino dispersos que querían acabar con la pesadilla que el peronismo construyó en la sociedad argentina. El PROTO CAMBIEMOS, grupo A en el Congreso de la Nación durante el gobierno anterior, logró cortar a la Argentina entre los que querían una continuidad populista y los que no la querían. La polarización, la grieta, la división se completaba con la respuesta defensiva casi por reflejo de los que quedaban del otro lado. Los problemas argentinos se resuelven acabando  o no con el peronismo populista. ¿Cómo convive esta promesa de redención con la vicepresidencia del candidato del peronismo republicano Miguel Pichetto?

Se corre la línea, ahora la división no es por ser parte o no de una identidad política, sino que tiene que ver con cualidades de la democracia que uno u otro sector priorizan para gobernar: la república, la educación, la libertad…. La polarización anidaría en ideas abstractas y no en las diferencias entre proyectos de país. 

Más polarización menos transformación

La polarización implica una barrera móvil que de acuerdo a las ideas y como ellas se fortalecen en la vida diaria del pueblo argentino, van haciendo crecer uno u otro lado de dicha barrera. Pertenencias particulares, participación en organizaciones colectivas, valores heredados, nuevos valores provenientes de cambios de estatus (aquellos que dejan de ser estudiantes y pasan a ser universitarios recibidos) entre otras cuestiones van variando el posicionamiento de las personas en un lado u otro de la “grieta”. La opinión pública es forzada a tomar posición, en uno u otro sentido, independientemente que ese posicionamiento imponga algo más que la opinión. Por eso, la polarización no tiene solución. Porque es mera elucubración basada en distintos tipos de información, provista por medios con intereses.   

La problemática principal es que la polarización no puede triunfar sin un proyecto de transformación atrás. En las elecciones del 2015, la actual fuerza de gobierno prometía junto con la continuidad de lo bueno (o sea, garantizaba todo lo que el “populismo” había realizado en el gobierno) la transformación de lo malo, y lo malo eran los aspectos de la grieta que el mismo CAMBIEMOS había definido. La mera polarización, la división de los argentinos no atraía el voto expectante o desilusionado con la gestión anterior.  ¿La Guerra Santa que arranca Miguel Pichetto, hablando de falta de peronismo y exceso de comunismo, podrá sumar a las grandes mayorías de argentinos, presionados por la crisis profunda por la que atraviesa el país?

Polarización o transformación: ¿hacia dónde nos llevan las elecciones del 2019?
Transformación 

Distinto parece el accionar de la otra fuerza mayoritaria constituida, la fuerza que encarnaría la vuelta atrás, el populismo: el Frente para Todos. Esta fuerza parecería estar condicionada por la grieta en sus últimos movimientos y en las presiones de ajenos. La conformación política de las elecciones 2017 y el resultado electoral, el fanatismo de sus seguidores, la presión judicial de la que es centro su figura principal la ex presidenta,  parecería remarcar que el kirchnerismo y el peronismo que lo secundaba, tendían a desaparecer y que en su detrimento el otro lado de la grieta se fortalecía, inclusive incorporando sectores del peronismo cansados de la disputa con el poder central. Pero la crisis profunda por la que atraviesa la sociedad argentina fruto del esquema económico aplicado por el gobierno actual empieza a mostrar que esa expresión política goza de buena salud. Crece con la incorporación de trabajadores de la economía popular que durante el gobierno anterior eran parte de la oposición. Luego se empiezan a incorporar sectores del peronismo rezagados desde el 2009. Sectores del sindicalismo que discutieron en los últimos años con el kirchnerismo se acercan representados sobre todo en la figura de Hugo Moyano.

Por último, cuando la expresidenta se corre de la escena principal eligiendo a Alberto Fernández como candidato a presidente, sella con ese acto la incorporación de una mala palabra para el kirchnerismo paladar negro, como es la figura de Sergio Massa. Lo que separaba al peronismo kirchnerista del resto de la sociedad, parece transformarse. No es que Cristina Fernández no sea representativa, es que su representación estaba sesgada por la grieta impuesta, y en la elección de Alberto como candidato a presidente, desarma la línea sobre la que se constituyó esa grieta. Se pasa de la polarización lisa y llana, a la transformación de la representación. No solo se “amplia” en cantidad la base social sobre la que se asienta el kirchnerismo o peronismo o populismo, sino que se cambia la representación en términos cualitativos. Se busca representar más y mejor.

 *Licenciado en Sociología, Doctorando en Ciencias Sociales, Docente de la UBA. Twitter:@Pablolopezfiori