Una voz en off pregunta: “Qué es el FMI?”. Ante las respuestas disparatadas de niños de preescolar,el spot de la campaña presidencial de CFK en 2007 sentenciaba: "Logramos que tus hijos no tengan idea de lo que significa el FMI". Hace muy poco se cumplieron 20 años del estallido social que concluyó con el gobierno de la Alianza, con la Convertibilidad y con un ciclo de endeudamiento inviable. La impresión de que hoy nos encontramos en el mismo punto de una oscilación pendular invita a abrazar la simplificación de que la política argentina consiste en una pugna irresoluble entre dos paradigmas de política económica, indiferente a la distinción entre autoritarismo y democracia, o a las transformaciones del capitalismo y de la geopolítica.

Abona esta estilización un aspecto particular de la coyuntura política argentina: la cristalización de esta supuesta disputa ancestral en dos coaliciones partidarias opuestas, que sintetizan clivajes políticos de diferente naturaleza (peronismo-antiperonismo, izquierda-derecha, etc.). Los analistas políticos se han dedicado largamente a caracterizar el bicoalicionalismo imperante desde 2019, por el cual dos alianzas concentran casi la totalidad del arco político argentino, situación análoga a lo que fue el bipartidismo vigente durante la transición democrática. Estas líneas no pretenden inhabilitar la lectura estilizada de un empate hegemónico entre dos coaliciones distributivas alternativas, sino llamar la atención sobre su complejidad y, especialmente, su contingencia.

Comencemos por el Frente de Todos. Ha sido ya largamente discutido el origen accidental del kirchnerismo en 2003: la alianza, en un contexto de crisis, entre un gobernador periférico con un conjunto de actores sociales dispersos que habían impulsado la resistencia a las políticas del menemismo, con el objetivo de disciplinar a la estructura partidaria del peronismo detrás de una agenda de reformas postneoliberales. Este encuentro se benefició de una serie de circunstancias, y su propia evolución generó rupturas, como lo demuestran las recurrentes expresiones de peronismos disidentes durante todo el período 2003-2015. Cuando estas disidencias coagularon en una fuerza política competitiva facilitaron un cambio de gobierno. Muchos analistas leen la reunificación peronista como resultado de presiones estructurales, pero un recorrido rápido por los principales hitos de la campaña de 2019 permite entrever que la reunificación también dependió de factores azarosos y de la creatividad táctica de los principales actores.

La formación de la Alianza Juntos es todavía más aleatoria. Su núcleo duro, el macrismo, se conformó en paralelo al kirchnerismo, defendiendo una perspectiva diametralmente opuesta de la crisis: son los políticos los responsables de los problemas de la Argentina. Si bien el macrismo mantuvo ese rasgo identitario durante toda su trayectoria, caracterizándose por la incorporación sistemática de outsiders, durante más de diez años su vocación fue sumar a la alianza a los sectores peronistas disidentes. Fue recién cuando esa alternativa falló que consideró seriamente la posibilidad de sumar a la UCR como socio. En un lapso de semanas, el Jefe de Gobierno y candidato presidencial Mauricio Macri pasó de presidir un homenaje a Juan Domingo Perón a denunciar los males que “70 años de peronismo” habían infringido en la Argentina.

La claridad con que se recortan dos tradiciones políticas, económicas y culturales, y su fuerte correlación con alianzas partidarias, no son la expresión de una fractura estructural de nuestro sistema político, sino el resultado contingente del proceso de polarización. Recordarlo implica reconocer que el futuro de ambas coaliciones no está determinado, como lo demuestran las disputas internas del oficialismo en coyunturas de malos resultados, o la recurrente apuesta por la radicalización del núcleo duro macrista en Juntos. Los resultados de las últimas PASO legislativas (con altos niveles de ausentismo y relativamente buenos resultados de partidos de derecha radical) también nos invitan a recordar que, así como ninguna coalición tiene garantizada su unidad en el futuro cercano, tampoco tienen asegurada la representación de vastos sectores de la sociedad argentina. 

*Investigador Adjunto de CONICET, Doctor en Ciencias Sociales y Profesor de la Carrera de Ciencia Política de la UBA. Twitter: @sebasmauro80