Contra todo pronóstico, el gobierno nacional dispuso la repentina postergación de algunos de los mayores y más sensibles aumentos planificados para el mes de mayo, en particular los relativos a los combustibles, la luz y el gas. La medida no persigue otro fin más que el de evitar que los incrementos impacten en la inflación del mes y, en lo posible, mantener de ese modo el superávit fiscal que tanto festejó el presidente Javier Milei al término del primer trimestre del año.

La noticia se dio a conocer este martes, el último día hábil de abril, cuando ya se acumulaban los vehículos en la fila de las estaciones de servicio de cara a un anticipado fuerte salto en el precio de los combustibles que correría junto a subas en las tarifas de gas y luz del hogar. “No hay aumentos en mayo. Queremos consolidar la baja de la inflación y venimos bien con el superávit”, sintetizaron en horas de la noche trascendidos mediáticos desde el ministerio de Economía que conduce Luis “Toto” Caputo.

En principio no se supo mayores detalles sobre las postergaciones. Las facturas de luz y gas han sufrido en los últimos meses alzas siderales propulsadas a su vez por la quita de subsidios instrumentada por el gobierno nacional. En esta oportunidad, los montos debían ajustarse a partir de los mecanismos de indexación mensual establecidos por la secretaría de Energía de Eduardo Rodríguez Chirillo; pero por el momento los proveedores no han publicado los nuevos cuadros tarifarios y tanto las fechas como el tenor de las subas permanecen como una incógnita.

En tanto, con respecto al combustible, “se diferirá la fecha en la que tendrá efecto la actualización correspondiente al impuesto” y “no habrá incremento alguno por dicho concepto en el mes de mayo”, informó oficialmente el Palacio de Hacienda. El comunicado precisa que la medida busca “garantizar previsibilidad al sector”, que según lo pautado debía amanecer este miércoles 1 de mayo con el último aumento parcial de los tributos que componen  el valor de la nafta y el gasoil.

El propósito no es, pues, levantar el pie del acelerador de un “plan motosierra” que le está costando carísimo a una enorme mayoría de la sociedad. Lejos de ello, detrás de las postergaciones opera en realidad una mera afición estadística: el ánimo de prolongar la racha de superávit mensuales y la baja de la inflación tras el pico de diciembre de 2023, celebrados ambos con ímpetu por el presidente como un hito “histórico” en el marco de un ajuste también “histórico”. Con todo, incluso en ese caso la medida significará un pequeño alivio para la ciudadanía en medio de una asfixia que se alarga más y más. No hay mal que por bien no venga.