La sentencia judicial que obliga al ejército a ceder a una supuesta comunidad mapuche un predio de 180 hectáreas donde funciona desde 1937 la Escuela Militar de Montaña Teniente General Juan Domingo Perón, le permitió a la vocera presidencial invocar, una vez más, un clásico del nacionalismo populista:  la descalificación de los hombres de la generación del 80 y  sobre todo la  figura del general Roca; este “militar genocida” encabezando la campaña del desierto y  utilizando como carne de cañón al gauchaje miserable que formaba el Ejército de fronteras habría despojado  a los indios de tierras que le pertenecían, tierras que no fueron incorporadas al patrimonio público, sino que terminaron siendo adjudicadas a precio vil a terratenientes y políticos.

Sin embargo,  Jorge Abelardo Ramos -uno de los popes de la izquierda nacional- quien desmitificará esta  leyenda negra sobre  Roca y la  generación del 80;  acusando  al “puritanismo hipócrita de los historiadores seudo izquierdistas” de pretender juzgar la política de Roca como expresión de un oligarquía entreguista”, denuncia que  la verdadera oligarquía terrateniente, la de Buenos Aires, ya estaba consolidada desde el régimen enfitéutico de Rivadavia y que por el contrario Roca entregó a sus “chinos” tierras por sueldos no cobrados desde tiempo inmemorial que estos por necesidad económica tuvieron que malvender. Fue Roca también, símbolo  de esa burguesía victoriosa que Marx admiraba, quien con la creación de un Ejército nacional terminó  con aquellas formaciones irregulares de gauchos armados con lanza y cuchillo, prohibiendo la existencia de toda unidad militar que no perteneciese al Estado, avanzando sobre territorios en disputa con Gran Bretaña, Francia y Chile en un ejercicio práctico de soberanía por la que incorporó a nuestro territorio más de 20.000 leguas consolidando  el poder estatal y acelerando  el pasaje de un modo de producción semifeudal a un modo de producción capitalista.

Paralelamente,  la federalización de Buenos Aires , lograda a pesar de la oposición de la burguesía porteña, permitió devolver a la aduana al conjunto del país y así obtener ingresos fiscales para ordenar el sistema monetario, suprimiendo la variedad de monedas; al mismo tiempo, detalle que los nacional populistas nunca mencionan,  con la ley 1420 de educación pública laica y obligatoria no solo creció la educación primaria  sino también  el funcionamiento de  universidades, colegios nacionales, escuelas normales, industriales, mientras el Estado ya consolidado pudo ejercer la potestad efectiva en las catorce provincias y los territorios nacionales extendiendo nuestra soberanía hasta el estrecho de Magallanes.

Es decir, esta “oligarquía  apátrida, entreguista y sin conciencia nacional” fue en realidad  un conjunto de hombres modernizadores, iconoclastas, que crearon las condiciones para  que el “gringo” Pellegrini, hijo de inmigrantes franceses, fuese presidente en 1890, Alfredo Palacios primer diputado socialista de América en 1902 y ya en 1916 a Hipólito Yrigoyen, hijo de un vasco semi-analfabeto, acceda a la presidencia de la república mediante el voto secreto y universal.

Nuevamente Ramos nos pregunta y se pregunta: “esa oligarquía del 80 ¿Quién la formaba? ¿Roca, el soldado de Pavón que vivía de su sueldo, hijo de otro soldado de la independencia, muerto en Paraguay? ¿Pellegrini, hijo de un inmigrante francés? ¿Wilde, el mediquillo bohemio? ¿Cárcano, hijo de inmigrante lombardo? ¿Magnasco, hijo a su vez de otro inmigrante Italiano? ¿Cané, emigrante durante Rosas, sin más fortuna que su nombre y sus libros? ¿Los abogados y oradores, soldados del desierto o poetas y periodistas errabundos, como Andrade o Hernández eran la oligarquía?”