Sin proyecto nacional, el peronismo balcanizado se aleja de sus votantes y le allana el camino a Milei
Fracturado por el terremoto de 2023, el peronismo se mueve sin rumbo. Principal afectado por la baja participación electoral, paga el costo de su agenda alejada de la del pueblo que busca representar. ¿Depurar el partido o ganarle a Milei? ¿2017 o 2001? La unidad sin conducción y sin proyecto frente al riesgo de una ola violeta.
La profunda crisis que atraviesa el peronismo quedó expuesta en los pésimos resultados electorales cosechados este domingo en cuatro provincias que supieron ser bastiones del PJ y en las cuales hoy el partido y el movimiento quedaron muy lejos de ser alternativa política. El antecedente inmediato de este año electoral, las elecciones de Santa Fe, arrojaron el mismo panorama. La tendencia, con chances ciertas de replicarse en muchos otros distritos del país, pone de manifiesto que el terremoto del 2023 aún sacude con sus réplicas al que supo ser el movimiento con mayor capacidad para representar a los intereses de las mayorías argentinas, hoy enfrentado al riesgo de volverse un partido de minorías, y otro aún peor: quedar tapado bajo una ola violeta.
En Salta y Jujuy el peronismo hizo elecciones que se ubican entre las peores de su historia, y quedó lejos de el emergente libertario: LLA se consolidó como segunda fuerza y es hoy por hoy la alternativa concreta a los oficialismos provinciales. En Chaco y San Luis, dos provincias que gobernaba hasta el 2023, fue vapuleado por los nuevos oficialismos: Capitanich perdió por 12 puntos con la alianza entre Zdero y Karina Milei, y la lista de Rodríguez Saá por más de 20 puntos con Claudio Poggi, otro gobernador aliado de la Rosada. El panorama es contundente: mientras La Libertad Avanza, el peronismo retrocede.
Las explicaciones son diferenciales e incluyen un cóctel de internas, divisiones, intervenciones partidarias y, fundamentalmente, desencanto de un electorado históricamente referenciado con el peronismo. Los números de la baja participación electoral resultan alarmantes. Si se comparan las elecciones del domingo con las del 2021, últimas legislativas y con el elemento determinante de la pandemia como marca de aquellos comicios, la caída es contundente. En en Jujuy y San Luis votó el 65% del padrón, 5,5% y 12,5% menos que en 2021 respectivamente. En Salta, sólo concurrieron a la urnas el 59% de los electores habilitados, un 5% menos que hace cuatro años. Chaco mostró el panorama más preocupante: sólo votó el 52% del padrón, 14% menos que en la elección que coronó a Zdero y destronó a Capitanich.
La línea que une las caídas en la participación y en el caudal de votos del peronismo parece casi evidente. “El peronismo cuando está en el poder y tiene las cajas, tiene gran capacidad de movilización el día de las elecciones. Cuando no está en el poder tiene que tener gran capacidad y vocación de convocatoria para que la gente vaya, poner mucho esfuerzo y transpiración”, explicó a Diagonales Raúl Timerman, Director de la consultora La Sastrería. Lo que se desprende de esa explicación es que lo que mermó en el peronismo, junto al poder y las cajas para generar movilización electoral, es su capacidad de convocatoria.
UNIDAD HASTA QUE DUELA, ¿PARA QUÉ?
El peronismo viene subestimando hace tiempo el desgaste que implica en la relación con su electorado el internismo permanente y de múltiples expresiones que ya lleva años de arrastre. Si el gobierno del Frente de Todos no pudo trazar una hoja de ruta común y terminó en el desastre inflacionario y de caída de los ingresos de los trabajadores, en buena medida eso se explica por la falta de capacidad de las conducciones para fijar un rumbo y conducir. Hoy los rebotes de ese problema no solo persisten sino que se profundizan, casi al punto de plantear una especie de dicotomía entre depurar el partido o ganarle a Milei. Ambas cosas, como está quedando claro en cada turno electoral, no parecen ser posibles a la vez.
La oposición no es invento del cronista, sino que fue expresada por los protagonistas de los resultados del domingo. “Prefiero tener un partido de 7 puntos y que represente realmente los intereses del peronismo. ¿Para qué quiero un Partido Justicialista de 30 puntos, si ese PJ está sometido a las negociaciones entre el gobernador de Salta con Milei y pone el PJ a disposición de los intereses de Milei y la entrega irrestricta de los intereses de la nación?”, sentenció Sergio Berni, uno de los interventores que CFK designó a cargo del PJ salteño en marzo, a tan sólo dos meses de las elecciones. Aníbal Fernández, interventor del PJ jujeño, opinó en el mismo sentido.
El gobernador salteño, Gustavo Sáenz, expresó tras conocerse los resultados de su provincia que “cuando dirigentes nacionales se meten en cuestiones provinciales e intervienen partido que estaba legítimamente elegido por sus afiliados, los afiliados hacen lo que tienen que hacer”. Buena parte de los dirigentes del PJ provincial, que efectivamente trabajaba con el gobernador, pegaron el salto luego de la intervención dejando una estructura partidaria vaciada que perdió todas las bancas que tenía en juego y se quedó afuera de la Legislatura. Depurar o ganar, esa puede ser la cuestión.
“Hoy quien está haciendo sufrir a nuestro pueblo es el gobierno de Milei, por lo tanto las fuerzas populares tienen que preocuparse por derrotar a Milei, esa es la principal tarea. Perón decía que el partido es un instrumento que se desempolva cada dos años en funció del proceso electoral, pero ninguna tarea puede estar por encima de derrotar a Milei y construir una mayoría que garantice un rumbo para resolver los intereses populares y aquellos que están sufriendo”, opinó un destacado dirigente bonaerense con raíces en los movimientos populares.
“Hay que discutir un programa sobre qué vamos a hacer, y también obviamente renovar las imágenes. Hay una dirigencia a la que le damos muchas gracias por su aporte, pero el peronismo necesita una renovación de dirigentes, de ideas y abandonar el status quo, dejar de ser una minoría intensa. En el 2011 juntabas la lista de CFK y el resto de los candidatos peronistas y tenías más del 60% de los votos. Hoy somos una minoría intensa y hay que dejar esas ambiciones de centro izquierda, creo que somos algo superador, por derecha y por izquierda, y tenemos que volver a ser un movimiento nacional y popular que pise el barro y deje la rosca por la rosca”, sentenció un delegado sindical de uno de los gremios más pesados del peronismo.
El debate atraviesa todas las capas peronistas y se da tanto en las dirigencias como en las bases militantes. El pueblo peronista, por su parte, se muestra apático y reactivo a las disputas de cúpulas que no ofrecen un horizonte de esperanza plasmado en un proyecto claro de país que se le oponga a la Argentina libertaria.
BALCANIZACIÓN
Lo concreto es que el peronismo se encuentra en un estado de desintegración y balcanización que llevó a algunos análisis a comparar la debacle del 2023 y su salida actual con lo que fue el 2001 para el radicalismo. La falta de un proyecto común como rector, la puja entre sectores por imponer sus intereses, son hoy el ADN de un peronismo donde se habla de combatir la lógica de facciones y provincialismos pero nadie logra sintetizar un horizonte lo suficientemente convocante en términos políticos como para atraer y conducir al conjunto. “El peronismo ha perdido identidad nacional, vos no podés decir hoy quién es peronista, quién no, qué es ser peronista o qué no es ser peronista”, sintetiza Raúl Timerman.
Buena parte de las críticas tras el fin de semana catastrófico del PJ apuntaron a CFK. La ex presidenta se quedó con la presidencia del partido en un movimiento arrebatado con el que pasó por arriba la construcción que venía haciendo desde la derrota del 2023 el gobernador riojano, Ricardo Quintela. En la narrativa cristinista, el desembarco de CFK al frente del partido se planteó como algo lógico y natural y todos los que no se subieron a ese barco (por motivos diversos) fueron encasillados en la traición. Hoy, los objetivos de “ordenar y enderezar” el PJ con los que CFK se lanzó a esa nueva disputa interna, entregan resultados difícilmente encuadrables en lo positivo, a excepción de que se siga la línea argumental de Berni y Aníbal Fernández.
“La presidenta del PJ siempre despreció al PJ. Por otro lado, ningún gobernador peronista está en el Consejo del partido, no hay ningún gobernador peronista que la apoye incondicionalmente a CFK o que la reconozca como jefa del peronismo. Esto es decir que el peronismo hoy no tiene jefe”, agrega Timerman en este sentido. Y suma que “el peronismo no está construyendo una alternativa para ofrecerle al electorado, está dirimiendo cuestiones internas que tienen que ver con poder y liderazgo. Nadie está saliendo a contarle a la sociedad cómo va a ser el país cuando él o ella sea presidente, que es la única manera de hacer campaña política, hablar de futuro”.
¿QUÉ PROPONEN?
En esa línea, las dos principales ofertas que hoy podrían reconocerse dentro del peronismo recorren caminos distintos, sin que ninguno de los dos alcance aún para encarnar una convocatoria a las mayorías. CFK tiene a su tropa abocada a la instalación de una candidatura suya que aún no se sabe a ciencia cierta para qué cargo será. Las versiones más firmes apuntan a una banca como diputada en la Legislatura bonaerense por la Tercera Sección electoral. De mínima, resulta llamativo que una figura de su talla histórica y con su presente abocado al reordenamiento nacional del partido, con poder para intervenir en los PJ de cada provincia, sienta que su lugar de representación es una región del conurbano.
Por otro carril discurre la línea política con la que el cristinismo impulsa la reinstalación de CFK. Uno de los principales dirigentes de La Cámpora, la organización de CFK, subió un video a sus redes con una intervención en la que queda de manifiesto la postura del espacio. “Si te querés pelear con Milei y armás en contra de Cristina, algo no me cierra. Muchos se llenan la boca hablando del peronismo y que son los verdaderos peronistas, y después van y bancan un acuerdo con el FMI. Lo que debieran estar pensando es cómo construir un proyecto nacional que no solamente saque a Milei, porque nosotros sacamos a Macri y nuestro gobierno anduvo mal. No es sólo sacar a Milei, es cómo construir un proyecto político que vuelva a transformar la Argentina como fue del 2003 al 2025”, se lo escucha decir a Emmanuel González Santalla.
El referente de La Cámpora es senador provincial por la Tercera Sección electoral y el principal opositor a Jorge Ferraresi en el distrito. Sus palabras grafican las líneas estratégicas de ese sector del peronismo: “cuando me dicen hay que armar un frente anti Mieli, me hace un poco de ruido. No es un vamos todos unidos contra Milei, porque después, dirigentes que eran parte del FdT, con el presidente (Fernández) a la cabeza, no defendieron en una a la gente. Y la verdad que la única garantía que hoy tiene la sociedad de que se va a hacer lo que hay que hacer cuando se llegue al gobierno es Cristina”.
En contraposición a lo que expone Timerman, la propuesta del kirchnerismo apunta a replicar ese pasado (ya no tan) reciente en el que los gobiernos de Néstor y CFK garantizaron otras condiciones de vida para las mayorías. En ese tránsito, sin embargo, quedarían afuera sectores señalados como responsables de la decadencia del peronismo, que en el video de Santalla se encarnan en Alberto Fernández y Ricardo Quintela, pero que fácilmente podrían hacerse extensibles a otros actores como los gobernadores peronistas a los que el cristinismo apunta como colaboracionistas de Milei. Mucho más cerca, el propio Axel Kicillof ya parece más cerca de esos sectores en la visión kirchnerista que del lugar de candidato presidencial del espacio que le otorgaban hace dos años.
El gobernador es el otro gran intento del peronismo por mostrarse como una alternativa a Milei, y de hecho el encuadre de sus actos oficiales y de campaña van en línea con oponer el modelo de gestión bonaerense al nacional. Sin embargo, Kicillof tampoco consigue traspasar las barreras de la interna con el kirchnerismo para proyectar un liderazgo que lo ubique como alternativa nacional. Si el año pasado una de sus líneas de acción fue la articulación con otras provincias y gobernadores, incluso de otro signo político, y cierta coordinación al interior del peronismo nacional, en este 2025 la dinámica de la disputa bonaerense se viene llevando todos sus esfuerzos.
Kicillof no cede a los impulsos de varios de los actores que lo apoyan para que se decida a encabezar un armado propio, asumiendo los costos de un posible quiebre definitivo con CFK, como paso fundamental para edificar un verdadero liderazgo que renueve las expectativas en el peronismo. Esa decisión, quizás de supervivencia pensando en la gobernabilidad de la PBA, lo mantiene encasillado en el lugar político que ya se ganó pero al mismo tiempo siembra dudas en propios y extraños sobre si avanzará o no y hasta dónde en la construcción de su alternativa.
¿2017 O 2001?
El peronismo atraviesa un momento de híper fragmentación en la que cada sector piensa en lo propio antes que en el conjunto, y el que la gran ausencia es la de un proyecto nacional que articule las diferencias. Balcanizado en islas territoriales que priorizan ante todo su supervivencia, no encuentra la manera de hablarle a las mayorías y su volumen histórico se desinfla a mínimos impensables poco tiempo atrás. Si bien no es la primera vez que las internas marcan el pulso peronista, elementos del presente trazan diferencias sustanciales con otros momentos en los que esas diferencias se saldaron positivamente.
La referencia ineludible es el 2017. Luego del triunfo de Macri no fueron pocos los sectores del PJ que, enarbolando la bandera de la renovación, le discutieron a CFK el liderazgo del peronismo. La disputa se saldó en las urnas, por paliza, y permitió un reordenamiento que decantó en el FdT y la victoria sobre Macri en 2019, con la ex presidenta como protagonista y artífice. Sin embargo, la actualidad del peronismo se parece más a la crisis de representación del 2001 que a la potencia electoral y política de CFK en 2017.
Hoy el peronismo carga la cruz del fracaso del FdT y el bienestar del pasado al que debe remitirse no queda dos años atrás, como en 2017, sino que cuenta una década de distancia. Y en el medio apareció Milei, que se llevó millones de votos peronistas y propone un país con una decisión y una potencia que Macri nunca tuvo. La ola violeta amenaza con tapar a un peronismo que piensa sus disputas internas en clave 2017 y se arriesga a sufrir su propio 2001.