Síntesis
Una avenida del medio cada vez más angosta
Si la política se trata de sorpresa, el anuncio lo tiene: nadie esperaba a Alberto Fernández como pre-candidato a presidente, menos a CFK secundándolo y el momento tampoco estaba en los cálculos, aunque en los circuitos más politizados de las redes se había empezado a oler en las últimas horas que “algo estaba por pasar”, si bien no se sabía con precisión qué. Los adversarios irreconciliables quedaron descolocados y la avenida del medio se angostó aún más. La Doctora completa el giro que venía anunciando desde su derrota de 2017: abandona la polarización que se inauguró durante su gobierno, la vacía. La discusión de proyectos sigue, pero se reconfigura.
Si hace falta sumar, es el indicado: Alberto Fernández es, no el único, pero sí quien viene encabezando las charlas de reconciliación entre Cristina y sectores que en algún momento se desengancharon del kirchnerismo, o que nunca lo integraron pero entienden que ante lo que representa Mauricio Macri se requieren otros acercamientos. Las reacciones de las primeras horas lo confirman. Gran cantidad de actores que hasta ayer venían coqueteando pero no habían terminado de definirse, lo hicieron. Si la duda de ellos era cuán de cierto había en la vocación de amplitud de la senadora, este corrimiento dio certezas, ya no vacilan.
Si el temor era un avance hacia lo que se llama madurización, esos alertas han quedado en ridículo. Sólo a un lunático podría ocurrírsele eso de un tipo que cree en la concertación como método, y que jamás ha renunciado a transmitir imagen de mesura como objetivo de discurso, sobre todo en términos económicos. Las nostalgias nestoristas encontraron canal. La agenda telefónica de Alberto Fernández es sin duda la más robusta de ese segmento del peronismo: empresarios, jueces, dirigentes ajenos, nada ni nadie le es extraño al ex jefe de gabinete. Esta desmentida es lo que hace morir la judicialización cristinista, porque ésa era la herramienta a través de la cual se bloqueaba una radicalización que acaba de desvanecerse.
La jugada la explicó la propia Cristina Fernández: para una herencia similar o peor que la de 2003, un esquema lo más parecido al diseñado por Néstor Kirchner. En el video en que comunica la decisión pone el foco ya más en la gestión que en la instancia electoral. No se trata de subestimar las urnas, pero hay que pensar en el día posterior a un hipotético triunfo, la idea del contrato social abarcativo se venía manejando y el Fernández varón sintetiza la diversidad convocada.
Cristina habló también de cumplir con lo prometido, esto en el sentido de calmar temores de que la apertura equivalga a entregar los principios al fuego de un ajuste distinto. En el marco de un próximo gobierno que necesariamente deberá charlar mucho en el Congreso, ella estará sentada en el vértice de esa mesa como garantía del rumbo. La simbología de un silencio que la hizo crecer queda a salvo porque no estará en el debate presidencial y hasta le toca estar callada en las sesiones del Senado, como Miguel Ángel Pichetto les recuerda siempre a los vices. Y Alberto Fernández domina la economía, en una campaña que promete tener a ese tema en el centro.
La postulación vicepresidencial halla la cuadratura del círculo: la foto en la boleta garantiza el voto duro, y el que la encabezará trae a los blandos: que los gobernadores hayan salido a bancar en masa puede ser la frutilla del postre del pacto con el ex intendente de Tigre que se negocia desde hace rato. Ya no le queda mucho espacio a Sergio Tomás, reubicado en la oposición, para insistir en una tercera vía que a esta altura opera como refugio de cambiemismo desencantado.
Es por esto último que en el Instituto Patria no molesta la existencia de Roberto Lavagna, ni que Juan Schiaretti funcione equidistantemente: Córdoba es el bastión macrista, y la clave del resultado de 2015 fue que Cambiemos rindió allí por encima de lo esperado, a la inversa que el peronismo en la provincia de Buenos Aires, combinación letal que podría revertirse con la amalgama entre Unidad Ciudadana y el Frente Renovador.
¿Cómo reaccionará Balcarce 50? El drama allí, a lo mejor, ya no es la apertura o la imaginación que puedan tener para reaccionar, sino que el contexto al calor del cual Cambiemos nació está muriendo, irremediablemente, y es por eso que quizá no exista cura posible.