Ya era de noche cuando una multitud llegaba desde distintos puntos de la CABA y la provincia a la zona de la Chacarita, donde estaba instalado el búnker del Frente de Todos en el Complejo C Art Media. La noticia de los resultados llegó bastante rápido y cayó como un baldazo inesperado en la concurrencia, aunque sin cambiar el rumbo inevitable que estaba trazado desde las PASO de agosto. La diferencia de 15 puntos obtenida entonces por la fórmula Fernández-Fernández sobre la de Macri-Pichetto se había reducido a casi la mitad. De todas maneras, el experimento político ideado por CFK recuperaba el poder para el peronismo sin la necesidad de un balotaje y los alrededores del Parque Los Andes se transformarían en una fiesta adornada con históricos discursos de la fórmula ganadora, que se replicaría en otros puntos del país. Sin embargo, la oposición consolidaba una remontada que auguraba una fuerte disputa política durante el nuevo gobierno. Corría el 27 de octubre del 2019.

A tres años de aquella jornada histórica, corrió más agua bajo el puente frentetodista de la que cualquiera hubiera podido imaginar. Una pandemia mundial, la paralización de la economía, una batalla en el mundo por vacunas e insumos médicos, una nueva guerra, el proceso inflacionario mundial más profundo en varias décadas, y una interminable lista de etcéteras que hacen sentir estos tres años casi como una década. Pero lo concreto es que aquel armado que ilusionó a la sociedad y la convocó con un horizonte y esperanza de futuro, hoy se sostiene apenas unido por el espanto que significa una posible derrota frente al macrismo el año que viene, marcado por las diferencias internas que nunca lograron saldarse en términos políticos y la incapacidad para cumplir con el contrato electoral con la población.

¿Qué pasó desde aquel 18 de mayo en que CFK publicó su ya mítico video anunciando la fórmula Fernández-Fernández para que el FDT perdiera la confianza de la población? ¿En qué quedó la promesa de ampliación de la experiencia del kirchnerismo, sintetizada en la idea de “volver mejores”? ¿Cuáles fueron los ejes y los hechos que fueron marcando el desgaste del proyecto del FDT? ¿Puede volver a ofrecer futuro el actual oficialismo de cara a las elecciones del año que viene?

Tres años del triunfo del FDT: de la unidad por el futuro a la unidad por el espanto

PANDEMIA: ESFUERZO INÉDITO DEL ESTADO QUE NO SE CAPITALIZÓ

Casi no puede hablarse del FDT sin tomar la pandemia como punto de partida. Habían transcurrido apenas 99 prometedores días desde la asunción del nuevo gobierno, en los que la actividad económica y el salario habían empezado a recuperarse por iniciativas políticas del oficialismo, cuando el Covid llegó al país para trastocar todo. Una respuesta inédita en la región y varias partes del mundo por parte de un Estado que Macri dejó quebrado, fue la clave para evitar una tragedia humanitaria. Sin embargo, errores propios, diferencias políticas internas y malas decisiones en ciertos conflictos planteados con el establishment llevaron a la altísima aprobación que recibió el Gobierno durante los primeros meses de la pandemia se fuera diluyendo hasta el estrepitoso fracaso electoral del 2021.

El Estado quebrado y endeudado que heredó el FDT tuvo que emitir unos 8 puntos del PBI en 2020 para destinar a gastos para fortalecer el sistema de salud, asistencia social y apoyo financiero a las empresas para evitar el quiebre del aparato productivo durante la cuarentena. Sin embargo, algunos errores costaron muy caros. El improvisado anuncio de expropiación de Vicentín y la marcha atrás significó un primer punto de quiebre. Mostró un Gobierno dubitativo y le dio una causa a la oposición y ciertos sectores de la población para empezar a generar ruido en su contra.

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Algo similar sucedió con el Decreto 690, que declaró a las telecomunicaciones como servicios  esenciales pero nunca logró torcer el brazo de las empresas para que lo acataran. Lo mismo con el primero de los intentos de reforma judicial, causa predilecta para CFK. Fueron conflictos planteados y perdidos por el Gobierno que empezaron a mellar su autoridad, a partir de un discurso que intentaba una épica que luego chocaba con el poder de las corporaciones sin poder ofrecer resultados a la sociedad.

Pero quizás los errores más costosos fueron de orden simbólico. El “vacunatorio VIP” y la foto de olivos que reveló una fiesta de cumpleaños de la primera dama en plena cuarentena estricta, marcaron quiebres de confianza con la sociedad de los cuales el Gobierno nunca pudo volver. Además, avivaron también la desconfianza interna desde el kirchnerismo para con el Presidente, que se fue acrecentando con el paso de los meses y los errores no forzados.

A este escenario se fue sumando, ya en el 2021, cierta inflexibilidad en algunas decisiones respecto a aperturas y fundamentalmente en materia educativa que, miradas con el diario del lunes, fueron caras al oficialismo. Así, un tiempo en extremo difícil de atravesar, en el cual todos los oficialismos del mundo se vieron afectados, resultó en una gran decepción para el FDT luego del enorme esfuerzo por recuperar el Estado, Ministerios, realizar una inversión enorme para sostener a todos los sectores y cuidar a la población, pero no lograr capitalizarlo ni en términos políticos ni en términos electorales.

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LA INTERNA: EL HUEVO Y LA GALLINA

No pasó mucho tiempo para que el pronóstico opositor sobre que un gobierno donde el poder no está en el Presidente y la principal figura es la Vicepresidenta era inviable, se transformara en una profecía autocumplida. De hecho, junto al aniversario del triunfo del FDT se conmemoran también dos años de la primera carta de CFK, aquella en la que habló de “funcionarios que no funcionan”, donde se desligó de las decisiones afirmando que quien gobernaba era el Presidente y no ella, y en la que llamó a un gran acuerdo nacional para enfrentar el problema de la economía bimonetaria. De todo lo planteado por CFK, los “funcionarios que no funcionan” fue lo que más ruido hizo y, de hecho, terminó con la primera salida del gabinete: María Eugenia Bielsa dejó el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat poco después.

Disconforme con el rumbo económico, CFK volvió a plantear su enojo en un acto en La Plata a fines del 2020 donde pidió a quienes no estaban dispuestos a enfrentar al poder que se fueran a buscar otro laburo. El dardo tenía varios blancos en el equipo albertista y marcaría el inicio de lo que fue un 2021 signado por esas críticas K. La principal diferencia era con el Ministro de Economía, Martín Guzmán, quién había logrado en septiembre una exitosa reestructuración de la deuda privada y estaba en negociaciones con el FMI, pero que no lograba exhibir resultados en la microeconomía, cada día más desgastada. Otra de las advertencias de CFK aquel día fue aquella de que “la recuperación económica no se la lleven cuatro vivos”. Empezaba a delinearse el problema que hoy parte aguas casi definitivamente en el FDT.

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El 2021 estuvo marcado por esa discusión. La fenomenal recuperación de la economía vino aparejada con una disputa entre sectores por apropiarse de ese crecimiento y allí explotaron las diferencias. Uno de los principales capítulos fue la pelea por los aumentos de tarifas entre el kirchnerismo y Martín Guzmán. A la par, la inflación que en 2020 había caído por el parate económico, volvió como el principal problema producto de la falta de conducción política sobre la economía. La tropa de CFK alertaba sobre que si la recuperación económica no llegaba a los bolsillos de la gente se perderían las elecciones de medio término y así fue. Luego de las PASO, el oficialismo pasó uno de los momentos más críticos.

Otra carta de CFK marcando las 19 reuniones de trabajo que había tenido con el Presidente en 2021 en las cuales le había planteado que, con ese escenario económico, habría consecuencias electorales. La Vicepresidenta recordó que ella había elegido a Alberto Fernández para ser Presidente y le pidió que honre esa decisión. El resultado fue una semana tremenda, en la cual funcionarios del kirchnerismo amagaron con renunciar y se caminó por la cuerda floja de la ruptura del frente, algo a lo que no pocos integrantes del Gobierno intentaron empujar a Alberto Fernández.

Los cambios de ministros, tanto en el gabinete nacional como en el provincial, solo lograron darle algo de oxígeno por un tiempo al oficialismo con la ilusión de que la interna se aplacaría. Pero poco después de que la derrota electoral se confirmara en octubre, aunque muy atenuada, llegaría quizás el mayor punto de inflexión de estos tres años. Martín Guzmán firmaría a principios del 2022 un acuerdo con el FMI que llevó a la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque oficialista en Diputados y a un bombardeo permanente del cristinismo sobre su figura y el equipo económico del Presidente, que no cesó hasta su renuncia a principios de julio. Ya para ese momento la propia CFK se había metido al barro, y con una periodicidad cada vez mayor enunciaba sus discursos con misiles teledirigidos a algún sector del albertismo. De hecho, la renuncia de Guzmán se dio justamente sobre uno de ellos.

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Más allá de la cronología de la interna, lo relevante es que, casi desde un inicio, se convirtió en una gran traba para la gestión y en un factor que debilitó al oficialismo de cara a sus adversarios políticos y el poder económico, que aprovechó para avanzar en sus intereses ante la falta de una conducción político-económica clara. A río revuelto, ganancia de pescador. La interna es a la vez el huevo y la gallina de la crisis económica que el FDT todavía no puede resolver.

DE “ENCENDER LA ECONOMÍA” A LOS SALARIOS MÁS BAJOS QUE CON MACRI

La principal deuda con el electorado que ungió al FDT sigue siendo económica. La promesa de encender la economía se cumplió, y el Presidente no deja en sus últimas intervenciones de mostrar números alentadores de actividad económica, crecimiento del producto, del empleo, de los niveles de inversión, de exportaciones, etc. Sin embargo, la puja distributiva se inclinó fuertemente hacia los sectores concentrados de la economía en detrimento de los salarios, con la mayor inflación desde la híper de principios de los 90 como máxima expresión de ese conflicto. La promesa de la heladera llena y la vuelta del asado está igual o más lejos que cuando fuera enunciada en la campaña de 2019.

La explosión que marcó la salida de Guzmán apenas pudo ser contenida con la llegada de Sergio Massa en su carácter de “superministro”, pero en el medio del caos la única respuesta que está logrando el Gobierno es ordenar la macro y las cuentas fiscales a partir de un ajuste que quedó incluso plasmado en el presupuesto del año que viene. Si ese ajuste es inevitable o no, a esta altura, es una pregunta irrelevante frente al hecho objetivo que la falta de una dirección clara y la unidad para conducir hacia allí al país es la causa de la situación actual. Y la responsabilidad le cabe a todo el oficialismo. La continuidad del Gobierno luego del 2023, algo que hoy por hoy nadie se abraza, dependerá en gran medida de la capacidad de los actores del FDT para construir esos acuerdos internos en los cuales plantarse y desde los cuales volver a convocar a la sociedad a aquello que quedó trunco, por ahora, en este primer turno frentetodista.

Tres años del triunfo del FDT: de la unidad por el futuro a la unidad por el espanto

LA UNIDAD POR EL ESPANTO: ¿HAY FUTURO PARA EL FDT?

Si Macri y el desastre de su gobierno fue un factor de unidad, hoy por hoy lo sigue siendo, pero con la enorme diferencia de que en 2019 había un horizonte como oferta para la sociedad y, de cara al año que viene, la unidad sólo parece defensiva. No perder con Macri, que no vuelvan las políticas neoliberales que sembraron las semillas del caos actual, es todo lo que el oficialismo está pudiendo ofrecer como relato y síntesis de estos años de cara al pueblo que deberá elegir el año que viene.

Pero con eso no alcanza ni alcanzará. El espanto a Macri es hoy es el espanto de un sector de la clase política, no el de la mayoría de la población, que con el actual Gobierno del FDT padeció quizás en la misma dimensión que como con Juntos por el Cambio. Si el oficialismo sólo se refugia en esa polarización defensiva, le será muy difícil tener algo para ofrecer el año que viene. Junto a una recuperación económica que se sienta en los bolsillos del pueblo, deberá venir una propuesta de horizontes concretos donde el peronismo pueda volver a enamorar a la sociedad y salir de la endogamia de las disputas internas que lo alejan de los problemas cotidianos de la población

Dentro de un año el pueblo estará dictando sentencia, quizás definitiva. Corre el tiempo de descuento para que el FDT recupere esa esperanza que supo generar en la sociedad, aunque con el diálogo prácticamente roto entre sus principales actores y la profundidad de las grietas internas surgidas en estos tres años, eso parece hoy muy difícil.