Un león carnívoro suelto en Rosario
Apuntes sobre el acto político de Milei
Este lunes, el tour de “La Libertad Avanza” de Milei se presentó en Rosario justo cuando debía estrenar su traje de diputado el enfant terrible de la política argentina, apostó por lanzar su cruzada por la libertad y empezar a dar forma a su candidatura para el 2023. Aquí dejo algunas impresiones desparramadas, que sólo tienen como objeto aumentar la confusión. Perversos en busca de certezas dirigirse hacia otro artículo.
El público estaba constituido por algunos hombres y mujeres de mediana edad, algunos niños con sus padres, pero principalmente por grupitos de jóvenes, incluso menores de 18 años, por momento me sentí como si estuviera en las inmediaciones de un boliche matinée (si es que estos aún existen). Los prejuicios y estereotipos que arrastró me inducen a sospechar su pertenencia a la clase media; pero reitero, ningún dato científico me permitiría avalarlo. Jóvenes nacidos con posterioridad a la crisis del 2001, y ajenos a las dos grandes identidades políticas que brotaron tras ella, que se encuentran en busca de una identidad política, o de algún tipo de identidad, que en décadas pasadas se heredaban, o se adquirían en otros procesos de socialización. Nietos de la crisis de representación, que se adentran al mundo político a través de los medios y las redes sociales, y muchos de los cuales seguramente asistían por primera vez al ritual que supone un acto político. La primera sorpresa, ante la demora de la aparición de Milei, fue observar un público expectante que durante la hora y cuarenta de espera permaneció en silencio, sin ningún cántico, ninguna liturgia que los atraviese como conjunto, en la espera sólo había espera. Como si un domingo a la tarde la cancha de fútbol se llenará por un auditorio que va allí por primera vez, que sólo ha visto a su equipo por televisión, entiende el juego, distingue las camisetas, pero no sabe qué cantar, aún no interiorizó qué conforma junto al que tiene al lado un sujeto colectivo.
Lo dicho, nos habla de una pluralidad de jóvenes que aún no constituye una identidad política, los símbolos que los atraviesan aún son precarios. Asistían como quien va a una primera cita, con el líder conocido a través de los medios e internet, una suerte de tinderización de la política. Los youtubers, Tipito Enojado, el Presto, no supieron jugar a ser banda soporte, y reproducir en vivo lo que hacen en estudio. Por lo que el único atractivo durante esta espera era sacarse selfies con Carlos Maslatón, quien se alejó de los corralitos y subió parte de la escalinata de la plaza, para que estos jóvenes puedan llevarse el souvenir que luego seguramente virilizarían. Pero estas selfies carecen de la inocencia de las fotos que en mi infancia me sacaba con la Pantera Rosa en algún parque, los que posaban junto al ex líder de la UPAU hacían el gesto con su mano derecha que acompaña a la frase “proceda” que popularizo éste. Frase que, según relata Malastón, remite a las palabras de un canchero Aramburu ante las dudas y temores de los montoneros al momento de ejecutarlo. Malastón sabe que el éxito a futuro de este proyecto político reside en la construcción de símbolos, de relatos, de tradiciones, de mitos que homogenicen a estos adolescentes, si hace una década muchos jóvenes de esa edad se volvían a identificar con una visión romántica de montoneros, nada impide que tras las distintas selfies se derrame poco a poco la figura de la entereza de Aramburu antes de ser ejecutado.
Esta suerte de virginidad identitaria se tornó evidente en algunos intentos en pos de solidificar ciertos símbolos por parte de los organizadores. Pero todos sabemos que la imposición desde arriba de cualquier imaginario político siempre resulta artificiosa, que éste depende de una constante resignificación, negociación de los símbolos con resultados nunca ciertos. En consecuencia sería arriesgado predecir el fracaso o éxito de esta empresa, ni las tonalidades que adquirirá, sólo cabe describir la foto de este momento preciso. Para cualquier testigo precavido el tono impostado de ciertos símbolos era manifiesto, la música heavy que comenzó a dominar los minutos antes que Milei suba en escena (ante un público que parecía más afín a un pop edulcorado o a Nicki Nicole), la bandera de Gadsden que algunos pocos participantes llevaban atadas en sus espaldas y en sus remeras, los pocos militantes repartiendo adhesivos del partido Libertario que los asistentes rápidamente tiraban, los hurras por la libertad que la organizadora, Romina Diez, pidió para que quede filmado.
Sin embargo, tras la aparición de Milei los primeros eslabones necesarios para pensar una identidad política entran en escena: el otro, aquel que es depositario de la ira acumulada por el público y el líder. Y aquí sí ya estamos frente a una liturgia con sus reglas, repeticiones, cuyo objeto principal es despertar emociones. Aparecen las primeras canciones: “la casta tiene miedo” que poco a poco son entonadas por el público presente, y los lazos necesarios entre el líder y sus seguidores comienzan a develarse. El discurso de Milei se estructura sobre dos partes, distintos tramos de una argumentación con pretensiones de cientificidad económica que mantiene en silencio a todo el auditorio, que finalizan con un insulto que suscita los aplausos y gritos de sus oyentes. Durante esta argumentación el enemigo muestra su cara, y como sabemos sólo la fisonomía del enemigo debela la del amigo, pues su sola mención genera el abucheo del público; curiosamente éste no es tanto el kirchnerismo, sino el ministro de economía y fundamentalmente el Banco Central (más allá del abucheo a Keynes que parecía sacado de una película de Monty Python)
Si los actos de PRO se caracterizaban por su tono festivo, incluso juguetón, y por sus apelaciones a transformar la naturaleza de la política que el kirchnerismo había establecido; la rabia, la ira, son los sentimientos que esta derecha, que no teme asumirse como tal, erigen como núcleo de su identidad. Rabia que se deja oír en la voz ronca y aguerrida de Milei. No es la figura del estadista acostumbrado a vivir en el ámbito público, ni la del formador de equipos que se desenvuelve en lo privado, la que pretende reflejar Milei, sino la del guerrero que promete liberarnos de una opresión, Milei es Mel Gibson en Corazón Valiente. Frente a la música de Tan Biónica, propone Metallica, frente al dialogo al que apelaba PRO con los otros partidos (dialogo que como sabemos siguió siendo un soliloquio), la sodomía a la casta política; frente a los corderos de la centro derecha, Milei se presenta como un León (pero ésta vez carnívoro) convocando a leones. Es cierto que estamos ante una expresión diferente a lo que en otros lados se conoce como derecha radical, pero comparte ciertos rasgos que no deberíamos dejar de advertir, su apelación a la incorrección política como virtud contra la hipocresía de los viejos actores políticos, su discurso intransigente, el resentimiento y la ira como vector emocional que incide en los juicios y valoraciones que proponen, su crítica a las instituciones políticas de la democracia liberal por ser un mascarada funcional al establishment político y su invocación a una democracia más directa, la construcción de un enemigo de paja bajo el nombre de progresismo. Milei no es Trump, pero no deberíamos menospreciar su aparición en la escena pública como lo hicieron los norteamericanos con éste último.
*Doctor en Ciencia Política, Investigador del CONICET, Docente de la Universidad Nacional del Litoral y de la Universidad Nacional de Rosario